miércoles , 1 mayo 2024

Ser mexicano

Por: Elba Gómez Orozco 

Ser mexicano es tan sencillo, o tan complicado como lo podamos externar. Para unos la mexicanidad del ser es sentir ese instinto de salvaguardar todo lo que hable de México, su historia, su cultura, sus tradiciones; y hasta sus limitaciones. Sin importar si entiende a cabalidad, o no, cada uno de los elementos citados. Se siente mexicano porque así lo heredó, eso, le dijeron que era ser mexicano y no está la mínima posibilidad de cuestionar ese postulado, así su vida se entreteja en una madeja de incongruencias. Para otros, los más pragmáticos, ser mexicano es haber nacido dentro del territorio nacional. Podemos también encontrar a quienes, su mexicanidad reside en ser fieles observantes de la religión católica a la par de ejercer un sistema familiar basado en el patriarcado. Algunos otros sienten ese mexicanismo al degustar los sabores picantes de la gastronomía, y tolerar la causticidad de algunos elementos de la cocina mexicana como sinónimo de valentía, pundonor y virilidad. Infinidad de opiniones, válidas todas; y la mejor, es que cada mexicano tiene un concepto propio de su mexicanidad. Uno de esos ejemplos de ser mexicano lo encontramos en un texto de Carlos Fuentes, su pieza cuentística de Chac Mool, en ella descubrimos a un personaje, Filiberto, que retrata el arquetipo requerido: el de ser mexicano.

En primer lugar, Filiberto es como el típico mexicano incrustado en una oficina lóbrega y sistemáticamente monótona como la vida diaria del personaje que nos muestra Fuentes. La rutina de un oficinista como miles de burócratas de la segunda mitad del siglo XX en México, que pasan los días como pasan cada copia, sin grandes sobresaltos, rutina un día, y el otro igual. Donde ven pasar los años, anquilosados ellos y los archiveros también, las manecillas del reloj con el tedio que da la lentitud de la existencia de Filiberto, y de la de miles de empleados de la función pública que en México subsisten en ese ambiente laboral. Del México que sobrevive junto con los miles de ciudadanos como Filiberto, que son como un engrane más de esa maquinaria que es el país, de los burócratas que sostienen un sistema gris, pero que les proporciona los medios para esa sobrevivencia.

En segundo lugar, Filiberto es el hombre orgulloso de lo que cree son sus orígenes, y por lo tanto, su mexicanidad reside en preservar la herencia prehispánica por lo que comprar una pieza que represente ese legado es vital, un Chac Mool apócrifo que consigue en el mercado de la Lagunilla, y en esa adquisición se desencadena una infinidad de aconteceres que la imaginación del escritor acomoda de tal manera que hace que el personaje entre en laberintos emocionales, que retratan tan bien a un mexicano de su edad y condición. En este rubro, podemos apreciar a un Filiberto sujeto a las veleidades que representa ser el poseedor de una pieza valiosa y de repente ser víctima ofrendada en el holocausto por sí mismo al ídolo de piedra; características muy propias de algunos mexicanos. El llegar hasta a ser victimado por su víctima; condición recurrente no solamente del mexicano sino del ser humano.

En tercer lugar, podemos decir que el personaje de Filiberto es un varón mexicano común por el hecho de cómo Fuentes nos adentra en su estilo de vida dentro de su hogar. Solitario, como muchos mexicanos que absortos en la vida laboral no se dieron tiempo de formar una familia. El acomodo de los elementos del mobiliario de su casa y la conservación de los mismos, nos hace reconocer al mexicano que se resiste a la novedad, al cambio, que se apega a lo establecido con religiosidad, aunque lo establecido sea obsoleto. La apatía al entorno vital, la reticencia a renovarse, a que en su casa/ cuerpo penetre la luz. El apego a lo que otros impusieron, en este caso el menaje de casa heredado por Filiberto, que lo hace codependiente de las decisiones de otros, y que instalado en su zona de confort no se atreve a innovar e innovarse.

En la narrativa de Carlos Fuentes en Chac Mool nos muestra un dios colérico, malvado, y que su principal elemento es el agua para apaciguar su ira. En la trama de este texto, el elemento agua tiene un especial enfoque, que de forma casuística involucra, sin mencionarlo, a Tláloc, el dios de la lluvia para los mexicas. Sin duda, el autor lleva la historia por vericuetos tan interesantes con respecto a estas deidades, que el lector va de la mano consumiendo línea tras línea esperando en algún momento una mención sobre la divinidad que representa el agua. Diferencias entre Tláloc y Chac Mool: El primero representa al elemento agua, en todas sus acepciones, es la divinidad. El segundo, un monolito del que se tuvo noticias tardías (1875 aproximadamente), pertenece al período precolombino y de cuya figura se han encontrado réplicas en distintos lugares de Mesoamérica.

El elemento agua juega un papel importante al principio y al final, podría decirse que este cuento es circular porque involucra el poder que simboliza el líquido. En las primeras líneas de esta pieza conocemos de la muerte de Filiberto por inmersión, el agua como vehículo para pasar a otro nivel. Nivel en el que es entregado en las puertas de su propia casa, amortajado y dentro de su ataúd, para ser el objeto inanimado que irá a parar al sótano, ahí en el espacio que ocupó el Chac Mool comprado en La Lagunilla, ahí en esa catacumba oscura y con suficiente humedad para que su cuerpo inerte se comience a llenar de musgo verde, que al fin de cuentas también esa humedad proviene del agua. Ahí esperará Filiberto a pasar a la siguiente escala, cuando su cuerpo haya absorbido suficiente humedad y el de Chac Mool la haya perdido. Volverá Filiberto a calzar su bata de seda y limpiará con esmero cada uno de sus trofeos, y Chac Mool regresará a su pedestal en la oscura humedad del sótano. Mientras transcurre el siguiente ciclo del agua.

 

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