Por: Redacción
Imagen: Especial
14 de febrero de 2016.-La primera visita del Papa Francisco a México ha estado marcada por sus mensajes de conciliación y misericordia. Ha sido enérgico al dirigirse a las autoridades políticas y eclesiásticas del país. En más de una ocasión sus discursos han sido en torno a los problemas que aquejan a los mexicanos.
La primera intervención la realizó el sábado 13 de febrero en el Palacio de Nacional ante autoridades y políticos mexicanos.
«La experiencia nos demuestra que cada vez que buscamos el camino del privilegio o beneficio de unos pocos en detrimento del bien de todos, tarde o temprano, la vida en sociedad se vuelve un terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de las culturas diferentes, la violencia e incluso el tráfico de personas, el secuestro y la muerte, causando sufrimiento y frenando el desarrollo».
«Conozco la larga y dolorosa historia que han atravesado, no sin derramar tanta sangre, no sin impetuosas y desgarradoras convulsiones, no son violencia e incomprensiones».
El mismo día en la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, con un duro discurso el Sumo Pontífice, llamó a obispos y arzobispos mexicanos a reafirmar la misión de la Iglesia Católica.
«Sean obispos de mirada limpia, de alma transparente, de rostro luminoso. No le tengan miedo a la transparencia. La Iglesia no necesita de la oscuridad para trabajar. No se dejen corromper por el materialismo trivial ni por las ilusiones seductoras de los acuerdos debajo de la mesa. No pongan su confianza en los carros y caballos de los faraones actuales».
«Les ruego no minusvalorar el desafío ético y anticívico que el narcotráfico representa para la juventud y para la sociedad mexicana, comprendida la Iglesia«.
«Si tienen que pelearse, si tienen que decirse cosas, sean hombres, ¡díganselas en la cara!».
«No se necesitan príncipes, sino testigos del Señor».
Por la tarde, en la Basílica de Guadalupe, en su primera homilía en suelo mexicano el Papa dirigió un mensaje de paz y esperanza para los familiares de desparecidos y los menos favorecidos.
«En ese amanecer, Dios se acercó y se acerca al corazón sufriente pero resistente de tantas madres, padres, abuelos que han visto partir, perder o incluso arrebatarles criminalmente a sus hijos».
«Todos somos necesarios, especialmente aquellos que normalmente no cuentan por no estar a la altura de las circunstancias o no aportar el capital necesario para la construcción de las mismas. El Santuario de Dios es la vida de sus hijos, de todos y en todas sus condiciones, especialmente de los jóvenes sin futuro expuestos a un sinfín de situaciones dolorosas, riesgosas, y la de los ancianos sin reconocimiento, olvidados en tantos rincones».
Hoy por la mañana el Papa Francisco encabezó la homilía en el Centro de Estudios Superiores de Ecatepec, en donde alentó a los católicos a estar alertas ya que según su discurso hay tres tentaciones que “intentan degradar a los cristianos”.
“Primera: la riqueza, adueñándonos de bienes que han sido dados para todos y utilizándolos tan sólo para mí o para los míos. Es tener el pan a base del sudor del otro, o hasta de su propia vida. Esa riqueza que es el pan con sabor a dolor, amargura, a sufrimiento. En una familia o en una sociedad corrupta ese es el pan que se le da de comer a los propios hijos».
«Segunda tentación: La vanidad, esa búsqueda de prestigio en base a la descalificación continua y constante de los que no son como uno. La búsqueda exacerbada de esos cinco minutos de fama que no perdona la fama de los demás, «haciendo leña del árbol caído».
«La tercera tentación, la peor, la del orgullo, o sea, ponerse en un plano de superioridad del tipo que fuese, sintiendo que no se comparte la común vida de los mortales, y que reza todos los días: Gracias te doy Señor porque no me has hecho como ellos».