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Entre Teresa y Don Lucas te veas | OPINIÓN

Víctor Rivera@Victor_Rivera_S

11 de octubre de 2016.– Falta con encontrar un fiel documento que dé testimonio de los usos y costumbres del paso del tiempo, para percatarnos que en realidad hemos cambiado muy poco. Tal vez por eso, por haber encontrado un viejo libro amarillento y haber leído una noticia que afirma que en Oaxaca, en un pueblo llamado Santiago Quetzalapa, un violador tuvo que pagar dos cartones de cerveza por haber abusado sexualmente de una niña de ocho años. Tal vez y justo tal vez por eso, cae a mi mente esta reflexión.

Lee aquí Cervezas, ‘castigo’ a violador en Oaxaca

En 1867, Victoriano Salado Álvarez escribió un cuento titulado Ordalias, donde narra la historia de Teresa, una joven que también fue violada y que una vez que el alcalde del pueblo tomara el caso, hubo de sacar la sabiduría popular – la del viejo que sabe más por los años que por lo diablo— para librar de ésta al compadre, que resultó ser “el chingón” (adjetivo empleado con base en el argumento ensayístico de Octavio Paz en los Hijos de la Malinche) de la historia.

Don Lucas es un hombre que queda descrito como “Don”, aunque únicamente por las formas del tiempo. Pues lo respetable quedaba de lado ante su actuar soez, de abusar de la muchacha valiéndose de su fuerza física y luego emplear el compadrazgo. Todo esto tal cual el actuar del sistema político mexicano, donde las formas importan más que los fondos. Así es como el hombre se libró de la condena:

El alcalde Don Esteban, al dudar de la palabra de la muchacha y darle cierto crédito al viejo conocido, basó su prueba en el adiestramiento manual, pues le entregó a la chica un gran cuchillo y él, en sus manos, aguardó la vaina de cuero, y le dijo: “trata de meter esta arma dentro de su funda. Si consigues atinar con la abertura, declararé a mi compadre el primer bribón del pueblo y lo mandaré traer atado con codo. Si por el contrario, no lo haces, serás la bellaca mayor de estos contornos y te mandaré a tu casa sin más resultas”.

Luego de varios intentos, la chica no atinó en la funda, que el alcalde movía de un lugar a otro. Al final el representante del pueblo le dijo a Teresa: “Vaya, niña, que si en vez de forzada te toca ser forzadora no aciertas con el oficio… En cuanto a mi compadre, yo le hablaré y como sé que es un liberal y nada duro de corazón, creo que te dará dinero de manera de dejarte contenta.”.

Dudo que la niña de Oaxaca vaya a beber el líquido de cerveza de cada botella que está formada dentro de cada caja. También dudo que haya quedado contenta.

Hace unas horas, una amiga publicó en su perfil de Facebook que un Don Lucas se detuvo al lado de ella. El bribón manejaba un coche y llevaba el vidrio abajo, ella esperaba el camión. El tipo le preguntó cualquier referencia y cuando ella miró, el Don Lucas moderno se estaba masturbando. Dudo que el impacto – coraje, molestia, indignación— quede sanado con un par de pesos…

Pero en general, sí que hemos cambiado muy poco.

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