Oscar Miguel Rivera Hernández | 04 de marzo de 2025
Tepatitlán de Morelos, Jalisco.- La adolescencia es una etapa de la vida marcada por la búsqueda de identidad y la necesidad de pertenencia. En este periodo, los jóvenes no solo están descubriendo quiénes son, sino también cómo encajar en un mundo que a menudo les exige definirse rápidamente. Sin embargo, esta presión por encajar y ser aceptados puede llevar a decisiones apresuradas, especialmente en temas tan delicados como la identidad de género. En la actualidad, donde las redes sociales, los grupos de pares y las tendencias culturales tienen un peso significativo, es importante preguntarnos si los adolescentes están tomando decisiones basadas en una reflexión profunda o si, por el contrario, están siendo influenciados por factores externos.
En los últimos años, hemos visto cómo en Jalisco y otras partes del país se han impulsado iniciativas legales que permiten a las infancias y adolescencias trans cambiar su género y nombre en el registro civil. Estas reformas, respaldadas por la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), han sido celebradas por organizaciones de derechos humanos y colectivos LGBTIQ+ como un avance en la lucha por la igualdad. Sin embargo, también han generado preocupación entre educadores, padres de familia y otros sectores de la sociedad, quienes cuestionamos si los adolescentes tienen la madurez suficiente para tomar decisiones tan trascendentales en un momento de sus vidas en el que la presión social pueda ser abrumadora.
Como docente que ha trabajado en secundaria, he sido testigo de cómo los adolescentes buscan desesperadamente la aceptación de sus compañeros y del entorno que los rodea. En esta búsqueda, es común que adopten roles, gustos e incluso identidades que no necesariamente reflejan quiénes son en realidad, sino lo que creen que les permitirá ser aceptados. He visto casos de estudiantes que, durante la secundaria, se identificaron abiertamente como homosexuales, bisexuales o transgénero, pero que, al cabo de unos años, reconocieron que esa decisión no era la correcta. En los 36 años que he impartido clases, he visto pasar jóvenes que después su definición o preferencia fue distinta a la que los conocí.
Este es uno de los principales riesgos de permitir que los adolescentes cambien legalmente su género en el registro civil. En un mundo actual, donde las redes sociales y las tendencias culturales tienen un impacto enorme en la forma en que los jóvenes se perciben a sí mismos, es posible que algunos tomen decisiones apresuradas influenciados por lo que ven en internet, por lo que sus amigos piensan o por lo que creen que les dará mayor aceptación. Esto no significa que su experiencia no sea válida en su momento, sino que la adolescencia es una etapa en la que las decisiones no siempre son el resultado de una reflexión profunda, sino de la necesidad de encajar.
Por otro lado, está la postura de quienes defienden estas reformas. Para ellos, negar a los adolescentes el derecho a cambiar su identidad de género es una forma de discriminación que les impide vivir plenamente y acceder a otros derechos fundamentales, como la educación, la salud y una vida libre de violencia. Argumentan que, si un joven se identifica como transgénero, lo más respetuoso y humano es permitirle que viva de acuerdo con su identidad, sin tener que esperar a la mayoría de edad. Además, destacan que estas reformas no obligan a nadie a tomar una decisión, sino que simplemente ofrecen la posibilidad de hacerlo.
Sin embargo, es importante preguntarnos si los adolescentes están realmente preparados para tomar una decisión de esta magnitud, considerando la presión social, que en esa etapa de vida es tan fuerte. En la adolescencia, la necesidad de pertenencia puede llevar a los jóvenes a adoptar identidades que no necesariamente reflejan quiénes son en realidad. Permitir que cambien legalmente su género, es como darles un cheque en blanco para tomar una decisión que podría tener implicaciones de por vida, sin garantizar que estén actuando por convicción propia y no por influencia externa.
En lugar de abrir la puerta a decisiones apresuradas, lo más responsable sería, primero, esperar a que obtengan la mayoría de edad, como ya se había aprobado en el Congreso del Estado en el año 2022. Otra sería, crear espacios de diálogo y apoyo donde los jóvenes puedan explorar su identidad sin presión, con acceso a información veraz y acompañamiento psicológico y emocional. Esto no solo les ayudaría a tomar decisiones más informadas, sino que también reduciría el riesgo de que se arrepientan en el futuro. La adolescencia es, sin duda, una etapa conflictiva, pero también es una oportunidad para aprender, crecer y, sobre todo, ser respetados en nuestra diversidad. Sin embargo, este respeto no debe implicar empujar a los jóvenes a tomar decisiones que podrían no ser definitivas, sino acompañarlos en su proceso de autodescubrimiento.