Por: Julio Ríos | @julio_rios | 15 de mayo de 2025
Una figura de abundante mostacho y sonrisa afable recorre las calles de Tepatitlán. Ataviado con un chaleco de múltiples bolsillos, como los que usan arqueólogos y reporteros, lleva al hombro una cámara fotográfica profesional. Y en la otra mano, ejemplares de la revista Presencia Alteña, listos para obsequiar a sus incontables amigos.
No hay cuadra en la que no salude a alguien. Se detiene a estrechar la mano de un conocido, ya sea un exalumno, un colega del magisterio o un político. También recibe saludos desde los comercios, e incluso desde los vehículos que le pitan mientras sus conductores gritan su popular apodo: «¡Quihubo, Tabasco!«.
Siempre sonriente y honesto. Nunca esconde su forma de ser y de sentir. Pero su simpatía conquista a propios extraños. Un hombre bondadoso, diáfano y bonachón. Que trajo la alegría propia de la gente del sureste a estas tierras alteñas, desde hace 50 años que aterrizó para dedicarse a la más noble de las profesiones: la docencia. Y luego, como segunda pasión, por la que es incluso más conocido, el periodismo. Desde 1990 con su propia revista: Presencia Alteña, que en junio este año cumple su 35 aniversario.
Admirado profesor, infatigable reportero y fotógrafo, poseedor de una conversación amena. Pero sobre todo: amigo como ninguno. Es “El Tabasco”. Quien llegó a conquistar a la región de Los Altos como uno de sus más queridos hijos adoptivos.

Una vida en el magisterio
Víctor Manuel Mendoza Ocampo, apodado «El Tabasco» por su estado natal, nació el 21 de noviembre de 1950 en Villa El Triunfo, a 50 kilómetros de Balancán de Domínguez, cabecera municipal del mismo nombre, en el precioso estado de Tabasco, a 255 kilómetros de Villahermosa.
En su pueblito, tierra de figuras como Don Pío Sosa y José del Carmen Valencia, conocido por albergar una estación del Ferrocarril del Sureste, estudió la primaria. Sin embargo, la falta de escuelas de nivel secundaria lo obligó a trasladarse a Campeche para continuar sus estudios.
En esa época, ser maestro representaba una oportunidad para alcanzar una mejor calidad de vida y, al mismo tiempo, servir a la sociedad. Por ello, Víctor Manuel Mendoza ingresó al Instituto Federal de Capacitación del Magisterio en Tenosique, donde estudiaba los sábados mientras trabajaba para sostener a su familia.
«Trabajé dos años en Oaxaca y, en 1974, llegué a Jalisco. Ese mismo año me inscribí en la Normal Superior Nueva Galicia, donde estudié por seis años la carrera de historia. Me mandaron a la región de Los Altos, donde he sido feliz.»
—¿Y cómo fue que elegiste Tepatitlán como tu nuevo hogar?
– «Realmente no escogí Tepatitlán, fue el destino el que quiso que estuviera acá. Cuando yo me presenté en la Secretaría de Educación, en Guadalajara, estuve un tiempo esperando que me dieran mi plaza. Cuando me la dieron, me la otorgaron en Ojuelos. Como yo tenía una amistad tremenda con las secretarias, que se llevaban muy bien conmigo y echábamos cotorreo, me dijeron: Ni te vayas para allá, ahí ni llueve. Mira, métete otra vez con el director de Educación, yo te voy a dar chance de que entres. La muchacha me paso con el mero jefe y le dije: vengo desde Oaxaca donde trabajé en la sierra dos años y si me vine a Jalisco es porque deseo seguir preparándome. Y según se, Ojuelos está muy alejado de la capital tapatía. No se si usted tiene la oportunidad, que yo sospecho que si la tiene, de mandarme a un lugar más cercano. Y me dijo: está bien muchacho, lo voy a mandar a a zona escolar de Tepa. Yo jamás había oído ese nombre, ni nada de esta ciudad».
En aquellos años, la Zona Escolar de Tepatitlán era extensa e incluía municipios como Valle de Guadalupe. El inspector lo asignó a Hacienda La Llave, donde conoció a Don Manuel de la Torre (QEPD), todo un caballero que se convirtió en su primer gran amigo en la región de Los Altos.
“No me pude quedar ahí porque ya había una muchacha trabajando y pocos alumnos. Me regresé a Tepa, aunque nunca perdí la amistad con don Manuel, hasta que falleció ese señorón”, relata Tabasco.

Un guerrillero deja su silla
El destino tenía otro giro inesperado para El Tabasco, en un episodio casi sacado de una película. En los años 70, durante la llamada Guerra Sucia, numerosos maestros se unieron a movimientos guerrilleros como protesta contra el autoritarismo del PRI. Uno de esos episodios afectó directamente a Tepatitlán.
«Cuando llegué a Tepa, había un problema grave. Un maestro de una ranchería participó en el secuestro político de Don José Guadalupe Zuno, exgobernador de Jalisco y suegro del entonces presidente Luis Echeverría Álvarez. Fue detenido, y su escuela en El Ocotillo quedó vacante. Por eso me mandaron a ese plantel, cerca de Tepatitlán, donde estuve como maestro unitario.»
El historiador Juan Real Ledezma documentó este episodio: «El 28 de agosto de 1974, Don José Guadalupe Zuno fue secuestrado por el grupo guerrillero Fuerzas Revolucionarias Armadas del Pueblo. Fue liberado ileso días después, causando revuelo a nivel nacional. El exgobernador, de 83 años, fue capturado cuando salía de la imprenta de la Editorial Universidad de Guadalajara. Los secuestradores exigieron 20 millones de pesos y la liberación de diez presos políticos. Finalmente, el 7 de septiembre, Zuno fue liberado».
Uno de los implicados, era maestro de El Ocotillo y fue arrestado, dejando la vacante que Víctor Manuel Mendoza ocuparía. Cabe reiterar que El Tabasco jamás tuvo vínculos con movimientos radicales.

30 años de servicio magisterial
Posteriormente, El Tabasco fue trasladado a diversas escuelas de la región: La Mesa del Guitarrero, Ojo de Agua de Latillas, Los Sauces y Jesús María, donde también fue director. Además, trabajó en secundaria, siendo fundador de la escuela federal en Capilla de Guadalupe, y más tarde fue maestro y director del colegio en Pegueros.
Se jubiló en 2002, tras 30 años de servicio al Estado y a la noble causa educativa.

Gracias a su carisma y habilidades de gestión, consiguió apoyos para mejorar los planteles que dirigió. Figuras como Eugenio Ruiz Orozco y Jesús Sáenz colaboraron para dignificar la escuela Cuauhtemoc, ubicada en la Colonia Jesús María y de la cual fue director.
“El que más ayudó fue Jesús Sainz. La escuela estaba en malas condiciones, el patio cívico era puro lodo, el agua corría a borbotones. No había baños dignos y los salones estaban en ruinas. Don Jesús me hizo oficinas nuevas, baños nuevos, mesabancos todos nuevos y la escuela fue creciendo. Siendo alcalde Rodolfo Camarena también me apoyó con una cancha de basquetbol en conjunto con la Secretaría de Educación. Un patio cívico, muy bien hecho. Ramón González cuando fue presidente me ayudó a cercar la escuela, plantamos árboles que hoy están gigantes y la verdad transformamos el plantel un 100%”.
Y recuerda: “Un padre de familia, de apellido Márquez, llegó un día y me obsequió una lapicera por todo lo que había hecho por la escuela. Es lo simbólico lo importante: no tenemos para darte más pero de cariño te damos este recuerdo. Se hizo mucho por la escuela y hoy está muy bonita, acabo de ir e incluso el patio cívico ya tiene un techo gracias al impulso de los profesores nuevos. Ha cambiado mucho. Cuando hay apoyo de las autoridades todo se puede hacer”.
Fueron años gratificantes en los que, además de formar generaciones de estudiantes, cumplió con una labor fundamental: gestionar recursos y tocar puertas para mejorar las condiciones escolares, en una época de escasos presupuestos.
Otras facetas de “El Tabasco”, incluyen su participación en organizaciones de beneficiencia, como el Club Rotario, donde ocupo algunos cargos honoríficos. Y en el futbol, su mayor amor es ni más ni menos que las Águilas del América.

El periodista incansable
En la década de los 70, cuando El Tabasco llegó a la región, no existían en Los Altos, medios de comunicación como los conocemos hoy. Tepatitlán era una ciudad pequeña, casi un pueblo donde todos se conocían y se podía caminar con tranquilidad a cualquier hora del día y la noche.
En 1984, el diario Ocho Columnas llegó a Los Altos de Jalisco como parte de una estrategia para ampliar su mercado. Fue un movimiento exitoso, ya que este rotativo, ligado a la Universidad Autónoma de Guadalajara, tuvo una mejor recepción en la región alteña, Colima y Guanajuato que en la capital jalisciense.
«En Tepatitlán, mi compadre Paco Murguía fue el encargado de abrir la oficina de Ocho Columnas. Como corresponsal, me invitó a colaborar tomando fotografías, lo cual siempre me ha apasionado. Soy historiador y, en cierto modo, capturar imágenes es una forma de documentar el devenir de la región».
La experiencia en Ocho Columnas le permitió conocer toda la zona de Los Altos, sus municipios y tradiciones, además de cubrir eventos sociales y culturales. Sin embargo, mucha información quedaba fuera del diario por falta de espacio, lo que lo llevó a proponerle a su compadre Paco Murguía, la creación de una revista.
«No teníamos dinero, pero sí contábamos con grandes amistades. Se nos ocurrió pedir apoyo a empresas y gobiernos municipales para que nos felicitaran en nuestro primer número, y todos jalaron. En aquel ejemplar aparecían inserciones como: ‘El gobierno municipal de Atotonilco felicita a la nueva revista Presencia Alteña’. Así logramos iniciar el proyecto. Paco y yo siempre fuimos socios e independientes, por lo que nadie se metía en nuestra línea editorial».
Con el tiempo, El Tabasco adquirió todas las acciones de la revista, pues Paco Murguía decidió fundar nuevos proyectos. Más adelante Francisco creó el periódico Jueves de Los Altos junto al hoy sacerdote Álvaro Íñiguez, que representó una cantera de periodistas jóvenes distinta a la que predominaba en el tradicional El Alteño, medio que en ese entonces tenía una marcada tendencia oficialista.
Desde el inicio El Tabasco se encargaba del diseño editorial, fotografía y gráficos, siempre buscando diferenciarse de la competencia, que seguía anclada en esquemas obsoletos. En contraste, Presencia Alteña innovó con técnicas como la fotografía compuesta y una impresión de mayor calidad en papel couché.
«Fui el primero en incluir una fotografía completa en la portada, pues los demás usaban un cuadro con textos de adelanto. Ese modelo ya estaba anacrónico, así que decidí modernizarlo», recuerda.
La revista Presencia Alteña tuvo gran éxito y rápidamente se colocó en las preferencias del público tepatitlense y de la región. Sobre todo quienes querían estar al pendiente de los eventos sociales en los lugares de esparcimiento de aquel tiempo como el club privado Le Chateau, fundado por el legendario Eulogio Maldonado, quien luego emprendería otros negocios como el restaurante El Pocito.
En la revista aparecía plasmada la entonces inocente y sana vida nocturna del pueblo en la década de los 90. Con lugares como el videobar Cocktail y su sucesora, la discoteca La Torre. También el café cantante El Patio que luego se convertiría en el bar Mi Pueblito y la primera encarnación del icónico bar Cantaritos (el primero fundado en el barrio alto).
Además, la revista daba cobertura a certámenes como Señorita Tepatitlán y Señorita Prepa Tepa, así como a las noches mexicanas de colegios privados como el Morelos y el Chapultepec.

La fundación de El 7 Días
Siempre inquieto, El Tabasco participó en la fundación del periódico El 7 Días, el que permanece como el más longevo de Tepatitlán, establecido en 1998. Entre sus fundadores estuvieron los empresarios Roberto Alcalá y Juan Carlos Castellanos, el decano Conrado Vázquez (coordinador de la sección occidente de Ocho Columnas), el temido Ramón Muñoz de Loza (titular del noticiario radiofónico Al Aire) y el veracruzano Gustavo González Godina, además del propio Víctor Manuel Mendoza Ocampo. Con el tiempo, algunos socios se retiraron, quedando como accionistas finales Conrado, Godina y Tabasco.
La familia González Godina ha sido el núcleo del trabajo cotidiano de este medio. El patriarca, Gustavo, dirigió varios periódicos en Veracruz y fue corresponsal de Ocho Columnas. Su hijo, Gustavo González Ontiveros, trabajó en Público-Milenio, mientras que su hermana, Georgina González, colaboró en ESPN. Además, Fabiola y Gabriela González han destacado como influencers en el ámbito digital.
Uno de los rasgos más distintivos del periódico ha sido el choque ideológico entre sus columnistas, lo que ha generado intercambios de posturas entre algunos de ellos. Un caso ejemplar es el de González Godina, simpatizante de la derecha, y El Tabasco, más afín a las ideas juaristas, laicas y progresistas.
La Asociación de Periodistas
En 1997, El Tabasco fundó la Asociación de Periodistas de Tepatitlán, actualmente en estado de hibernación. En su momento, el objetivo era formar un frente crítico ante el gobierno municipal encabezado por Rigoberto González Martínez «Chacho», con quien varios periodistas mantenían profundas diferencias.
Para su toma de protesta, Tabasco trajo a la banda Espuela de Oro, fundada en 1993 por el fallecido empresario Héctor Álvarez, quien más tarde fue alcalde de Zapotlanejo. Esta agrupación se convirtió en una de las más populares del país, participando en la banda sonora de Amores Perros y tocando en la boda de Emilio Azcárraga Jean.

Entre los integrantes de la primera Asociación de Periodistas estaban Paco Murguía, Ramón Muñoz, Juan Carlos Ramírez, Manuel Galindo, Héctor Efraín García Tapia y Víctor Ontiveros, quien hoy radica en Zapotlanejo.
El Tabasco recuerda que también tuvo la fortuna de conocer y colaborar con periodistas experimentados como José Alberto Casillas, autor de la serie de libros “Historia de Tepatitlán”, y Ángel Fuentes Ambriz, del diario El Informador, quien formó jóvenes en El Alteño.
También fue testigo del surgimiento de periodistas Rigoberto González Gutiérrez, “Chachín”, quien fundó algunas revistas dirigidas al público juvenil y de Horacio de la Torre, que comenzó en los eventos de Le Chateau y llegó a ser el conductor estelar del noticiero nocturno de Hipercable.
Le tocó ver el surgimiento de Basilio Gutiérrez, que sigue gozando de amplia popularidad entre la población. Reconoce el trabajo de Cinthya Gómez y su exquisita poesía y el del analista político, Oscar Miguel Rivera Hernández, que además tiene el don de versificar.
Y no deja de mencionar a quien califica como el periodista más culto de Tepatitlán: el joven Eduardo Castellanos, colega de la Mesa del Café: “A Lalo el término de periodista le queda chico pues desde mi punto de vista es más un escritor o un creador literario».

Amigo hasta el final
A El Tabasco se le puede definir como un apasionado del periodismo, un oficio que realiza por “amor al arte” ya que asegura que esto nunca ha sido negocio. “Solamente lo hago por hobby, afortunadamente por mi trabajo como profesor, disfruto de una pensión digna y merecida. Pero el periodismo no da para comer y en ocasiones Hay que meterle del bolsillo», comenta.
A 35 años de su fundación, Presencia Alteña sigue siendo un ícono regional, aunque aún no ha dado el salto definitivo al mundo digital. «Soy de la vieja escuela, me sigue gustando el papel tradicional«, admite “El Tabasco”.
Con su carácter siempre afable, Mendoza Ocampo sigue siendo una figura querida y cercana a la gente. Su revista ha servido como un escaparate para documentar la vida social, manteniendo su esencia de generar contenido positivo y alejado de la negatividad.

«Hay colegas sumidos en la melancolía, pero como decía Carlos Salinas de Gortari: ‘Ni los veo ni los oigo. Mucho menos los leo, por salud mental’,» dice entre risas.
-¿Cómo logras estar siempre feliz? ¿Y siempre tan popular?- se le pregunta.
“Fui bendecido con ese carácter. Y como te decía, en Tepa he sido hombre feliz. Porque lo más importante: he tenido excelentes amigos, compañeros profesores y estupendos alumnos, que hoy que siguen siendo todos mis amigos”.
La gente lo busca, ya sea para una amena charla o para pedirle que les publique alguna foto de sociales. Incluso quienes se fueron a Estados Unidos lo contactan. Además del magisterio, la revista Presencia Alteña ha sido su gran escaparate para regalar felicidad a la gente.
Hoy, tras superar un problema de salud, El Tabasco ha regresado con fuerza al periodismo. Durante la Feria Tepabril 2025, se le vio muy activo. Su lente sigue capturando los momentos importantes de Los Altos. Una labor que continuará mientras la vida se lo permita. Amando a Tepa como el hijo adoptivo que es.
«Aunque mi tierra natal es un edén, aquí siempre me recibieron con los brazos abiertos y mucho cariño. Así que como dice el más célebre de mis paisanos: ‘Amor con amor se paga’.«
