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Foto cortesía: María Guadalupe Barajas haciendo telar de cintura | Archivo de Arte y Cultura de Tepatitlán

A pasar el punto muchachas… o andar de chirota | PERFIL

María Rocío Rentería Palafox | 3 de marzo del 2019

“A pasar el punto…” es una de las frases más frecuentes de la maestra María Guadalupe Barajas Iñiguez, mejor conocida como Lupita. Ella es originaria de un rancho llamado El Chispeadero, Municipio de Tepatitlán de Morelos Jalisco, donde vivió su niñez. Nació el 17 de febrero de 1953, tiene 65 años, forma parte de una familia integrada por cuatro hombres y cuatro mujeres además de sus padres: León Barajas Arias y María Trinidad Iñiguez Galindo. Siempre  alegres, su mayor felicidad era andar corriendo en los potreros, ordeñando vacas, entregando leche, trabajar la tierra, levantar y comer de la cosecha.

La vida de Lupita está inmersa en el calor de la armonía campirana, rural, y porque no decirlo, en esa magia inocente de los ayeres que prevalecía en los años sesenta, donde el respeto a la máxima autoridad recaía en el padre de familia, personaje esencial quién marcara sus días hasta la actualidad. Dentro de las anécdotas que  comparte es que a menudo la hacían enojar, y apenas daba la vuelta y ya les andaba llevando de comer a sus hermanos, a lo que su papá decía que ella no tenía coraje, que más bien tenía un corazón de pollo. Manifiesta que hay que perdonar porque al cielo no hay que llevarse nada, lo feo hay que tirarlo a la basura para que no regrese, claro que no se olvida, pero debe recordarse sólo lo bonito.

Es interesante el cómo ella en su infancia se conecta con la alfabetización, pues en una comunidad apartada, sin recursos económicos y, el único referente fue su padre, Don León Barajas Arias, quien además de sentir profundo amor a la tierra y los animales, llevó a sus hijos a una escuelita para que se instruyeran, como bien lo explica Lupita: “Fíjate, un día llegó uno de los compadres de mi papá y le preguntó ¿oye compadre,  los muchachos ya saben leer? Si compadre, ya los muchachos saben leer el cajoncito” – ¿y a qué se refería? – “a un librito que estudiamos, el silabario de San Miguel. Todavía lo tengo guardado mira, el que sabía leer el cajoncito ya era una persona muy inteligente, imagínate la inteligencia de nuestros años. Así que nosotros ya sabíamos leer. Después de estudiar todo un año en el rancho  un hermano de mi mamá nos trajo a vivir al pueblo, pero vivíamos con otra familia y nosotros no estábamos a gusto, si haces vida, nomás que enfadas a la gente. En el rancho nos enseñamos a hacer costura como punto de cruz y gancho, herencia de mi mamá.”

Lupita, ya una vez establecida en Tepatitlán de Morelos incursiono en diferentes actividades, todas ellas relacionadas con las manualidades – “me gustaba andar de mirona a ver qué cosas hacían y cómo lo hacían” – . Ella junto con una de sus primas se planteaban retos sacando muestras de costura, desde bordados hasta piezas de punto de cruz, tradicionales en las familias de antaño de los Altos de Jalisco.

Platica que en su juventud su abuelita Cuca la quería enseñar a hacer Frivolité – una forma creativa de tejer hilo con una lanzadera, tradición traída de Francia a San Ignacio Cerro Gordo por las hermanas capuchinas – a lo que Lupita no estaba muy conforme “ yo  dije: mm, no viejita arrugada, me quiere enseñar, me quiere tener aquí sentada, y yo quería andar de chirota por los ranchos, por las cercas, por los árboles,  ella me quería tener ahí sentadita de niña bonita, pues no. Pero me dijo, pos tú sabrás a ver  cómo le haces porque quiero que le hagas los velos a las niñas para su primera comunión. Así que me puse a investigar a ver quién sabía hacer frivolité aquí en Tepatitlán, pero nadie de mis amigas sabía, hasta que me encontré a  Lourdes Villaseñor, que nomás me dio tres clases pero ella nada más sabía pasar el punto. Fue como yo no aprendí más que a pasar el punto”.

María Guadalupe Barajas, quien actualmente  da clases de frivolité, platica su experiencia y primeros acercamientos a esta forma diferente de hacer arte –“Un día Martha Cecilia del Sagrario me dice: mamá mira ven a ver lo que están pasando en la televisión, y le dije,  ha ya sé es frivolité, lo que me quería enseñar mi abuelita Cuca. Después Ana Isabel me dijo, mamá ve a la casa de la cultura, mira que están dando  clases de frivolité en los cursos de verano. Así que fui, pero la maestra no me quería aceptar que porque tenía ya muchas alumnas, tenía quince, ¡maestra pero yo ya sé pasar el punto!, pasar el punto es cuando ya sabes hacer bolitas, pero no me hacía caso, que porque al cabo yo ya sabía pasar el punto. Hasta que un día le dije que yo quería hacer el rosario y me dijo que no, que eso era muy difícil. La maestra se llamaba Chuyita, vivía en la tuna de abajo, pal lado de San Ignacio Cerro Gordo. Ya a las últimas ella se retiró lejos, nos dijo cómo se hacía el rosario; apenas me fijé cómo, que me voy a la casa, ella me dijo que todavía no terminaba la clase, que hasta la una, y que le digo, es que dejé los frijoles en la lumbre, pos cuáles frijoles, era que me quería ir a la casa a hacer el rosario, pa´ que no se me olvidara, porque se hace con dos lanzaderas.”

Por fin después de hacer el rosario, ella continua en esta tarea del frivolité, pero un día le mandaron a hacer una muestra y no sabía qué hacer, así que como buena alteña, pidió a Dios que le mandara una alma del purgatorio que le iluminara para sacar la encomienda, fue entonces que a las tres de la madrugada logró obtener su propósito.

Con su mirada fija y haciendo memoria cuenta cómo es que llega a compartir sus enseñanzas “Fíjate que en el 2012 empecé a ir al curso de frivolité y me dieron un reconocimiento como alumna destacada, destacada porque no sabía hacer nada, jajaja. Hasta el 2016 empecé a dar clases ya como maestra de frivolité en la casa de la cultura, aquí tengo todos mis reconocimientos, mira.”

Lupita es una mujer muy dinámica, que se le conoce por su alegría, su trato respetuoso, pero sobre todo por la paciencia que la caracteriza a sus 65 años de edad y su sabiduría que sin lugar a dudas comparte con toda persona que se acerca a ella a preguntar, no sólo en el aspecto artesanal, sino en cualquier tema del cual ella pueda enriquecer a los demás.

Sin lugar a dudas esta creatividad tiene un origen y que mejor que los ancestros,  como en el caso de  Lupita, quien heredo los dones y virtudes de su padre Don León Barajas, conocido artesano escultor de Tepatitlán, quien  desde temprana edad hacía puertas de madera,  y artísticamente la tallaba convirtiendo trozos en obras de arte, con diversas formas y figuras que subyacen al paso del tiempo, esa era la diversión de su padre y ella junto con él  ayudaba aprendiendo a dar forma con las manos destrozadas, como sólo un artesano sabe dar vida, haciendo carretas, arados, bueyes, de ahí viene el gusto por las artesanías, lo cual se ha heredado ya a la siguiente generación, una hija de Lupita, quien realiza verdaderas obras de arte de esculturas en madera, muñecas tejidas a gancho y otros bordados, afirma con orgullo “… de mis hermanos sólo uno, el más chico hace unas esculturas preciosas. A mí me gustaba hacer todo lo de los hombres, quería hacer sus trabajos, yo fui la segunda después de mi hermano, así que le ayudaba a mi papá a cortar la madera con una sierra, no alcanzaba, pero yo ponía unos palos y me subía, luego me decían, tú te vas a hacer marimacha, y pos no, no me hice, aquí estoy y soy bien mujer…”

Ser maestra de frivolité la hace sentir bien, transmitiendo de manera entusiasta esa energía, dice, “todo me llena, porque he tenido grupos de cuarenta alumnas, y a todas les voy enseñando, como ellas van pasando el punto, las llevo a un solo parejo,  y más cuando veo que en dos clases van avanzando para hacer sus collares, las que se van quedando atrás les ayudo a seguir adelante y me llena de orgullo ver cómo van aprendiendo.”

Pero qué es lo que mueve a Lupita en este peregrinar cultural que no tiene frontera alguna, sino por los contrario, da paso a un cauce desbordado, plagado de formas no escritas, dejando una encrucijada sobre su mayor satisfacción, que dicho de otra manera comparte que “…la mayor satisfacción es que este bordado nadie lo hace, es diseño sólo de nosotros, nadie más los haces, son obras de las mismas alumnas, originales y se ven bien elegantes. Estoy feliz por mi trabajo, porque esto ayuda a otras personas. Como  por ejemplo en San Gabriel que tengo muchas jovencitas, dos de ellas se drogaban, ahora ya no lo hacen, se ocupan haciendo y vendiendo sus piezas  originales de frivolité, y eso, no tiene precio, porque aún si ya no me pagaran por ir a dar clases a esas muchachitas yo no las dejaría solas, las seguiría apoyando.”

En la actualidad ella brinda  servicio dando clases de frivolité en San Felipe en horario matutino los días martes, y los miércoles por la mañana en la colonia  de San Gabriel, mientras que en la casa de la  cultura labora por la tarde. Han pasado diferentes generaciones, pues tiene alumnas muy jovencitas, desde niñas, hasta adolescentes, y mujeres adultas.

Un aspecto muy importante es la presentación y difusión de esta forma artesanal y creativa de la cual ha formado parte la maestra Lupita y sus alumnas,  son los diferentes festivales artesanales donde con frecuencia es invitada y a los cuales asiste puntual y creativamente con productos hermosos elaborados con manos tepatitlenses, háblese de collares, aretes, pulseras, diademas, broches, rosarios, entre otros. Sin más condición que un espacio donde exponer lo que arduamente se va construyendo en este taller que atinadamente enriquece la cultura de los Altos de Jalisco, especialmente Tepatitlán.

Una característica conocida de la mujer alteña y de ella en especial es que no existen límites para seguir creciendo  “Nada me detiene, si no me dejan campo, de todas formas presentamos y estamos conformes, y mis alumnas también, esa es la mayor satisfacción, y otra cosa, que primero están por delante mis alumnas y luego yo, siempre, siempre, vean lo que hacen mis alumnas… les demuestro con hechos, y les digo a las alumnas vean lo que les falta por aprender, entonces ya les enseño lo mío. Estos dos años ha sido ir adelante, adelante.”

Para hacer piezas de frivolité no basta cualquier hilo, pues ella usa en especial el hilo de nylon, el cual permite, además de trabajarlo, que se pueda lavar y planchar y, no le pase nada al tejido, ese es uno de los grandes secretos que ella manifiesta, además de hacer las cosas bien y con mucho amor, dice que si no tienes lanzadera a la mano, puedes hacerlo con un palito o bolitas de hilo pues “no hay que dormirnos, las manos hay que tenerlas trabajando… siempre deben de estar  ocupadas, no hay que estar de oquis. Decía mi papá  cuando salgan siempre tienen que regresar con algo, un palito, una piedra, algo”.

Sus inquietudes  de antaño se reflejan en sucesos que han dejado huella en su vida sin prisa y en cierta forma  atrevida “… déjame te platico una de mis travesuras a propósito de este otro hilo con el que estoy trabajando, este hilo se llama omega, lo empecé a utilizar con la Virgen Reina y  Madre de los  Campesinos, que visitaba todos los ranchos, cuando iba a donde nosotros vivíamos, ya sabrás, que como nosotros nunca tuvimos una muñeca, pues rezábamos el rosario, cantábamos, y cuando las mamás se metían a la cocina para darnos un taco de frijoles, un pozole  o algo, nosotros que disque estábamos rezando, la abrazábamos, la peinábamos, la arrullábamos y entonces pues la agarrábamos de muñeca, pero ahora, le dije hay virgen perdóname por haberte  agarrado de muñeca, ahora te voy  a hacer un collar de frivolité, y me di a la tarea de buscar este hilo delgadito, con el cual he estado trabajando el frivolité también en algunas estolas bordadas para sacerdotes de Tepatitlán, hice el mantel del señor de la Misericordia, otro para el Sagrario de la Parroquia, también uno para el Sagrario del Templo de Atoyac Jalisco, uno más para el Sagrario de ciudad Guzmán, municipio de Zapotlán el Grande, próximo a entregar al Señor Cura de ahí; ahora estoy trabajando en una prenda para el Papa, que va a nombre de todos los artesanos de Tepatitlán, no  a mi nombre”

Tener a Lupita en esta noble tarea de enseñar es un granito de arena a favor del arte y un tesoro para la gente que la conoce, pues ya relucen sus frutos rebasando fronteras, más allá de su tierra natal, asegura “Quiero seguir enseñando lo que hago, para que otros aprendan, y les pido que tengan paciencia, porque yo le pedí a Dios que si  iba a dar clases, que me diera mucha paciencia para que no me hiciera yo como mi maestra que no me quería enseñar. Un día le dije a Chuyita, a ver siéntese conmigo, haga de cuenta que soy una niña que no sé, usted me va a enseñar. Fue entonces cuando vi como lo hacía, cómo agarraba la lanzadera y por donde pasaba el hilo,  miré que la maestra no soltaba la lanzadera y la pasaba por arriba y por abajo, entonces entendí y yo les enseñaba a las otras. Eso  me animó a pedir trabajo en la casa de la cultura y mira que sí me dieron, y aquí estoy, me animó mi hermano, seguro porque me vio tan triste después de la muerte de mi papá.”

Una anécdota muy personal de Lupita que reiteradamente comenta es la cercanía con su Padre, donde su alegría la motivaba a seguir adelante, le agradaba ir a los bailes, cantar, y estar feliz, le gustaban las fiestas en grande, pero eso sí, la consigna de su padre era que si iban al baile tenían que bailar “…un día nos dijo mi papá a mi hermana y a mí, muchachas, hay un baile en el bajío, ¿vamos? Sí, papá si vamos, nos cambiamos y nos peinamos ya para la tarde cuando el sol ya no estaba tan alto, agarramos nuestro sombrero nuevo, los zapatos bajo el brazo, y ahí vamos, a pie y sin zapatos, porque nos los poníamos ya llegando al baile, se paró mi papá y nos dijo, saben qué, van a bailar con el que las saqué, porque no quiero problemas, pos ahí nos veras a Beatriz y mí a baile y baile, polcas y de todo, pero bien felices. Ya cuando mi papá nos decía vámonos  a ordeñar, y él se iba  adelante con sus manos atrás y nos cantaba ya  viene amaneciendo…  ahí vamos y ya no dormíamos toda la noche… mi mamá no nos dejaba dormir, bien enojada, y nosotros a hace y hace costura. Un día me dijo mi papá  a ver hija, cántame una canción, y al oírme me dijo, no hija tu pa´ cantar no pero al primer son que te toquen bien que los bailas”.

Es así como Lupita transmite esa alegría que la caracteriza, que deja ver bajo esos anteojos gastados, por las palabras amables que siempre alienta a sus alumnas en una sola frase que lo dice todo “a pasar el punto muchachas…”.

Actualmente, además de impartir clases en la Casa de la Cultura de Tepatitlán y algunas colonias de la ciudad, Lupita imparte clases de frivolité en la Centro Integral de Justicia Regional Altos-Sur en Tepatitlán.
Este texto formó parte de los perfiles participantes en el Primer Premio de Crónica y Perfil de Tepatitlán
Rentería Palafox es autora del poemario:  “Oasis en vaso de cristal” que puede adquirirse en el Museo Municipal de Tepatitlán. 
.Los autores de los textos publicados en esta sección son responsabilidad de quien los escribe.

 

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