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Manifestación de Mujeres durante el 25N. Foto Elizabet Cruz

¿Se vale hacer disturbios y vandalismo en una protesta? | OPINIÓN

Jorge Rivero González* | @georgerivero95 | 28 de noviembre del 2019

El pasado lunes 25 de noviembre, se llevó a cabo una marcha nacional en distintos puntos del país. Dichas marchas tenían la finalidad de conmemorar, en primer lugar, el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, además de visibilizar las escalofriantes cifras de feminicidios en el país.

Sin embargo, una serie de acontecimientos cambió diametralmente la conversación: durante la marcha, las protestantes cometieron actos que fueron catalogados como desobediencia civil y vandalismo.

Esto generó un gran debate en redes sociales, entre aquellas personas que consideran estas acciones como necesarias, mientras que otras opinan que dicha actuación no es imprescindible para alcanzar los objetivos de la marcha.

Si bien esta no es la primera vez que se da esta disyuntiva en redes sociales, es claro que cada vez la opinión está más polarizada. Por tal motivo, quiero compartir con ustedes una reflexión acerca de: El uso legítimo del disturbio público en las protestas sociales.

Dejo en claro, antes que nada, que el objetivo de este esbozo no es legitimar o deslegitimar los acontecimientos del pasado 25 de noviembre, sino reflexionar (de forma más teórica, si se quiere) acerca del tema del uso de violencia y disturbio en las protestas.

Primeramente, hay que dejar en claro que la violencia, históricamente, ha sido una herramienta fundamental para crear grandes cambios en la sociedad. Derechos como la democracia, la soberanía nacional, la igualdad ante la ley, etcétera, han sido conquistados a través de las armas y del uso de la fuerza.

Es ingenuo pensar que la violencia nunca lleva a nada, pues la historia demuestra todo lo contrario ¿Cuántas revoluciones en todo el planeta han dado forma al mundo en el que vivimos hoy? Sin embargo, en base a lo dicho, podríamos caer en la tentación de asumir que cualquier demanda social puede justificar el uso del disturbio público.

Deben cumplirse, a mi parecer, dos condiciones para que sea legítimo el uso de estos medios: La propuesta de objetivos claros y El agotamiento de las medidas pacíficas.

La propuesta de objetivos claros

Desde mi óptica, toda protesta social debe contestar dos preguntas ¿Cuál es el problema por el que luchamos (su origen y naturaleza)? Y, ¿Cuál es la alternativa o propuesta para solucionar dicha problemática? En otras palabras, las protestas deben ser propositivas, no destructivas.

Nuevamente la historia nos enseña ejemplos de movimientos sociales nobles desvirtuados por falta de un objetivo claro; tal es el caso de la revolución francesa, movimiento legítimo, que derivó en un año de anarquismo y en asesinatos masivos y arbitrarios, conocida en la historia francesa como la “Época del Terror”. Caso similar al levantamiento insurrecto de Miguel Hidalgo, que falto de una estrategia y una visión alternativa de gobierno, sucumbió al año de haber nacido.

La primera condición para el uso del disturbio público en las calles, es un movimiento social propositivo, que ofrezca alternativas concretas a problemas concretos: crear o modificar una ley existente, redireccionar presupuestos, crear campañas masivas de concientización, modificar planes de estudios escolares, etc.

Sin embargo, este no es el único elemento que debe cumplirse para usar legítimamente estas medidas.

El agotamiento de las medidas pacíficas

En el año de 1910, el candidato a la presidencia de la república, Francisco I. Madero, firmó el plan de San Luis, un documento donde desconocía al presidente Porfirio Díaz y exhortaba a todos los mexicanos a levantarse en armas en contra del tirano. Madero es un personaje que ejemplifica a la perfección el legítimo uso de la fuerza y la violencia, pues él mismo participó de manera democrática en las elecciones contra Díaz; sin embargo, este último lo apresó de manera ilegal, y realizó una elección fraudulenta. No fue hasta ese momento que se propuso un levantamiento armado.

Algo similar sucede con el desorden público en las protestas sociales. El pacifismo y la civilidad, debe ser la bandera que guíe a todo movimiento social; sin embargo, es evidente que en ocasiones esto resulta totalmente inútil: los gobiernos cínicos ignoran las protestas a pesar de que estas cuenten con miles de personas, y los gobiernos tiránicos mandan al ejercito o la policía para silenciar todo aquello que no les gusta. Son bajo estas circunstancias, cuando el cinismo y la tiranía afloran y cuando se han agotado las medidas pacíficas, en ese momento se vuelve legítimo el disturbio.

Conclusión

Dudo, amigo lector, que alguien esté a favor (a priori) del uso del vandalismo y del disturbio como herramienta para alcanzar objetivos; sin embargo, creo que ocasiones extraordinarias lo permiten. Cuando es un movimiento social propositivo y las medidas pacificas no llevaron a ningún puerto, es justo y correcto utilizar medidas drásticas, que en casos excepcionales pueden llevar al levantamiento armado: la Revolución.

Nuevamente quiero reiterar que, si bien este artículo es inspirado por lo sucedido en la marcha de hace unos días, no es el objetivo del mismo analizarla. Este es un esfuerzo humilde e intelectual de darle un “norte a la discusión”. Y en ningún momento pretendo que lo dicho aquí sea tomado como un intento de verdad absoluta, sino como una propuesta que está deseosa de ser contrargumentada y retroalimentada.

 

Jorge Arturo Rivero González es historiador egresado de la Universidad de Guadalajara.
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