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Staff Kiosco Informativo | 27 de enero de 2025
Tepatitlán de Morelos.- Este 30 de enero se celebra el 130 aniversario del natalicio de Martín Ramírez, un artista cuya obra nació de la conjunción entre la locura, la migración y las raíces mexicanas. Originario de Rincón de Velázquez, una pequeña comunidad ganadera en Tepatitlán de Morelos, Jalisco, Ramírez (1895-1963) es hoy un ícono del arte marginal, un testimonio de la resiliencia creativa frente a las adversidades.
Ramírez emigró a los Estados Unidos en 1925, dejando a su familia para trabajar como ferroviario. La Guerra Cristera y las tensiones económicas lo obligaron a quedarse en California, pero el peso del desarraigo y los retos de la migración pronto se reflejarían en su salud mental. Fue diagnosticado con esquizofrenia y pasó los últimos 33 años de su vida recluido en hospitales psiquiátricos, donde dio inicio a su producción artística.
Desde el confinamiento, Ramírez creó un universo propio con materiales precarios: hojas de papel, engrudo casero, recortes y lápices. Sus obras, llenas de túneles interminables, figuras humanas estilizadas y elementos del folclore mexicano, como caballos, vírgenes y trenes, expresan su nostalgia por un México que quedó atrapado en su memoria. Estas imágenes, repetitivas y obsesivas, exploran el choque cultural entre sus raíces rurales y su experiencia en un país extraño.
A pesar de su reclusión, el talento de Ramírez no pasó desapercibido. Tarmo Pasto, un profesor de arte y psicología, descubrió su trabajo en la década de 1940 y lo llevó a los círculos del arte outsider en Estados Unidos. Su primera exposición llegó en 1951 en Sacramento, California, y en 1954 su obra se presentó en una exhibición individual en Oakland. Sin embargo, su gran consagración llegó póstumamente con la retrospectiva de 2007 en el American Folk Art Museum de Nueva York, que lo posicionó como uno de los artistas más relevantes del arte marginal del siglo XX.
La obra de Martín Ramírez no solo es un testimonio de su genio artístico, sino también de las historias de migración, exclusión y resistencia que marcan a millones de personas. Su capacidad de transformar el dolor en arte es un recordatorio de la fuerza creativa que persiste incluso en las condiciones más adversas.
En el aniversario de su natalicio, Tepatitlán y el mundo tienen la oportunidad de celebrar a un hombre cuya obra traspasó fronteras físicas y mentales, dejando un legado universal que sigue inspirando debates sobre identidad, salud mental y el poder del arte para resistir el olvido.
Hoy, a casi un siglo de la partida de Martín Ramírez a Estados Unidos, miles de migrantes jaliscienses enfrentan un destino que, aunque diferente, comparte las tensiones del desarraigo. Las deportaciones masivas y las políticas restrictivas actuales están obligando a muchos connacionales a regresar a sus lugares de origen, enfrentando nuevos desafíos económicos y sociales. En esta coyuntura, la historia de Ramírez cobra un nuevo significado: su obra se convierte en un espejo de los sentimientos de añoranza, desamparo y reconstrucción que todavía marcan las experiencias de quienes buscan una vida mejor lejos de su tierra natal.
