Jorge Rivero González | @georgerivero95 | 5 de mayo del 2019
Enero de 1862, el país está sumido en la desgracia, apenas un año atrás terminó la guerra civil mexicana librada entre los liberales y conservadores, misma que se encargó de empobrecer más a la nación y de destruir ciudades y al campo por igual. Durante esta guerra ambos bandos pidieron préstamos a las potencias mundiales, y tan sólo un año después de la paz, Inglaterra, España y Francia arribaron al puerto de Veracruz en busca de su dinero.
El presidente Juárez envió una comitiva diplomática para tratar de prolongar el cobro de la deuda, dicha misión encabezada por el hoy olvidado Manuel Doblado, el mejor diplomático de la Historia de nuestro país, y un gran héroe nacional. Doblado consiguió convencer a españoles e ingleses de retirarse de Veracruz, sin embargo, los franceses tenían otros planes. Napoleón III, emperador del pueblo galo, no envió sus tropas a las costas mexicanas con el afán de cobrar una deuda, sino de crear en México una colonia desde donde podrían frenar el crecente poderío de una joven nación: Los Estados Unidos de Norteamérica.
Es bajo este contexto que se llevó a cabo la famosa batalla de Puebla, una de las grandes victorias militares de la Historia de México. Sin embargo, hoy día me pregunto ¿Qué podemos aprender los mexicanos del 2019 de esta batalla? A continuación, les comparto mi opinión.
Desde antes de llevarse a cabo la lucha de Puebla (o batalla del 5 de mayo) era impensable ver derrotado al ejército francés, nadie podía pronosticar un resultado distinto. Sin embargo, casi como una muestra de videncia, el general encargado de la defensa nacional, Ignacio Zaragoza, lanzó una frase potente a sus tropas. No fue un discurso motivacional a la Mel Gibson, con una banda sonora retumbando de fondo, Zaragoza simplemente caminaba por las filas de soldados repitiendo una y otra vez la misma frase:
“Enfrente tenemos al mejor ejercito del mundo… pero nosotros, somos los mejores hijos de México”.
Dicha frase retumba en la mente y el corazón de su servidor: pero nosotros somos los mejores hijos de México. Zaragoza auguraba una realidad, una realidad que nosotros mismos desconocemos: ni siquiera el mejor ejército de todo el mundo, es capaz de derrotar a los mejores hijos de México. Horas después llegaría a la ciudad de México un telegrama dirigido al presidente Juárez, anunciando el resultado de la lucha:
“Las armas nacionales, se han cubierto de gloria”.
Hoy en día, México ya no es hostigado militarmente por potencias extranjeras, ni los ingleses, ni los españoles, ni los franceses han arribado a las costas mexicanas buscando invadir, sin embargo, tenemos más enemigos que nunca, enemigos que impiden que salgamos adelante como nación: la corrupción, la demagogia, la incompetencia, el crimen, la inseguridad y así un largo etc. Amigos y amigas lectores, les recuerdo que ni los corruptos, ni los incompetentes, ni los criminales pueden mantener pisoteados a los mejores hijos de México, porque a ellos no los puede pisotear ni siquiera el mejor ejercito sobre la faz de la tierra.
Cada mañana procuro levantarme y mirarme en el espejo, tras prender la luz y quitarme las lagañas veo mi reflejo, no me veo a mí mismo, sino a un hombre con un traje militar desarreglado y roto, miope, con lentes pequeños y circulares. Él me mira y me dice: se el mejor hijo de México. Y al regresar a casa me vuelvo a parar frente a ese espejo, ahí me espera mi general, no dice nada, espera mi respuesta: General Zaragoza, las armas nacionales se han cubierto de gloria.
Seamos los mejores hijos de México cada día, luchemos incansablemente por construir un mejor país, nuestra patria nos ha dado mucho y nosotros le debemos regresar ese favor. Cada día mírate al espejo, y pregúntate: ¿Se han llenado de gloria las armas nacionales?
Jorge Arturo Rivero González es historiador egresado de la Universidad de Guadalajara.
Kiosco Informativo respeta y defiende el derecho a la libre expresión. Las opiniones emitidas en Plaza Pública son únicamente responsabilidad de los columnistas.