martes , 3 diciembre 2024

Las tumbas del diez de mayo

Eduardo Castellanos | @edcastellanos

10 de mayo del 2016.- Brayan es un muchacho de barrio. Para él y muchos otros, este será el primer año que acude a visitar una tumba en el Cementerio Municipal Mansión de Paz en día de las madres.

Una cripta sin placas, sin jarrones, ni adornos costosos, es el lugar en donde desde hace 30 días descansa el cuerpo de Norma Karina, su hermana, quien a los 32 años dejó en la orfandad a tres pequeños. Hoy, diez de mayo, Brayan solo pudo traerle una veladora y una oración.

No solo hermanos, también esposos vinieron al panteón bajo calor infame de mayo. Como Arturo Lomelí de Arcos, quien junto con su nieto, limpia las flores artificiales y pone naturales nuevas, asea la tumba, pues espera también la visita de las hijas, quienes más tarde lo acompañarán a llorar la ausencia de la madre.

Han pasado seis años y el viudo sigue extrañando la compañía de su esposa, entre lágrimas que no se pueden contener, Arturo recuerda a su difunta, a la que fue madre y también fue abuela a la misma que visita cada semana.

“Mi esposa murió en el 2010, murió de cáncer. Todavía duele su partida, domingo tras domingo me ves aquí, venimos yo y mis cuatro hijos, dos hijas y dos hijos”

La voz se vuelve a quebrar “la extraño”, dice.

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Dos cascos para motocicleta descansan en una tumba, junto a un bolso y una envoltura de regalo que guarda unos maquillajes. Isabel García Vera, esperaba ganarse en un sorteo del diez de mayo organizado por una estación de radio local, un ramo de flores para llevarlo a la tumba de su madre. No tuvo suerte; sólo pudo obtener un juego de cosméticos. Y aún así, en su visita al panteón, le llevó a su madre muerta flores, unas veladoras y los cosméticos.

Isabel parece estar acostumbrada y familiarizada con el cementerio más antiguo de Tepa. Dice conocerlo desde antes de su nacimiento. Un día de muertos. Desde el fallecimiento de su madre acude casi cada semana a iluminar la tumba con las costumbres que le heredó la difunta, Beatriz González Vera, su madre.

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“Yo tengo visitando el cementerio casi desde que estaba en el vientre de mi mamá, prácticamente soy del 2 de noviembre, yo cada cumpleaños aquí estoy. Hace tres años que falleció mi madre, va a ser cuatro años el 25 de octubre, casi cada ocho días venimos a ponerle sus veladoras, la costumbre de ponerle las veladoras son ideas de mi mamá, de toda la vida, de que siempre algún fallecido o algo, que la luz para el camino”

“El diez de mayo representa estar aquí, que no nos olvidamos de ellos. Todos los días nos acordamos de ellos, pero es como los cumpleaños de usted o alguna fecha en especial, tenemos días que de todas maneras nos marcan más la vida y el diez de mayo es uno de ellos”, indica García Vera.

Rubén Medina es hijo de Teresa de Loza, ella dejó este mundo hace cinco años, cuando tenía ochenta. Él la visita cada diez de mayo y el día de los muertos. “Me hace falta todavía” dice, se entristece, se le corta la voz y no puede seguir hablando de ello.

Ahí se queda, conversando en silencio con la madre ausente.

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 Música para el dolor y para el alma.

Suenan las mañanitas en diferentes versiones en una bocina instalada en una pequeña bodega de herramientas del cementerio, como queriendo recordar a los visitantes que la tristeza no está permitida el diez de mayo, sin embargo, los visitantes lloran sus melancolías, como un hombre de semblante triste que con cerveza Victoria y teléfono celular en mano escucha “Amor eterno” interpretada por Rocio Durcal.

Sentados en tumbas, una pareja recuerda las fechas de sus difuntos, en otra, unas mujeres rezan el rosario con timidez; la lado, otros limpian una lápida de mármol, otra más allá resguarda la figura triste y casi famélica de un hombre solitario, que desde su teléfono móvil escucha una canción de Marco Antonio Solís, mientras se seca las lágrimas que ya llegaron a las mejillas.

Un acordeón, una guitarra y un bajo, rompen el silencio y la tristeza en un rincón del cementerio, es un trio de música norteña contratado por la familia Zamora Membrila, quien le lleva serenata a María Zamora Valadez, la esposa, la madre, la abuela.

Zamora Membrila falleció hace algunos meses, casi una veintena de familiares acuden al llamado de la celebración del día dedicado a las madres.

“Le traemos las mañanitas a mi abuelita, hoy en el día de las madres, hace pocos meses falleció, es reciente, pero estamos con ánimo, echándole ganas”, expone Christian Roberto Guzmán Membrila, nieto de María.

“A mi mamá y a otros familiares se les ocurrió traer música para celebrar el día de las madres, musiquita para no estar ya tan tristes, aparte queremos que escuchen todos los que estén aquí, a gusto y en ambiente familiar, todos juntos y demostrarle a mi abuelita que la seguimos extrañando”, Concluye el nieto.

El conjunto norteño toca “madrecita” una hija llora, el viudo, Don José Roberto hace lo mismo mientras fuma un cigarrillo, así cae la tarde, así concluye otro diez de mayo entre padres, hijos, hermanos y nietos que se resisten a olvidar a sus madres.

 

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