Eduardo Castellanos | @edcastellanos
7 de julio del 2016.- Una cabeza casi perfecta esculpida en madera fue la carta de presentación de Alfonso Ocampo durante tres años, poco más de los que lleva dedicándose a esculpir.
En el 2013 una revista de gran formato lo presumía en la portada; en las páginas centrales había fotos de sus esculturas: un zapatero, un rostro tratando de quitarse una manta, una oreja gigante, unas manos que casi parecían reales, dos patas de elefante, un feto y un crucifijo, eran las imágenes que mostraba la desparecida revista “Diversis”.
Un día, un reportero de un medio local buscando en Google se enteró de su existencia. Lo buscó para entrevistarlo. En aquel tiempo “Poncho” como lo conocen en su casa y sus amigos, era un joven de apenas 21 años, tímido y con poca herramienta para trabajar la madera. En aquella entrevista, el micrófono lo ponía nervioso y la cámara, aún más. Su primera entrevista tuvo que ser repetida más de una vez y en la edición se hizo todo lo que se pudo.
Pero hoy, después de tres años, Alfonso Ocampo, se muestra maduro y seguro de sí mismo, determinante en sus decisiones. No es el mismo que en aquella época colgaba videos con imágenes de su obra en un canal de Youtube.
“Siento que he crecido bastante, tanto en el reconocimiento de la gente como en lo personal, he crecido mucho, he sabido acomodar las críticas del gremio, trabajo muy independiente, siempre me ha gustado ser luchón pero yo sólo, para mí ha sido un aprendizaje muy, muy cabrón”.
La escultura es su vocación, su trabajo, porque de ella vive. A través de ella, se convierte en una persona creativa, que expresar lo que siente, pero no con palabras, sino con imágenes, rostros y cuerpos. Alfonso disfruta provocar emociones.
A corta edad tomó clases de pintura. Prefirió el arte a las clases de español o las Matemáticas. Desde pequeño nació en él, el interés por darle una segunda oportunidad a lo que alguna vez fue árbol. De su padre aprendió el gusto por la madera; prefiere la mezquite para trabajar, por considerarla una materia prima retadora.
«Aprendí en la vieja escuela. Lo que he aprendido es porque desde pequeño mi padre me enseñó primero a agarrar las herramientas, cómo utilizarlas, cómo trabajar la beta de la madera, así realmente, nato o lírico no soy, si fue mi papá quien influyó en mi carrera.
Me gusta trabajar con el mezquite, porque me cuesta más trabajo. Me gusta lo difícil, me gustan los retos, porque cuando supero uno me siento más preparado, para seguir asumiendo otros”.
La hermosa cara esculpida
Que no haya error. Al levantarse, todos los días Poncho le pide a Dios que cada escultura, cada trabajo que realice, le salga bien. Al despertar ya sabe lo que va a hacer, pone toda la rutina en su mente.
Uno de esos días rutinarios, el amor, la inspiración y el arduo trabajo le hicieron crear “El ser de mi amada”, una hermosa cara basada en el rostro de su ex pareja, que tardó varias semanas esculpiendo. El rostro, se convirtió en su carta de presentación. La presumía a cuanta exhibición era invitado.
Hoy, esa obra con la que todo el mundo lo conoció, ha dado un cambio radical.
“Hay dos obras de las cuales me siento más orgulloso, la primera es la denominada “El ser de mi amada” y el segundo es el cristo, que por cierto no tiene nombre. Me llevó dos años terminarla.
Quise hacerlo muy detallado para que la gente viera lo que soy capaz de hacer, en cuanto a detalle y todo, en tanto como podía copiar una persona en un tronco.
Estando yo con ella, muchas veces le dije: sabes, me gustaría hacerle algo, no sé, agarrarla a golpes. ¿Por qué?, me preguntaba ella. Porque se me hace tan bien hecha, que lo bien hecho a veces la gente no le llama la atención, pero ve un error y te lo marca, eso le pasa a esta obra».
“Está muy bien realizada, muy bonita, casi perfecta, pero le falta algo” le dijo un día un espectador después de contemplar por varios minutos “El ser de mí amada”, pieza que fue realizada teniendo como modelo a la ex pareja del escultor.
“Yo desde cuando tenía ganas de hacerle una imperfección, para que tuviera más tema, porque a fin de cuentas de eso se trata la obra. (Largos segundos de silencio)
«En realidad yo siempre la veía como inconclusa, la veía y decía: si está muy bonita, pero pues los ojos cerrados proyectan paz y tranquilidad, eso era lo único que yo sentía que ahí demostraba, pero ahorita tiene un tema más profundo, una explicación simple sería que la belleza se acaba, en esta pieza la belleza es simplemente una capa de cáscara, otra podría ser como es que las apariencias engañan, puede ser súper bella por fuera, pero por dentro son impurezas”.
Un maestro al que le gusta el perfeccionismo y esculpir cuerpos.
Todos los días antes o después del trabajo creativo, Poncho se da tiempo para asistir al gimnasio en donde entrena a un grupo de jóvenes.
Por las tardes enseña dibujo, pintura y escultura en una escuela que según dice, es un sueño hecho realidad.
“Actualmente enseño pintura, siempre tuve un sueño, tener mi propio taller, mi escuela y estoy muy contento porque ahorita lo estoy logrando a corto plazo. Para mi tener la escuela siempre fue un sueño, tener mis estudiantes. Yo comparto con mis alumnos mi talento, no tengo ningún secreto, soy totalmente libre con todos mis alumnos, lo que sé, eso les enseño.
Quiero ser un modelo a seguir, por eso es que también entreno, para enseñarle a los jóvenes que no usen drogas, no alcohol y ahora que está de moda la obesidad mórbida ayudar a los muchachos a que no caigan en eso, en ese aspecto también quiero ser un modelo a seguir, por eso es que también entreno, porque también quiero verme bien físicamente y que también eso se vea reflejado en mis obras, me gusta el perfeccionismo”.