Julio Ríos | @julio_rios | 01 de mayo de 2018
En un pueblo de bombón, el sheriff de chocolate
Cargaba su pistolón…. con balas de cacahuate
La cárcel donde encerraba a los dulces pandilleros
Era de ricas galletas con barras de caramelo
Esta estrofa, a todo pulmón, cantada, a ojo cerrado y garganta desgañitada, por un sombrerudo de bigote prominente y abdomen abultado, con un vaso de tequila en la mano, es una escena que parece imposible en tiempos en que el país es azotado por la violencia.
Pero estampas como esa se vieron en el Palenque de la Feria Tepabril. Y no era uno. Eran muchos machos cantando esta melodía, tan inocente, pero que agrada tanto a los mayores como a las nuevas generaciones que se han declarado hechizadas por aquel sonido kistch.
José Guadalupe Esparza, vocalista de Bronco, presumía: “Fuimos el primer grupo que hizo movimiento alterado…y si no lo creen hay les va esta canción”.
Los acordes guapachosos del sheriff de chocolate hicieron levantarse como con resorte a los miles de asistentes. Y luego, como una chispa de lumbre que enciende la nostalgia de tiempos mejores, sin concluir la pieza del Sheriff, Bronco engarzó los acordes de la popular melodía “El Castigo”….
¿A ver Ramirito usted que me vió?
Ese hermoso par de piernas, tan lindas maestra que Dios le dio.
Se me va un mes entero del salón, a ver si cuando regrese se le quita lo fisgón.
La euforia siguió desencadenándose.
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Si existe un guilty pleasure que se ha vuelto socialmente aceptado, ese es Bronco. En su tiempo, llegaron a ser los número uno. Formados en Apodaca, Nuevo León, llegaron a convertirse en un fenómeno musical y social, no sólo en México, sino en países de Sudamérica y en la Unión Americana.
En sus conciertos masivos no solía caber un alfiler más. Todos eran sold out. En Tepatitlán también escribieron páginas de gloria, en la década de los 90 retacaron el Estadio Tepa Gómez – alternando con otra leyenda grupera de la época, Industria del Amor- en un concierto masivo pasado por una lluvia que, sí bien empapó a los presentes, no apagó su fogosa efervescencia por los ídolos del pueblo: Lupe, Ramiro, Javier y el famoso “Choche”, nuestro entrañable Charlie Watts mexicano.
Con su marca, hubo de todo; bota, camisas de mezclilla, pantalones, historietas (publicadas por editorial Ejea) y hasta una película, muy taquillera, por supuesto, y que giraba alrededor de una trama de acción en la que hasta Charles Bronson habría admirado la forma en que “Choche” apuntaba su fusil, mientras compartía pantalla con Julio Alemán y Lina Santos.
Incluso, fueron protagonistas de la telenovela más vista de la época: Dos Mujeres un Camino. Donde compartieron el rol estelar con otra diva del pueblo: Laura León. Mejor conocida como “La Tesorito”. Completaba el elenco la estrella juvenil, Bibi Gaytán y Erik Estrada, en el recordado papel de “Johny”, quien competía contra sí mismo para ver en que era peor: si para hablar español mocho o para actuar. Aquel remilgo fue un éxito de rating. Los de Bronco eran como el Rey Midas.
Pero en 1996, en la cumbre de la fama, Bronco, anuncia una inesperada gira de despedida. Para culminar su carrera conforme a su estatus de leyenda grupera, su último show fue un masivo en el Estadio Azteca, transmitido el 21 de diciembre de 1997, ni más ni menos que en Siempre en Domingo.
Desde entonces muchas cosas cambiaron. El género grupero, cuyo pecado original solo era ser cursi, simplón e inofensivo, se fue descomponiendo. Sexo, infidelidad y violencia se convirtieron en temas recurrentes y Bronco de repente, parecía ser más obsoleto que un juego de Pac-Man en una consola de Atari 2600.
Parecía que Bronco no tenía lugar en el nuevo siglo. Pero las leyendas, no lo son, si no tienen un regreso triunfal….
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Esa noche del 29 de abril de 2018, el Palenque Tepabril acudieron señores con sombrero, muchachos jóvenes, algunos a la usanza campirana, pero otros, con indumentaria hipster. Y sobre todo, mujeres, amas de casa. Era la hora del deschongue. Bronco había vuelto a Tepatitlán.
Y es que apenas hace unos años antes, ocurrió lo impensable. Lupe Esparza, quien tocaba bajo el nombre de El Gigante de América, logró recuperar el nombre de la banda después de años y años de pleitos legales, en los que vocalista y compositor mostró ser incansable, como si fuera un López Obrador grupero, que nunca se rinde.
Tan bien le ha ido a Bronco, que su fama ha traspasado al género. En su disco Primera Fila de 2017, aparecen artistas como León Larregui, Julieta Venegas, Illya Kuryaki and the Valderramas y el mismísimo Cristián Castro. Previamente, bandas rockeras como Jumbo, Thermo, Panda, Kinky, División Minúscula y Chetes, le dedicaron un tributo. Y también conquistaron el escenario del mismísimo Vive Latino, en 2017.
Pero para abrir boca esa noche, estaba programada La Banda el Mexicano, con su sonsonete de tecno banda que también ha enamorado a las nuevas generaciones.
Muchos esperaban al popular Casimiro Zamudio, pero jamás apareció. Y es que por diferencias irreconciliables, Casimiro y el ex baterista Germán Román, se presentan por separado. Ambos aseguran ser los herederos legítimos de la agrupación original
La que vino a Tepa fue la Banda el Mexicano de Germán Román. La otra, la de Casimiro, se llama “Superestelar El Mexicano”.
A los tepatitlenses no les importó mucho quien cantara y de todas formas sacudieron la cadera con el “Ramito de Violetas” o “La Bota”. Un divertido aperitivo.
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Un fuerte relinchar de un caballo, anunció la entrada triunfal de Bronco. Con más producción –incluyendo pantallas, iluminación adicional y un equipo de sonido claro y potente- aparecieron cinco figuras vestidas de negro y con relucientes texanas.
Adoro, la calle en que nos vimos
La noche cuando nos conocimos
Adoro las cosas que me dices
Nuestros ratos felices los adoro vida mía
Adoro la forma en que sonríes
Y el modo en que a veces me riñes
Así abrieron. Con “Adoro”. Original de Armando Manzanero.
“Estamos felices de volver a estar en Tepa después de tantos años” decía Lupe Esparza, leyenda viviente del género que fusiona la cumbia guapachosa y la balada cursi pasando por la canción infantil y el acordeón norteño.
“Que no quede huella”, “Si te vuelves a enamorar”, «Con zapatos de tacón», «Libros tontos», «Amigo Bronco”, y hasta “El Corrido de Miguel Rivera”, tema oficial de la película “Coco” de Disney-Pixar, hicieron bailar y cantar a los presentes. Lupe Esparza, con sus hijos René y José, así como Ramiro Delgado y Javier Cantú, se mostraron como un combo compacto y que funciona como maquinita aceitada.
Un gusto, ver a tanta señora bailando, destapando las latas de cerveza, abrazándose y entonando las melodías del pueblo, quizá olvidando algún problema personal o familiar. Qué le hace, son fiestas.
Aquel mosaico multicolor era completado por algunos jóvenes hipsters de lente de pasta. Se vale, querer a Bronco ya es parte de la cultura mexicana.
Dos grandes momentos marcarían la noche.
Uno fue la interpretación de “Mi Amigo Bronco”, en la que las imágenes de un corcel cabalgante se intercalaron con una viñeta que recordaba a “Choche”, fallecido en 2012, y que aparecía representado entre las nubes celestiales.
Y el otro, cuando la luz se apagó y sin decir agua va, se arrancaron con “Nunca voy a Olvidarte”. Balada para cortarse las venas con una galleta de animalito mojada en leche de soya.
Junté lo más hermoso
que viví yo contigo
los detalles las cosas
que me harán recordarte.
Ahora voy a marcharme
pues tu lo decidiste
lo comprendo y me alejo
no sin antes decirte.
Que el tiempo que duró nuestro amor
tu me hiciste feliz
y en mi adiós te deseo lo mejor.
Fueron casi tres horas de música honesta. En los que siempre se noto a los integrantes de Bronco disfrutando cada nota.
Quienes se quedaron, dicen que el guateque duró más. Pero como muchos ya no estamos para esos trotes y el lunes había que trabajar, nos tuvimos que retirar antes de que el concierto terminara.
“Gracias Tepa…los amamos….y aquí nos vamos a quedar hasta el amanecer”, gritaba Lupe Esparza…
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Es irónico que un candidato a la presidencia, quien se apoda como el nombre de este grupo musical, se dedique a proponer iniciativas que separan al pueblo de México, cuando la música de Bronco, es todo lo contrario.
El legado musical de Bronco es de lo más democrático: sus sazonadas melodías unen. De otro modo no se entiende que viejos y chicos, hombres y mujeres, poperos o rockeros, canten por igual y disfruten con la historia de un sheriff de cacahuate. Insistimos: sin importar su condición social, su género, su color de piel o su religión.
Ojalá, en estos momentos que sufre el país, todas las pistolas fueran de Cacahuate. Y ojalá toda la música fuera como la de Bronco. Que lejos de dividir, une sin distinción.
Y que sí quede huella. Pero que sea la de Lupe, Ramiro y compañía.
Y obviamente, la de “Choche”.
Nuestro Charlie Watts mexicano.
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