Juan Eduardo López Morales | @EduardoLopezM | 13 de diciembre del 2018
Era 2 de diciembre, un día después de que abrieran las puertas de ese mítico lugar en la Ciudad de México: Los Pinos. Propios y extraños, estábamos ingresando como para querer encontrar algo de lo que ciertas revistas del corazón, chismes y farándula daban a conocer en sus páginas. Y que después es retomado por Aristegui y periodistas de reconocido prestigio.
Ese día de manera personal fue como un dejavú. Hace 20 años, cruce por primera vez uno de los accesos a este lugar en 1997 cuando lo visité por primera vez. La seguridad del Estado Mayor Presidencial solicitaba a sus visitantes pasar por una minuciosa inspección y revisión de los visitantes, porque cuidaban al presidente de forma muy minuciosa (literalmente te quitaban los zapatos, para revisar todo).
En ese entonces un niño de quinto de primaria y ganador de un primer lugar en un concurso de narrativa y dibujo: Misión Rescate Planeta Tierra. Yo fui el representante de Jalisco en narrativa al ganar el primer lugar de ese concurso.
El reconocimiento lo recibí de manos del presidente Ernesto Zedillo. Al entrar a Los Pinos recuerdo que todos los niños nos quedamos maravillados por su belleza, sus pasillos y sobre todo por sus áreas verdes. Al visitar 20 años después Los Pinos y recorrer de nueva cuenta su jardín de la hondonada, sentí orgullo por aquel niño de 11 años que visitó ese lugar y aparte fue reconocido ahí mismo.
Sinceramente el recorrer cada casa, pasillo y jardín de este inmueble, nos hace ver las contradicciones que podemos observar a simplemente vista en nuestro México. Las opiniones de las personas que iban en el recorrido eran de exclamaciones: ¡Toda esta sala ni siquiera se compara con el tamaño de las casas del INFONAVIT! ¡Qué grande y lujosa está! ¡Hay más jardín aquí que en toda mi colonia! Expresiones de asombro, de incredulidad y de sentimientos encontrados generó la apertura de este inmueble.
Cuando uno camina, por cada recamara, la cocina, los baños, el bunker de calderón (que particularmente, construyó en su sexenio), la sala de cine, las oficinas, los cuartos de despacho y cada paso que da uno en los pinos, se encuentra con la triste realidad de saber que durante años, muchos recursos se destinaron al mantenimiento de esta casa y estos mismos recursos se pudieron aprovechar en salud, educación y otras prioridades que pudieron mejorar aspectos prioritarios en las demandas de todos los ciudadanos.
Sinceramente, los pisos, las puertas de madera fina y cada detalle que engloba la casa, pueden ayudar a ver el nivel de gasto que había en este lugar, un nivel de despilfarro bastante elevado que, sin embargo, muchos mexicanos no podrían darse el lujo de tener ciertas amenidades, costosas y elevadas en precios y sin costo para la familia presidencial.
Con lo que observé me queda claro que se gastaron miles de pesos en el mantenimiento de Los Pinos, dinero que seguramente muchos mexicanos, se sorprenderán al ver el excesivo gasto de nuestros impuestos mientras otras graves problemáticas del país se siguen empeorando por no tener recursos que ayuden a su solución.
Los Pinos, en pocas palabras es un lugar plagado de corrupción por las múltiples anomalías y gasto de recurso público que hubo, sin lugar a duda.
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Miembro de la Asociación Mexicana de Ciencias Políticas (AMECIP). Con interés en la Comunicación Política y los Medios de Comunicación.
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