Enrique Espejo Águila |@El_Esagui | 21 de septiembre del 2017
Septiembre terminó, con él las celebraciones, y espero con esta última entrada dejar cuestionamientos que duren más que 30 días en el calendario.
La intención de la tercia de publicaciones presentadas en este espacio eran replantearnos qué somos, aprender quienes fuimos y a dónde deberíamos voltear a ver, para así considerar un mejor futuro para nuestro país.
Lo que mis mejores pretensiones pudieron haber logrado fue superado con creces por un desastre natural (no provocado DE NINGUNA MANERA por el hombre e imposible de predecir. Contrasten las tonterías de internet con divulgación científica). Y no me refiero al acontecimiento en sí, quiero destacar la respuesta de la gente. Simplemente maravillosa.
Y no me desharé aquí en comentarios sobre lo acontecido. Muchas otras plumas ya lo han hecho y de una mejor manera.
Solo no quiero evitar cerrar sin aportar libros que pueden ayudar a mejorar el México actual, el que tenemos frente a nosotros, el que todavía podemos transformar. Ese que con estas últimas lecturas aprenderán a ver con otros ojos y así amarlos más. El México que puede cambiar de la mano de libros críticos que nos muestran lo que somos y nos dan orientación a lo que podemos ser.
Porque sin importar la visión que tengas del pasado, somos el México que doy. Seremos el México que dejes tras tus pasos en este país. Así que pisa bien, pisa fuerte y hacía adelante.
A manera de repaso general, de la mano de un mexicano extraordinario que pocos conocen y todos deberíamos leer.
Instrucciones para vivir en México | Jorge Ibargüengoitia
Todo mexicano que se enorgullezca de serlo, aquel visitante del extranjero, ese niño que apenas está descubriendo el país donde vive, el intelectual que quiere cambiar el país a golpe de ideas, aquel corrupto y su máxima “el que no tranza no avanza”… ¡todo aquel que toqué tierra mexicana! O de perdida aquellos interesados en conocer al mexicano y su forma de vida deberían leer Instrucciones para vivir en México.
Es éste pequeño libro, y lo digo así solo por ser “libro de bolsillo”, nos encontramos una vasta compilación de aportes de Ibargüengoitia al periódico El Excélsior que van desde 1969 a 1976. En ellas encontraremos el característico humor que plasma en sus novelas, pero ahora va dirigido al público de a pie, ese que no puede adquirir su obra o aquel que simplemente no siente la pasión de la lectura pero que, contradictoriamente, ambos tienen al alcance un periódico; medio de difusión por excelencia a lo largo del tiempo y herramienta perfecta de Ibargüengoitia para dibujar nuestra realidad cruel, lastimera, jodida, pero muy divertida si se le sabe ver desde el punto de vista correcto.
Comenzamos, como no podía ser de otra manera, por el principio (perogrullesco pero cierto); el águila parada sobre un nopal devorando una serpiente rodeada de un gran lago en lo que después sería conocido como Tenochtitlan. Pero esa no es la primera situación que se presenta, fueron varias veces donde los locales observaron ese peculiar suceso pero, a diferencia de lo acontecido en Tenochtitlan, se espantó al águila desde tierras muy al norte y, en cada nueva parada, los locales presurosos asistían a ayuntar a tan nefasta ave. Con la leyenda en boga del asentamiento de los Aztecas en un lugar donde se cumplieran esas características nadie, ¡nadie! Los quería de vecinos. ¿Y cómo no? Acostumbrados a la necesidad sangre para alimentar a sus dioses, luchas interminables en busca de esclavos y sacrificios, además de la peculiar costumbre de casar a las hijas de sus vecinos con sus mejores guerreros, y festejar con la piel de la novia puesta sobre los sacerdotes. Una fichitas que nadie quería tener cerca.
Sí, imaginativo y dibujando “fuera de la raya”; saliéndose de la realidad histórica, esa que no estamos seguros, ni podremos estarlo, pero que al estar en los libros de texto la tomamos como válida. Así es el humor de Ibargüengoitia, cruel, negro, ácido pero que, ¿será por ser mexicano? Te provoca más de una risa estruendosa mientras lo lees.
En el presente (su presente… que se parece mucho al nuestro) encontramos una sociedad muy dividida entre los que tienen y los “desafortunados”; porque no hay otra manera de explicar su pobreza ¿verdad?
Además de las peculiaridades que se imponen sobre las clases sociales: Tocar el claxon para que la criada nos escuche desde la cocina (al otro lado de la casa) y corra a abrir a la señora que, con llaves en la mano, no se atreve o gusta de bajar del auto para abrir la puerta por sí misma.
Los individuos que no entienden que hay (aún existen muchos personajes así en nuestros tiempos y en nuestras ciudades) quienes queremos transitar por la calle sin escuchar los estruendos musicales salidos de los vehículos donde se transportan o (para todos hay) aquellos que aunque no disponen de auto, sí tienen una radio que los acompaña en su transitar por las calles de la ciudad.
Algo es muy claro, el mexicano acostumbra inmolarse, proclamarse el jodido, el desventurado, en palabras de Octavio Paz; el chingado. Pero Ibargüengoitia pasa de eso, muestra además de sus desventuras contra burócratas y políticos (tenía que ser chingado antes de pasar él a chingar), la seductora tentación de aceptar oportunidades provechosas a cambio de prácticamente nada, quizá a costa del presupuesto y pasar a chingar los bolsillos de todos nosotros los contribuyentes.
¡Ah que la chingada! creo que ya me gusto chingar con esa palabrita. Irremediablemente mexicano.
Viernes por la tarde, haciendo los últimos preparativos para lo que promete un fin de semana de viaje y descanso, llega un motociclista con un paquete y un breve mensaje “se necesita la traducción del documento para el lunes a primera hora”. Se cancela todo y de inmediato se lucha contra reloj para corresponder en tiempo y forma.
El lunes por la mañana se presenta con el documento traducido y la nota para cobrar por sus servicios, “ven a fin de mes por el pago”.
Fin de mes: “Listo, ya se liberó el cheque, solo falta que lo firme el licenciado fulanito. Ven la siguiente semana”.
Siguiente semana: “Bien, ya lo firmo el licenciado y ya se mandó para que lo autorice el director. Ven la siguiente semana”.
Una semana más: “Ok, ya lo tiene el delegado, quien lo pasará al presidente de la comisión y entonces tendrás el cheque disponible. Ve en una semana”.
Sí, no lo nieguen, a algún proceso les recordó o, si son muy desafortunados, por alguna situación similar están pasando. Ibargüengoitia pasó por esto un par de veces, no por el amor al masoquismo burocrático; el hambre es canija y vivir de la política, sin tener amigos, conectes, palancas o demás expresiones sin sentido, pues es perder tiempo para mal comer.
Y claro, como no podía ser de otra manera esa “política” también tenía que pasar por sus letras. Desde los viejos generales que sobrevivieron a la revolución. Revolución que quitó a un viejo dictador para poner un nuevo sistema dictatorial de muchos cachorros de la revolución. La dictadura perfecta, la llamaría Mario Vargas Llosa.
Creadores de una democracia a la que el pueblo no tenía acceso. Sí, podían votar y pretender elegir a sus dirigentes, esos que habían pasado por su pueblo meses atrás, a los que apapacharon con fiesta, comida y bebida para que así no los olviden; a ellos y sus necesidades.
Sin comprender que las necesidades del país son muchas y muy variadas, mientras que los recursos son escasos y difíciles de obtener. No todas las necesidades serán cubiertas, pero eso se descubrirá año con año, y ya cuando llegué el momento de un nuevo arguende se pensará que el que viene, ese sí les va a cumplir. Creer que ahora sí les va a hacer justicia la revolución.
Como pueden leer no hay mucho que decir sobre el libro, son pequeñas notas aparecidas en el periódico, acomodadas bajo un mismo tema e intentando llevar algo de coherencia. Al ser notas desperdigadas y de diferentes temas es complejo aunque con buenos resultados.
Se volvió un poco difícil reseñarlo y traté de hacer mi mejor intento pero ¿cómo reseñas decenas de notas tan diversas en tan poco espacio?
Instrucciones para vivir en México creo es de los pocos libros que se pueden leer bajo la impresión literal que da el título, con el apoyo de la reseña en la contraportada descubriremos que es un recopilatorio de geniales historias impregnadas con el peculiar humor del autor, tintes divertidos que ya dejaron su marca y hacen de Ibargüengoitia un clásico de la literatura mexicana.
Hace poco escuche que para lograr ser un clásico debes diseñar una historia que trascienda fronteras y el tiempo, que al leerla donde y cuando sea pueda ser acomodada en nuestro presente y geografía. Las pequeñas historias aquí aparecidas son un perfecto ejemplo de ello; muchas de esas molestias y peculiaridades siguen presente aquí y ahora, y lo seguirán en el futuro y en otras latitudes. Ibargüengoitia así trascendió.
Otro de los grandes mexicanos… aunque no nació en tierras mexicanas ¡pero! Recordando a la Gran Chavela Vargas “¡Los mexicanos nacemos donde nos da la rechingada gana!”
Carlos Fuentes, no solo lega la novela inherente de la Ciudad de México, la ciudad de los mil palacios., también bautiza a la ciudad con un mote un tanto irónico si se toma de manera literal, pero maravilloso en la metáfora: La región más transparente.
La región más transparente | Carlos Fuentes
Un libro un tanto difícil. Una lectura que de no ser por estar casi completamente desconectado del mundo seguro hubiera abandonado a las primeras páginas. Pero ahora agradezco esas horas de abandono en un café, obligado a leer para no ver el lento transitar del reloj.
El “problema” surgió cuando tuve que acompañar a una dama a una ciudad vecina para ir de compras. Como no tenía la menor intensión de estar detrás de ella en la búsqueda de algo que ni siquiera era para ella, acordamos vernos en 3 horas en la plaza pública donde me dejó. Con el libro bajo el brazo y la primera taza de café, de varias que se consumirían esa tarde, comencé. Y desde inicios aborrecí el lenguaje, los personajes, las actitudes y esas acciones tan… me adueñaré de un término recalcado en el libro y que desde ahora haré uso constante en mi vida… tan popoff.
Ese primer largo capítulo me costó mucho. La manera de narrarlo era tan extraña, los diálogos muy mamones, las divagaciones absurdas, el lenguaje complejo que, para mí, una persona que adora la escritura sencilla y clara, me causaron una repugnancia casi intolerable.
Por fortuna el siguiente capítulo era diferente. Y las tazas de café se siguieron una a otra, y pasaron más de 3 horas, y me metí en problemas por no estar atento al reloj.
“No había una novela de la ciudad de México (…) ¿por qué no tenemos una novela de esta ciudad que está clamando por ser escrita y descrita? Entonces escribí “La región más transparente” y a partir de entonces, mira que sí hay novelas de la ciudad de México…”
Un fragmento de los argumentos de Carlos Fuentes con que explica el origen de esta obra. Una ciudad importante, una ciudad cosmopolita que a raíz de las grandes guerra en Europa recibió a un sin fin de personajes, y creció, con ellos y para ellos. Fuentes fue quien conoció esa ciudad primigenia, aquella que se podía recorrer a pie, en la que todos (o casi todos) se conocían, ese mundo que estaba a punto de cambiar.
Y viéndolo así (para mi desgracia ese texto aparece hasta el final del libro) tiene toda la razón, grandes autores de la literatura mundial han dejado en sus obras huellas de esas ciudades por las que han transitaron. Para México la literatura llegó tarde o quizá su fijación con el pasado lo aferró a un siglo atrás, en la época de las interminables “glorías”. Carlos Fuentes hizo un estupendo trabajo en heredar al mundo esa ciudad que se podía abarcar con la mirada, la denominada por Humboldt como La región más transparente del aire.
La novela comienza con una reunión de nuevos intelectuales, jóvenes herederos del nuevo cambio social, quienes discuten filosofía, identidad… ¡bah! Banalidades sin sentido, que no comprendo y detestó por la manera de hablar tan rebuscada.
Soy un ser más terrenal y afín a lo sencillo, a aquello que cualquiera puede comprender y de ahí, de ese amalgama básica, forjar algo más complejo. Fuentes se explayó en ese lenguaje y casi logra que arrojé el libro por la ventana del café.
Terminada la reunión, se dispersan por los diferentes puntos de la ciudad, y es ahí donde la lectura comienza a captar mi atención. Dejando de lado lo lineal, el autor da saltos en todas las formas posibles; nos lleva al pasado con personajes que desconocemos casi del todo (cierto apellido nos es familiar) y nos narra una historia. Luego da paso al presente pero en otra geografía, en otro estrato social y vuelve a narrarnos algo. Nos adentra en algún personaje y salta de nuevo, de la conversación ingresa a la introspección, al pensamiento de… alguien. Cuesta trabajo entenderlo, necesitamos seguir leyendo para retomar ese punto, esa ancla que relaciona “algo” con tal personaje y así entender de quien va el pensamiento, y seguramente (al menos a mí me pasó) retomar la lectura para entenderlo del todo.
Son eso difíciles saltos los que confunden y provocan conflicto en los lectores. Muchas de las críticas tienen como ángulo central ese aspecto del libro. Lo admito, me costó mucho trabajo seguirlo; tenía que seguir leyendo, ignorar mi confusión y esperar a ese “algo” que aclaraba el asunto. Tengamos en cuenta que la cantidad de personajes se amplía con el pasar de las páginas pues, ya no son solo los personajes centrales, también son los amigos, familiares, antepasados y hasta los conocidos… incluso, ahora que lo recuerdo, hasta personajes solo colocados ahí para dar más contexto, un mayor matiz a la ciudad, no a la historia.
Es difícil, un libro pesado, con una prosa que… ¡puff! Acostumbrado a leer rápido, pierde encanto.
En mi investigación para escribir esta reseña tuve la oportunidad de disfrutar varios documentales al respecto, en ellos, de fondo, leyendo con voz calmada, suave, deliciosa, recitan fragmentos del libro, con ayuda de la música dulce logran una armonía poética. Entonces recordaba ese fragmento y me llenaba de culpa y vergüenza por no haberlo leído y vivido así. Adelantándome a las conclusiones finales, es un libro de re-lectura obligada, uno de esos que creí no existían o que nunca encontraría; aquellos que tienes en la biblioteca y puedes recurrir a cualquier página, cualquier fragmento y pasar un momento agradable.
Ahora bien, no quiere decir que sea un libro imposible o que, en lo dulce del lenguaje pierda el objetivo. Hay una historia detrás, una gran historia: fraccionada en los distintos “saltos” y es solo al final cuando tenemos el panorama completo, la red de intrigas, historias, personajes, acontecimientos pasados y presentes se confabulan en un solo fin; la cimentación final de la nueva clase en el poder, al final, todo cae por su propio peso, todo toma el rumbo ¿natural?
Lo anterior va en referencia a algo que puedo comentar sin hacer spoilers, y parafraseando a Zunzunegui: “toda revolución es hecha para deponer a un tirano y poner a otro”.
La mexicana no fue la excepción, a la salida de Porfirio Díaz, los poderosos, la clase alta de la ciudad, salió despavorida por lo revoltosos, los mugrientos que, a caballo, venían a mancillar la hermosa ciudad de los palacios. Fueron ellos los que ya en el poder, se adaptaron, se amoldaron al cambio y pasaron a ser los nuevos ricos, desprestigiando a los existentes antes que ellos, creando su nueva aristocracia.
Esa “revolución” plagó de historias la ciudad: perdidas de grandes herencias, terrenos rematados por unas monedas y revendidos, casi al instante, al triple o mucho más del valor pagado, el desprecio por el antiguo poder del pasado régimen, la creación de una nueva imagen; dejar al indio fuera, blanquearse como el antiguo general y ser, ahora, el nuevo rico, el “socialité” más importante de la ciudad.
Todo eso y más se puede encontrar en este libro. Páginas como retazos de una enorme ciudad, historias de diferentes clases en busca de un lugar, gente, su gente, nuestra gente que lucha por vivir, por respirar en La región más transparente, aunque ya sea imposible por la contaminación, aunque resulte imposible ver los volcanes por los edificios cada vez más altos, aunque ya no quepamos… “aquí nos tocó ¿qué le vamos a hacer?”
Mientras Carlos Fuentes creó la novela de una ciudad, José Emilio Pacheco escribió la novela de una generación. Con la misma Ciudad de México de fondo, Las batallas en el desierto dibuja una generación que cambia y se transforma al mismo ritmo que lo hace la ciudad, donde la nostalgia embarga a sus habitantes y un nuevo espíritu aflora en los jóvenes.
Las batallas en el desierto | José Emilio Pacheco
Llegué al libro gracias a los Bully Magnets (buscarlos en youtube) y su podcast. Comentaban sobre los cambios que hubo en México en el periodo denominado «El milagro mexicano«, cuando la ciudad de México se llenó de pueblerinos que fueron adaptando poco a poco sus costumbres a una ciudad que les exigía cada vez más.
Las batallas… es precisamente eso, una serie de imágenes del México post-Segunda Guerra Mundial, en la cual la economía está en auge gracias a un gobierno que de manera centralizada comienza a entremeterse en la economía y el mundo empresarial. Lo cual representa gran ayuda para los patrones empresarios y líderes sindicales, también bueno para los empleados quienes ven crecer, aunque sea un poco, su poder adquisitivo y los beneficios laborales. Siendo los campesinos los grandes olvidados. Perdiendo sus tierras o por la dificultad de seguirlas trabajando se ven en la necesidad de movilizarse a las ciudades.
Es ese encontronazo lo que adereza todo el fondo de la novela.
Es una pequeña muestra de cómo el mundo se comenzaba a “achicarse” con la modernidad, las carreteras, electricidad, medios de comunicación hacían parecer todo cada vez más cercano: Continentes, acontecimientos, personas, lugares, todo afectaba a México, México afectaba al mundo, el mundo comenzaba a interconectarse.
Pacheco logra combinar lo anterior con lo nostálgico para el lector actual, un relato en el que cuenta cómo era la vida en ese tiempo: escuchaban la radio, los boleros, las radionovelas; comenzaban a aparecer los electrodomésticos: como el refrigerador, aspiradora y licuadora.
Lo anterior, aderezado con la historia de Carlos; una historia de amor enternecedora. La cual sirve también de pretexto para mostrar a una sociedad conservadora y que resiente el cambio de los nuevo tiempos. Lo que me recuerda que, una vez más, los libros y la historia tiene la clave para todos los acontecimientos cíclicos que se nos presentan en nuestra realidad: los cambios son necesarios e inevitables, como nos adaptemos a ellos nos definirán, aferrarnos a la inmutabilidad nos destruirá.
Es esa sociedad que usa las nuevas herramientas a la mano (psicología) para intentar explicar el comportamiento «anormal» del niño, mostrando así las complicaciones de los nuevos métodos; estaban en “la juventud” (tanto el personaje como la psicología) y los errores eran comunes.
Un engranaje fenomenal. Cada pieza en su lugar, permitiendo ser conectada con otra en favor de una historia pequeña, intrincada pero funcional en todos los sentidos.
Eso, con tan poco hacer tanto me parece es donde radica la verdadera importancia de la novela. Claro, nos podemos decantar por el matiz que guste más al lector; la historia romántica o el entorno de una Ciudad de México en constante cambio. Y siendo corta, no hay excusa para emprender la lectura, algo fenomenal para el lector mexicano que rehúye a los libros.
Destacar además la producción fílmica que se realizó en base a la novela (Mariana, Mariana. 1987), aunque, en lo personal, me sigo decantando por la fabulosa “Las batallas” de la banda chilanga por excelencia Café Tacvba. En poco más de 3 minutos y medio logran hacer un estupendo homenaje a la novela de José Emilio Pacheco.
Y cómo no podía haber un mejor final, les dejo a continuación un video en Yotube de la canción de Café Tacvba con imágenes de la película.
Hasta ahora hemos sido muy centralistas con las recomendaciones, pero es inevitable, la capital del país, una nación con gobiernos centralistas, o federalistas que, aunque federales, concentraban todo en esa gran ciudad, es problemática megalópolis. Y así como son ellos ahora los que deben aprender de sus errores, también es momento en que nosotros como “el resto de la nación” debemos organizarnos, descentralizar y conformar un mejor país. Aunque, para ello, debemos empezar por uno. Denise Dresser, excelente politóloga, nos entrega un estupendo material para lograrlo, aunque con pequeños defectos, es sin lugar a dudas una recomendación inevitable.
Un libro escrito en 2011 y que habla sobre las elecciones próximas, que curiosamente puede aplicarse con pocos cambios a nuestro tiempo y las siguientes elecciones. O es un libro de gran valor por su universalidad o poco aprendemos los mexicanos… o ambos.
El país de uno | Denise Dresser
Simple y sencillamente es una crítica sobre la situación actual del país en el año de su publicación, 2011. Así como un adelanto sobre lo que nos esperan el próximo año con las elecciones, de las cuales ya estamos sufriendo sus mensajes recurrentes.
Su peculiar manera de escribir, nos hace sentir emocionados al iniciar la lectura, pues en este país pocas veces vemos a alguien con el suficiente valor para decir las cosas, con la fuerza y el veneno como lo dice Denise. Nos abre los ojos ante realidades que nosotros ignoramos, por el simple hecho de querer ignorarlas y de las cuales los políticos se aprovechan para seguirnos exprimiendo como naranjas, tal cual nos lo explica una y otra vez en el capítulo referente a los monopolios que manipulan este país.
No logro decidir qué es lo que me cansó poco antes de llegar al final de este libro. Si estar hastiado, molesto, cansado, furioso sobre la situación de este país, o que como intencionalmente lo hice palabras atrás, el modo tan repetitivo de Denise de contar la historia. Me es complicado explicar exactamente a que me refiero, pero después de leer gran parte del libro comienzo a notar ciertos patrones que resultan cansados; repetición de historias (ya analizadas) sacadas nuevamente a colación, para no aportar nada nuevo, más que hacer énfasis en lo que se viene tramando desde inicio: “estamos jodidos”.
Su discurso me impresiona notablemente, pero me parecer que “su conocimiento” y la forma en que intenta expresarlo es un poco complicado para la mayoría de las personas. Quizás sea porque yo siempre he intentado escribir y comunicarme de la manera más sencilla posible para así poder llegar a más personas. Puede que por ello algunas veces me pareció bastante complicado y tedioso como iba desmenuzando ideas para expresarlas, y al final, no presentar soluciones sencillas. Incluso me parece siempre cae en lo mismo, los políticos deben de cambiar, para entonces poder cambiar este país. Nada más cierto, pero tampoco es una idea nueva la que ella nos presenta.
Sin embargo, pese a esas pequeñas “fallas” desde mi punto de vista, me parece una lectura invaluable, creo que todos los mexicanos deberíamos de leerlo algún día, de preferencia antes de las elecciones para así poder desarrollar mejor el ejercicio de la democracia que tanto necesitamos.
Los 10 puntos que nos presenta al final, para mejorar como ciudadanos a este país, me parecen rebuscados, demasiado forzados y algo complejos, incluso hasta en la manera de expresarlos creo que los complica, bastarían un par de líneas menos, y más concisas, para poder llevar el mensaje de manera más clara, asumo que su mensaje, así como su libro, va principalmente dirigido para otro tipo de personas, con conocimientos más amplio y mejores que el del resto de los mortales, de otra manera, la única solución a tan “complejo” lenguaje, sería que ella realmente es así y le cuesta un poco expresarse más sencillamente.
Aun así, ínsito, libro ampliamente recomendable y que todo mexicano debe de leer.
Y así como nos alejamos de la Ciudad de México para buscar una perspectiva de nación, también debemos salir de México para comprender mejor nuestra integración. Las venas abiertas de América Latina es un libro icono de los últimos años, una lectura obligada que nos muestra un reflejo de nosotros tanto como sociedad, como hispanohablantes, como habitantes de un mismo continente, como hermanos en disputa.
Las venas abiertas de América Latina | Eduardo Galeano
América fue el nuevo mundo, ese pedazo de tierra aparecido por gracia de Dios (recordemos que se creía la tierra era plana, y claro, no desdeñar el fanatismo religioso de la época y la moral alta, al menos para los “Españoles” que recién se forjaban tras el triunfo contra los musulmanes) puesto ahí para hacer de él lo común en la época, extraerle todo lo posible y habitarlo con calma. Lo importante es el oro, gozar de los beneficios que Dios les otorgó.
O aprendemos a aceptar esto desde aquí o tendremos serios problemas con la historia. En muchas revisiones del pasado se tiende a castigar el acontecimiento y su posterior desarrollo bajo argumentos actuales con la historia de nuestro lado. En aquel tiempo era una situación completamente nueva, o tal vez no.
Podemos analizar los primeros pasos por Europa, las zonas desconocidas, las primeras colonizaciones o luchas contra los múltiples bárbaros encontrados a lo largo del tiempo y la geografía exteriorizada de Europa.
Las acciones tomadas no distan mucho de las acontecidas en América. Así que si dejamos de lado, de manera temporal, ese aspecto, insisto, quizá podamos avanzar con más naturalidad.
Y así como podemos considerar “natural” el desarrollo inicial de la conquista, debemos tomar por válida (natural) la independencia de una corona. Es un proceso evolutivo normal, aumentado por los factores opresores a la economía (entre otros aspectos) sufridos por esas colonias.
Es decir, el maltrato no es para siempre, es cuestión que el “cobarde” cobre un poco de valor para desencadenar lo que las propias nuevas naciones estén dispuestas a llevar a cabo. Aunque en América fue: lo que las nuevas naciones se atrevan a llevar acabo.
La independencia en todos los libros de texto siempre se dibuja como un gran sueño logrado a sangre y fuego, del cual todos gozamos ahora, en el preciso tiempo en que se está leyendo ese libro. Pero queda claro que esto no es del todo cierto.
El individualismo, la fallida visión de nación y la constante lucha del extranjero mejor desarrollado (por esos recursos que tuvimos ¿la suerte de tener?), son mis responsables favoritos para esa sangrienta y fallida independencia.
La ciencia y tecnología pueden ser unos referentes actuales para poder definir a una nación avanzada. Para llegar a los niveles actuales se necesitó una industrialización que empujó a las masas a ese desarrollo. Para ello fue necesaria la educación para aprender a manejar y desarrollar maquinas pero, sobre todo, recursos básicos para poder hacer y producir con esas máquinas. Esos recursos tenían que venir de donde sea, incluso de los lugares recónditos, y sin importar si se obtenían o arrebataban.
El sistema Español no proporcionó la educación necesaria para poder tomar ese camino, fueron otras naciones quienes tomaron la delantera y quienes actuaron con base a esa necesidad. Los que vivíamos a la sombra del Imperio tuvimos que sufrir el despojo de todo recurso importante o valioso, incluso la vida humana.
Lo anterior solo para demostrar, muy básicamente, cual fue el error de nuestro Imperio (nos guste o no fuimos parte de él. Perdón pero casi pude escuchar los gritos de furia por apoyar ese argumento) y ¿cuál fue el error de los siguientes gobiernos? Podemos analizar los problemas internos, la economía jodida (que responde a lo anterior) y la lucha por experimentar con nuevos sistemas de gobierno (mismo argumento que el anterior) pero creo podemos establecer a la educación como pilar fundamental de nuestro “problema”.
Pues bien. De todo eso va Las venas abiertas de América Latina. Sí, sé que quizá me deshice en observaciones muy personales y no analicé nada del libro ¡pero es muy complicado hacerlo! Es un estupendo análisis, paso a paso, de la evolución de las futuras naciones; acontecimientos y descubrimientos que fueron forjando su destino. Donde, aunque no se quiera apreciar, no solo pone como malos a los extranjeros (en algún tiempo el malo paso de ser Europa a Estados Unidos. Y al final, mezcla de ambos), es obvio que algunos graves errores corresponden a nosotros mismos; nuestro mal manejo de la riqueza propia y la poca o nula identificación con nuestra tierra; es cuestión de tener riqueza para sentirse Europeo o, incluso, pagar para tener cierto ancestro con ascendencia a alguna noble casa.
El nacionalismo, ese amor por la patria que puedo haber cambiado las cosas, llegó tarde a América, y cuando lo hizo fue de manera tan brutal como la conquista o independencia. Nos llevó a un aislacionismo fatal donde solo nuestra gente es buena, aunque despreciemos al indígena que vende fruta a unas cuadras del centro de la ciudad, y sigamos maldiciendo al español en español, algo así como escupir para arriba.
Con todo lo anterior no quiero eximir a las naciones extrajeras que se aprovecharon de nuestro atraso. Fue un abuso que, aunque bajo mi perspectiva lo declaré necesario, aborrecible en muchos aspectos. Sin embargo lo importante no es reconocer o hacer que ellos reconozcan lo anterior, al igual que ellos debemos sobreponernos a nuestro sangriento pasado. Europa superó la dominación romana, la destrucción de los barbaros, los infinitos altercados entre ellos; ocupaciones, pérdidas, destrucción y muerte que con el tiempo han sabido sobre llevar. ¡Sobrevivieron a Napoleón, a Hitler, a Estados Unidos! Y, aunque las heridas aún se sienten frescas, luchan no por olvidar, sino por seguir adelante, aprender de los errores y ser mejores.
Gran ejemplo que la América Latina nunca ha podido aprender. Seguimos anclados en el pasado, atesorando viejas glorias ya muy lejanas y pidiendo ayuda para seguirnos lamiendo las heridas causadas por el extranjero invasor; algunas ya viejas pero que queremos sentir frescas y otras, por desgracia, aún están en carne viva. Porque así son las cosas, América no aprende a no dejarse dominar, a gobernarse bien y por sí sola, y el extranjero no deja de aprovecharse de ello.
Aquí encontraremos un análisis sobre la cruel gestación de una América Latina que nacería siglos después de la conquista, pero la cual, pese a lo que afirman los libros de historia tradicionales, no deja de ser independiente, y su lucha siempre genera mucha sangre y mucho oro, del último nunca sabemos dónde termina, de nuestros muertos pocas veces sabemos dónde están.
Y aquí terminamos, junto al mes de la patria deben terminar los nacionalismos efervescentes y extremistas. Las pequeñas dosis de veneno no hace más que volvernos más resistentes, solo debemos cuidar la justa medida. Con estas entradas intenté mostrarles todo el México que nos conforma, las distintas patrias, personajes, acontecimientos, fechas, datos, documentos que nos forjaron y que nos seguirán conformando. Pues si algo nos enseñó este mes es que nada nos puede tumbar, y si lo hacen en lugar de huir despavoridos, correremos pero en dirección opuestas y con los brazos por delante para levantar a los hermanos en desgracia. Aquellos que no podamos prestar nuestros brazos daremos nuestro apoyo, tiempo y dinero para aligerar su carga. Juntos levantaremos este país, hombro como hombro lo sostendremos y caminaremos adelante.
México es cambiante. Fuimos los aztecas que llegaron quien sabe de dónde y se mezclaron con lo que después sería la gran Tenochtitlán. Pusimos la entonación negativa en mestizos, en nosotros mismos, el pueblo que se fusionó con el viejo continente. Somos mexicanos, una nación y cultura que se reconoce poco a poco, se ama con el pasar de los años, se llora en las tragedias y se saca adelante, siempre adelante pese a todas las adversidades que hemos repasado en estas entregas.
Y seguiremos aquí, como hermanos, alentándonos al cantar el Cielito lindo y desgarrándonos la garganta al grito de ¡viva México!
Porque México vive, vive en aquellos que saben que es México. Y he aquí lo importante ¿qué es México para ti?
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Nos vemos en la siguiente.