Por: Rosana Romo Pérez
La tarde se va enlutando, suenan las campanas y una bola de chiquillos apresuran el paso hasta la plaza, un rato de juerga es suficiente mientras les dure el permiso. A lo lejos, en la bocacalle, el tendejón de don Remigio asoma un nuevo letrero mucho más grande que el anterior, en lámina de fondo blanco y letras rojas. “Mini súper El Chiquito”. Yo, que fui maestra de la escuela primaria rural digo: ¿pa´ qué chingaos le ponen dos veces que es cosa minuta? Si serán brutos. De segurito es querer llamar la atención, y no es pa´ menos el nombrecito, porque de que apenas cabe uno entrando, y otro saliendo, muy acertado es después de todo. Por ahí dicen las malas lenguas, que fue venganza de la esposa, una vil mofa p´al marido. Siempre se la han dado de muy acá por el apellido, don Remigio y Raquelito. Recuerdo bien cuando la dama cambió de dentadura, pareciera que relinchaba y que le calaba el freno, nunca se había reído con tanta amplitud, y todo era pa´ que la placa se asomara con glamur.
Excepto por el letrero que les cuento, y una que otra cosa más, casi todo sigue igual en este lugar, tan cerquitas que estamos de Aguascalientes y tan lejos del saber. Eso sí he de decir de cierto, que ningún establecimiento tan limpio como el de este matrimonio. El canasto del bolillo que ocupaba la entrada fue cambiado a un costal más adentrito, la apachurrada pa´ tantear si no están duros los birotes, fue canjeada por pinzas de aluminio, quesque por eso del mentado Coronavirus. Ya no nos dan entrada si no acarreamos tapabocas, ni que juéramos animales bravos pa´trairnos con bozal.
Dice doña Raquelito, que la jarciería de al lado mejor cerró; ya no vendían ni jaulas pa´ los pájaros, cuantimenos lo demás. Lo único que los hizo juerte por un rato, fueron las cubetas y los trapeadores, los zacates pa´restregar los trastes y los guantes de plástico. Luego los establecimientos grandes en Aguascalientes como Soriana les dieron en la madre, al poner sus ofertas de “pague dos y llévese tres”. La economía se les vino al suelo, probecillos de los Aldama, porque si en un principio andaban en huaraches de llanta, a luego después la buena fortuna los socorrió, con decirles que hasta tuvieron pa´ comprarse sus tenis Puma, ya veremos más delante qué cacles van a usar.
Descansan las manos nervudas de don Remigio sobre la vitrina del hoy mini súper. La artrosis le ha dejado harta secuela, los dedos los tiene bien chuecos, parecen pies con juanetes. Se ve cansado el viejo, ya no tiene aquella mirada de quítate que hay te voy, lo alto se le achicó, está más delgado, aunque con panza de tísico. La cabeza da la impresión de ser un puro apagado. Su caminar se le ha deteriorado, desde aquella desparramada que se dio del caballo. “Quién le manda andar de payaso en los carriles haciéndola de buen jinete”, dice su señora esposa. Por eso, desde entonces trai la vista caida y arrastramiento de extremidades. Yo siempre digo, que no hay que escupir al cielo porque en la cara te caí, ái tán esos que se las daban de muy sácale punta, no quisieron que sus chamacos estudiaran conmigo en la escuela del gobierno por mi manera de hablar, pos si eso lo traigo desde nacencia, y que porque era pa´piojosos, que ahí puro chamaco con jiotes. Ni se imaginan que hasta salón de cómputo tienen.
Pero no me quiero desviar del tema. Bien recuerdo que al santo marido de Raquelito cuando andaba de coscolino, se le subieron los humos, a la hora que recebió herencia, los tres pesos se le treparon a la cabeza convertidos a diez. Luego, se compró una camioneta Ford Lobo azul cerillo 4 X 4 el viejo guango, y pos claro está, traiba a una que otra vieja ganosa detrás de él, y como a cada santo le llega su milagrito, ándele que en la jugada se chingó todo, no le quedaron más que puras deudas. Y re´depente, que le dice doña Raquelito “Sígale de culipronto mi cabrón, ¿no que usté le soplaba al fogón y se le iluminaba el cerebelo? De un tiempo acá se le subieron los humos, ahora resulta que come frijoles y eructa jamón. Yo, ahorita mismo lo puedo mandar a freír espárragos, porque acuérdese que me conoció mulita, entonces entre mula y mula nomás las patadas se oyen”. Aquel pobre hombre, casi se desvanecía con tanta verbosidad, parecía cucaracha recién pisada, con las alas abiertas y una pata testereando.
¡Qué vueltas da la vida! mírenlo ahora, de obediente tendero, surtiendo los estantes y pagando las cuentas de los cigarros pirata. Ya ni siquiera sonríe, me da harta pena verlo, nomás es que escuche que se acerca la doña, y le entra el deshogue. Quién quita y un día de estos, vaya quedando viudo y yo me convierta en su …
Yo dando pie a malos pensamientos y doña Raquelito va pasando junto a mi y me dedica un — ¡buenos días maestra Julia!
Mejor es que sigamos como estamos y que cada quien que haga de su cuero un zapato.