Staff Kiosco Informativo | 1 de mayo de 2025
Yahualica de González Gallo, Jalisco.— En lugar de dulces y piñatas, esta Semana del Día del Niño en Yahualica estuvo marcada por un mensaje que buscó calar más hondo: el poder de soñar, resistir y transformar, especialmente para quienes —como la alcaldesa Wendy Limón— alguna vez imaginaron un futuro desde la orilla.
«Si pudiera hablar con la Wendy niña, le diría que no deje de soñar, que su voz vale», dijo la presidenta municipal frente a decenas de menores en uno de los actos conmemorativos. Su frase no solo arrancó aplausos; sembró una narrativa distinta, una en la que la niñez alteña puede asumirse como protagonista y no espectadora.
En el marco del día del niño y de la niña, y previo a un festival para las infancias, Limón aprovechó las celebraciones para compartir un testimonio personal. Recordó cómo desde pequeña visualizó un Yahualica diferente: más justo, más participativo, más abierto a las ideas de niñas y mujeres. Hoy, desde la silla principal del Ayuntamiento, asegura que trabaja para convertir esos anhelos en políticas públicas.
«Ser niña no es una limitante, es una fuerza. Y ser mujer no es un obstáculo, es un motor para cambiar realidades», afirmó durante su intervención.
Lejos del discurso político tradicional, su mensaje apeló a las emociones y a la identidad local, en una región donde las brechas de género y las oportunidades para la infancia aún representan desafíos profundos. Consciente de ello, la edil plantea que el gobierno municipal tiene la responsabilidad de abrir camino a las nuevas generaciones: “Queremos que cada niño y niña sepa que sus sueños importan y que Yahualica es tierra fértil para crecer”.
Durante la semana, las actividades organizadas por el Ayuntamiento incluyeron talleres, charlas, eventos culturales y espacios de escucha activa para los menores. El enfoque, aseguran desde el DIF local, fue más allá del entretenimiento: se trató de brindar herramientas y aliento para formar ciudadanos comprometidos.
La escena de una alcaldesa hablando con su “yo niña” no es solo simbólica; en los Altos, donde las tradiciones suelen marcar los caminos, representa también una ruptura: la posibilidad de imaginar nuevas rutas donde las voces infantiles y femeninas no solo sueñen, sino decidan.