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Cinthya Gómez | @escriboenlaluna | 15 de noviembre de 2017
Hace dos meses justo, visité Seúl, en Corea del Sur. Si de algo quedé encantada, aparte de la amabilidad de las personas, la deliciosa comida (tan picante como la mexicana), la interesante historia de resiliencia del país y la limpieza de sus calles, fue de la gran cantidad de espacios públicos que hay en la enorme ciudad metropolitana de más de 24 millones de habitantes.
En especial uno: El arroyo Cheonggyecheon Seoul River Park, una especie de ParqueLineal que se estableció sobre uno de los afluentes que conectan al principal río de la ciudad, el Río Han. Tanto me gustó, que de tantos lugares por visitar, regresé la última noche de mi estadía en la ciudad.
Los coreanos asisten a Cheonggyecheon con un ritual casi religioso a comer pastel o a beber té o café helado; a decir te amo a sus parejas, a leer un libro, a pasear a las mascotas, a hacer festivales, a tirar una moneda para pedir un deseo, a desestresarse del trabajo, a cantar canciones, a hacerse oír o dejarse escuchar, y a amar el espacio que se ha dispuesto para ellos.
Ambas riveras del arroyo están comunicadas, desde el principio hasta su desembocadura con el río Han, por más de 20 puentes en los que se entrelazan diferentes formas de convivio entre las personas.
Nadie vandaliza, porque el espacio es de todos. Me tocó ver a grupos enteros de escolares tomar una clase sobre el medio ambiente ahí mismo, sin que nadie se distrajera. Salvo yo que terminé tumbando a un estudiante de secundario al río y se armó una fiesta de risas y mofas al alumno mojado, (Tranquilos, el afluente no es más hondo que 80 centímetros y el agua corre clara y mansa).
Todo un reto, toda la des – confianza
Pero ese ritual del que les hablo, no es antiguo. Tiene apenas una década afiánzadose. Desde su inauguración en 2005, el afluente se ha convertido en un ícono de la ciudad, pues el parque, de una longitud de unos 8.4 kilómetros (de los que apenas caminamos como uno y medio) está conectado con varios puntos importantes, como el Centro de Seúl, el bellísimo Palacio de Gyeongbokgung, hasta distritos educativos y bueno está a algunos pasos de varias estaciones de metro.
El Parque fue criticado al principio por su enorme costo estimado, pues el reto implicaba la desaparición total de una avenida, para dar paso al antiguo cauce del río oculto y convertirse en un parque fluvial para los ciudadanos.
La cuestión además conllevó una intensa reestructuración y potenciación de la red de transporte público. Todo en beneficio de la población caminante, OJO, no del vehículo.
Corea, en específico el Gobierno de la Ciudad de Seúl lo hizo hace apenas doce años, y sí, sé que se trata de un país de primer mundo, pero, ¿Qué pasaría si comenzáramos a emprender acciones de primer mundo desde nuestras trincheras?
El caso Tepa
¿Y para qué traigo a la carta eso? El lunes el Gobierno de Tepatitlán de Morelos anunció tres proyectos económicos para invertir en el Río de la ciudad y comenzar a darle vida al Parque Lineal, ¿Saben que ese es el primer paso?
20 millones de pesos fueron aprobados para construir la primera y segunda etapa del Parque Lineal del Río Tepatitlán, los cuales comprenden desde la calle sol hasta la avenida Matamoros. Estos predios serán rehabilitados con luminarias, puentes y una trotapista.
Quizá no tengamos un Cheonggyecheon, pero saber que se mira más allá de invertir grandes bolsas de recursos en proyectos que no serán para los coches o para comprar más patrullas y se destinan en cambio, objetivos para la sana convivencia de la comunidad entera, me hace tener esperanzas.
Quizá un proyecto de este tipo permita que, en algunos años algún visitante de Corea del Sur se enamore del Parque Lineal del Río Tepatitlán. Quizá.
