Por Oscar Miguel Rivera Hernández | 07 de abril de 2025
En México, la educación está en crisis, y no lo digo solo por los alumnos, sino también por quienes deberían estar al frente, es decir, por las autoridades. El secretario de Educación, Mario Delgado Carrillo, nos está quedando a deber. Desde que llegó, ha tenido muchos errores. Uno de los más grandes fue con la ley del ISSSTE, que nadie entendió bien. Ni los maestros del SNTE ni los de la CNTE. ¿Cómo es posible que un secretario no haya sabido hacer política para lograr que fuera aceptada por los maestros, siendo esta una ley tan importante? Bueno, hasta la presidenta Claudia Sheinbaum tuvo que salir al quite y retirarla del legislativo.
Esto nos muestra que no sabe dialogar con los maestros, y eso es muy grave. Porque si no trabaja con ellos, ningún programa educativo va a funcionar. Uno de esos programas es “La Escuela es Nuestra”, que tiene muy buenas intenciones, pero en muchos lugares se ha aplicado mal. Hubo robos, malos manejos, y al final, muchas escuelas no recibieron los beneficios.
Y ahora, el gobierno sale con otra medida: prohibir la venta de comida chatarra en las escuelas. La intención es buena, eso hay que decirlo. Se trata de que los niños no coman papitas, refrescos, dulces, y todo eso que no es saludable. Pero aquí va la pregunta importante: ¿De verdad eso va a acabar con la obesidad infantil?
La respuesta es no. Porque quitar las papitas de las escuelas no sirve de mucho si los niños siguen comiendo mal en sus casas. ¿Qué van a comer ahora en la tiendita de la escuela? ¿Molletes? ¿Sándwiches? ¡Pero si el pan también tiene muchas calorías! ¿Van a quitar también el jamón y las salchichas porque tienen sodio?
El verdadero problema es más profundo. No solo es lo que los niños comen en la escuela, sino lo que comen también en casa. Y ahí es donde el gobierno está fallando. En vez de solo prohibir, deberían también ofrecer opciones saludables.
Muchos dicen que no hay que hablar del pasado, pero la verdad es que antes había programas que ayudaban a este tipo de problemas. Uno de ellos eran las escuelas de tiempo completo, donde los niños comían en la escuela, al menos desayunaban y almorzaban ahí. La comida era caliente, balanceada y nutritiva. Así, aunque en casa no tuvieran mucho, al menos en la escuela comían bien. Pero ¿qué pasó? Cancelaron ese programa. Y ahora, en lugar de darles comida sana, solo les quitan las papitas. ¿Eso resuelve el problema? Por supuesto que no.
Además, hay niños que, aunque tengan sobrepeso, no están bien nutridos. Comen mal, pero no reciben lo que su cuerpo realmente necesita: vitaminas, proteínas, frutas, verduras. Quitarles la comida chatarra está bien, pero si no les dan otra opción saludable, no estamos haciendo nada.
Y hay algo más que no se dice mucho: los niños ya no se mueven. Antes, los niños jugaban en la calle, corrían, brincaban, trepaban árboles. Hoy en día, los papás tienen miedo de dejar salir a sus hijos. Las calles no son seguras. Hay robos, violencia, peligro por todos lados. Entonces, ¿qué hacen los niños? Se quedan en casa, viendo la televisión, jugando en el celular o en los videojuegos. No hacen ejercicio.
Y si juntamos falta de movimiento con mala alimentación, el resultado es claro; obesidad infantil. Por eso, el gobierno no solo debería quitar la comida chatarra. También debería crear espacios seguros para que los niños puedan jugar y hacer ejercicio.
¿Qué necesitamos de verdad? Comida sana en las escuelas, tal vez que regresen las escuelas de tiempo completo, espacios seguros para jugar y hacer deporte, campañas para enseñar a los padres cómo alimentar bien a sus hijos, y lo más importante: que el secretario de Educación escuche a los maestros y trabaje con ellos, no en contra de ellos.
Porque la salud de los niños no es un juego. Y si el secretario Mario Delgado no lo entiende, entonces debería dejar su puesto. Necesitamos a alguien que escuche y hable con los maestros, a los padres y piense en los niños. Solo así se pueden resolver los problemas.
A los padres de familia, les digo: infórmense, pregunten, exijan. Ustedes también son parte de la solución. Educar a un hijo no es tarea solo de la escuela. La buena alimentación empieza en casa.
A mis compañeros maestros les digo; sigamos alzando la voz. No nos quedemos callados ante decisiones que no nos consultan y que afectan directamente a nuestros alumnos.
Y a las autoridades les digo, basta de decisiones unilaterales. La educación y la salud no se resuelven con prohibiciones mal planeadas. Se resuelven escuchando, trabajando en equipo y proponiendo soluciones reales.
Prohibir no es suficiente. Hay que construir. Y para eso, necesitamos voluntad, inteligencia y corazón.