miércoles , 1 mayo 2024
Foto: Niño Dios

PEDIDO ESPECIAL PARA EL NIÑO DIOS | RELATO DE NAVIDAD

Por: Nelly González 

Su mirada se reflejaba triste al ver el bullicio de la gente al pasar a su lado, decidió tomarse un pequeño descanso. Cuando miró el reloj de la parroquia ya era casi el mediodía.

Sentado  en los escalones de la plaza, dejó su atado de cartón a un lado, lo venía recolectando desde la mañana en el centro de la ciudad, todo para juntar unos centavos para medio alimentarse y pagar el lugar donde pasaba la noche. Sacó de su chaqueta raída una bolsa de plástico conteniendo un taco que amablemente le había regalado don Simón en el mercado y acto seguido, le dio una mordida.

Años antes, no habría siquiera pensado en la penosa situación por la que pasaba en esos momentos, hasta su mismo físico que en otros tiempos fue fuerte y corpulento, ahora, la enfermedad le había llegado en silencio y lo tenía un tanto delgado y descuidado.

No se explicaba cómo su vida había dado  un giro tan drástico de 180 grados y que  hiciera que todo se tambaleara. Tal pareciera que la rueda de la fortuna en sus diferentes niveles fuera el compañero de vida y dispusiera con él, los eventos ocurridos, su descenso al lugar lastimero del fondo en que se encontraba.

Mientras estuvo viviendo en el rancho, tuvo qué comer; y mantenía a su familia que constaba de cuatro hijos y su mujer, con su trabajo de la siembra y unos animales de engorda. En su juventud  enfrento todo, donde aprendió que los problemas podían manejarse y todo se solucionaba poniendo tesón en lo que decidía.

Pero, hoy se sentía  ya muy cansado, los años habían llegado tan aprisa; y con él sus laberintos que no le han dejado respiro, desde que perdió a su hijo en un accidente, cuando recién se construía el libramiento de la carretera hacia Tototlán.

Fue un golpe muy duro para él y su mujer, de ahí cambio todo;  los otros hijos se llevaron su  madre al pueblo para evitar recuerdos y pues la verdad, él no podía dejar el rancho, por lo que se negó a salir de él, así, el trabajo, sus perros y el ganado fueron la fiel compañía a su soledad desde entonces.

Por ese motivo,  no podía evitar tal deterioro emocional en su corazón, porque lo que conseguía, era para mantener a la familia en la ciudad y así poco a poco, se fue terminando  su patrimonio que por años construyó, ya no sembraba la tierra por falta de dinero, hasta que llegó un punto en que la familia ya no le necesitó, cada uno consiguió un trabajo y al final todos decidieron emigrar a Estados Unidos a trabajar; allá están todos, junto con los nietos de los tres hijos que le quedaron  y su mujer  con ellos.

Así, vivió solo mucho tiempo,  hasta el día en que le sedujo el vicio, miró en el vaso del tequila el brillo dorado que le sonrió,  le ofreció olvidar sus penas  y pasarla alegre sin recuerdos amargos.

Ahí fue la hora del peligro real, debió ser firme en la razón y ponerse en guardia, porque esta alegría se convirtió  en el cruel  adversario, ¡Con su engaño y traición!

No le sirvió de nada ver la enfermedad y locura en sus amigos, cuyo sufrimiento bien conocía a través de ellos por aceptar sus tentaciones, cayendo en la vergüenza de adicciones, la enfermedad, muchas necesidades, preocupaciones y el arrepentimiento al morir en forma temprana por tal vicio.

A él, le paso lo que al avestruz, que cuando el temor a sufrir más dolor lo persiguió, escondió la cabeza en el alcohol, pero inexperto, se ha olvidado del cuerpo, llevándolo a la exposición del peligro letal.

Por fortuna, ha tocado fondo y con fortaleza  levanta ese cuerpo cada mañana, sopesando con cierta seguridad su vida, sintiendo que por la adversidad se ve abandonado y juzgado por los demás, pero al mismo tiempo se hace  fuerte, centrando sus esperanzas en sí mismo, pues no le queda de otra, aunque a veces, siente la necesidad de alguna ayuda, porque su vida no es nada fácil recolectando reciclaje.

La falta de amor que siente, la lleva escondida  en la diabetes que padece, ya no puede tomar bebidas embriagantes, la vista se le borra por instantes, la comida no le ha faltado, y en sí, no puede quejarse, pues tiene todo el día a la gente de la ciudad a su alrededor, se siente más acompañado, aunque ni se den cuenta que esta él ahí.  Tiene algunos amigos con quienes comparte algún momento del día cuando se encuentran, pero de ahí….la noche es la más pesada  de sobrellevar.

Por fin, ha llegado navidad, sabe que este año en particular al Niño Dios le pedirá con todo su corazón se lleve su sentimiento lastimero, sus  quejas, sus limitaciones que entristecen su morada  de día y de noche.

Solo basta con creer que el regalo llegará este 24 de diciembre, la fe a esta criatura nacida en el pesebre de Belén, hijo de Dios Espíritu llamado Jesús fortalecerá su esperanza de vivir lo mejor posible.

Desde que amaneció el día estuvo nublado y frío, los vientos se cuelan entre sus ropas, dio una  ojeada a su alrededor y  masticó un bocado queriendo saborear su almuerzo, que la verdad, a poco le sabía, como si no tuviera sabor.  Su mirada melancólica y la palidez de sus mejillas eran  disimuladas por una barba y bigote desaliñados, portaba un sombrero desgastado muy característico en él, desprendido de un lado. Se incorporó un poco porque le lastimaba el escalón, sentía lo frío del pavimento pues su vestimenta no es apropiada para este tiempo.

Se oyeron las campanadas del templo llamando a misa, por eso el caminar jubiloso de muchas personas por la calle y más en la plaza, todos inmersos en hacer sus compras  y regalos navideños, todo perfecto para  esa noche especial, y con más razón y para su fortuna, se alegraba porque habría más reciclaje en las calles y con eso, se hará llegar unos pesos extras.

En silencio, los observa  riéndose, platicando  de sus asuntos, pensando en esa noche que se reúnen alegres a festejar sus posadas, donde más de alguno, espera estas fiestas encantados, donde los regalos, las sabrosas comidas,  el entretenimiento  de juegos,  el romper las piñatas con su florida providencia de dulces, cacahuates y hasta dinero se ha sabido que les ponen, eso sí, siempre acompañadas con el  delicioso ponche de frutas, y los  tequilas que para algunos no debe faltar, donde al final en vez de convivencia comunal, termina en borrachera la Noche Buena.

Eso le hizo extrañar el convivio de muchos años antes,  esas noches de cobijo familiar, donde los niños eran los reyes de la fiesta, pues eran los que más la disfrutaban, la emoción sentida porque se avecinaba la fecha del el nacimiento  del Niño Dios ¡Era lo máximo!

Ese día hasta rezar el rosario se les hacía bonito y corto, al oscurecer ya querían todos estar en la cama acostados,  cerrando los ojos y con la incertidumbre, se preguntaban:  “¿Que nos dejará el Niño Dios?” Y otra,  “¿Si alcanzaría este, a pesar de ser tan chiquito entender la cartita que con garabatos escriben los niños?”

Lo que si no podía faltar era  el huarache de él y de sus demás hermanos conteniendo sus encargos, acomodados a los pies del improvisado árbol de navidad, que casi siempre era un huizache adornado con bombones y con bolitas de algodón en sus espinas,  sacadas estas de un árbol que nació ahí cerquita del rancho.

Por cierto, el último año le dejó  una carreta de madera  con una bolsa de canicas, esas llamadas  agüitas, ojo de gato entre otras y un par de calcetines para el frío, no era lo que le había pedido al Niño Dios, pero lo disfrutó de igual forma, pensaba que seguro era porque no se había portado muy bien con su papá, porque le costaba mucho trabajo levantarse temprano para ir a ordeñar las vacas.

Después ya no llegó el Niño Dios, de igual forma pasó con sus hijos, hasta un tiempo les trajo alguna cosa pues el presupuesto familiar no daba para más; y menos para darles gusto en sus encargos de lo que veían en la televisión.

Volviendo al presente, dejó el resto del taco a un lado, no lograba tragarlo por falta de agua y un malestar en el vientre  lo tenía debilitado.

Buscó con la vista algo nublada a alguien que se acercara primero por ahí, a quien le pudiera pedir ayuda, sentía los escalofríos y comenzaba la temblorina,  lo que hizo que se alertara.

—Señor…—  levanto la mano a un joven que pasaba.

El muchacho sin siquiera mirarlo, lo ignoró, siguió de largo su camino, pegado su celular al oído.

Conforme se alejaba, pensó  —amigo, ¿no son tus manos un milagro? ¿Para qué te las dieron, si no es para que las alargues en ayuda de tu hermano?— se desilusionó un poco.

Vio venir a  unos niños con su madre, les dijo:  —¿Mis niños pueden ayudarme? — de inmediato la mujer los cogió del brazo y los hizo a un lado para pasar, mirándolo de reojo enojada por tamaño atrevimiento — ¡Es navidad! ¡Somos hermanos y necesito ayuda! — les gritó. Los vio alejarse con desprecio, aceptando por su prisa, que importaban más su miedo y sus compras.  Por eso se preguntó “¿No son tus ojos madre,  centinelas externos que velan las experiencias de tus hijos? Y sin embargo, no distingues la verdad del error ¡Ignorando mi gran necesidad!  ¿Por qué?  ¿Por qué sólo juzgas y te guías por mi sucia apariencia?

Se recostó un momento, tomando como cabecera su rastra de cartón, su fragilidad no contenía el temblor, ni el dolor intenso en el vientre se aminoraba.  Pensó

—Si pudiera echarme unos pedos, a lo mejor es lo que me tiene inflamado — miró lo que su vista periférica alcanzaba, recostado, no había nadie,  entonces animado, se permitió uno, pero este salió muy  endiablado  y pudo descansar un tanto más.  ¡¡Aaah!!..  Pero, la vida trae experiencias sin tomar en cuenta las coincidencias,  unas jovencitas recién tomaron la banqueta, pasaban en ese mismo instante, les toco oír y recibir estruendo y fetidez,  lo que al momento provocó en ellas un mohín en  sus bellas caras y corrieron lo más pronto posible, criticando enfurecidas la hediondez del anciano. Se sonrojó muy apenado, bien dicen algunos, que el mundo verá tu vergüenza en el rostro y esas chicas pudieron o no verlo, pero no fue su intención, no lo pudo evitar y en cambio mejoró en gran medida su dolor.

En su desánimo y desesperación, prefirió  cerrar los ojos y orar en silencio.

—Niño Dios, ¿Por qué los hombres tienen ojos que no ven y oídos que no oyen? ¿Por qué no entienden que el alma es el dueño de esta casa y es más honorable que las paredes de este cuerpo corrompido y postrado? ¿Por qué olvidan que su sangre es tan rica como la mía y que el alma mía y de ellos es también tuya? Niño Jesús, tu dijiste “Yo haré cualquier cosa que en mi nombre ustedes me pidan” Por eso hoy te ruego; perdónalos en su juicio con amistosa amonestación, ellos también peregrinan en este mundo cargando paz y la empatía humana. Gloria a Dios en las alturas y paz entre  los hombres de buena voluntad.

Se acercó una mujer mayor, le levantó el sombrero  descubriendo su cara y lo observó inquieta, sus labios estaban amoratados, sus heladas manos, se encontraban  entumecidas sosteniendo el lazo del atado de cartón donde apoyaba su cabeza.  Su cuerpo, agitándose con leves respiraciones conservaba  una respiración débil, apenas se notaba el aliento frío al salir de sus fosas nasales. Eso le advirtió conscientemente de que este hombre tenía solo una esperanza de vida.

De inmediato, se oyó el grito desesperado de la mujer, pidiendo auxilio:

—¡Pronto, llamen una ambulancia!

— Con escasa consciencia, desde su interior susurró — ¡Gracias mi Niño Jesús!, ¡Gracias, por mandarme estas manos generosas de tu Ángel de la Guarda!

De inmediato, cerró los ojos en paz.

Jesús, años después de su nacimiento, dijo:

“El que los escucha a ustedes, me escucha a mí, y el que los rechaza a ustedes, me rechaza a mí; y el que me rechaza a mí, rechaza al que me envió”

Cuando tu ayudes a los necesitados, no se lo cuentes ni siquiera a tu amigo más íntimo, hazlo en secreto. Y tu padre, que ve lo que haces en secreto, te dará tu premio.

 

 

 

 

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