domingo , 9 marzo 2025

Las alteñitas rebeldes y el 8M en Tepatitlán: un grito que sigue

Staff Kiosco Informativo | 08 de marzo de 2025

Tepatitlán de Morelos, Jalisco.- Las calles de Tepa volvieron a sentir la marea morada este 8 de marzo. Por quinto año consecutivo, mujeres de distintas edades y profesiones marcharon para exigir justicia, equidad y el fin de la violencia de género. 

El contingente purpura cargado de pancartas y pañoletas avanzó desde la Alameda de la calle Hidalgo hasta el primer cuadro del Centro Histórico, dejando a su paso consignas que resonaron con fuerza en el corazón de la ciudad.

El movimiento ha crecido desde su primera edición en 2020, cuando apenas medio centenar de mujeres salieron a manifestarse. Este año, aunque el inicio fue tranquilo, las voces se multiplicaron con cada paso. Desde los balcones, las miradas curiosas se convirtieron en participación activa. Al llegar a la plaza principal, más de 250 personas alzaban la voz.

La marcha estuvo marcada por la memoria. Se recordó a Ana Rodríguez, joven desaparecida en Chapala, cuyo caso ha sido empañado por la revictimización de las autoridades. Su nombre, como el de tantas otras, quedó inscrito en los cantos y pancartas.

 

Cinco años de lucha: la marcha feminista de Tepa sigue en pie

Monet Jiménez, una de sus impulsoras, recuerda los inicios del movimiento en Tepa: “Veíamos que en ciudades grandes ya había marchas, pero aquí no. No queríamos que el 8 de marzo pasara desapercibido”. La motivación sigue intacta. “La lucha es todos los días. Poco a poco hemos logrado que nos visibilicen y que se abran espacios para más mujeres”.

Pero la deuda de Tepa con sus mujeres sigue pendiente. “Nos minimizan, nos pagan menos, nos acosan en la calle. Y lo peor, nos faltan muchas”, dice con dolor.

Para aquellas que aún sienten miedo de unirse, su mensaje es claro: “la resistencia también ocurre desde casa, en la forma en que se educa, se cuestiona y se transforma el entorno. Porque, como gritan cada año en la marcha: No estamos todas, nos faltan muchas.

Sororidad en acción: Andrea Gutiérrez y su primera marcha feminista

Andrea Gutiérrez se unió por primera vez a una marcha feminista, motivada por la sororidad y el ejemplo de su familia. Aunque su rutina diaria le dificulta participar activamente en colectivos, decidió apoyar llevando agua y bloqueador solar, una muestra de solidaridad que, asegura, es su manera de contribuir a la causa.

“Mis primas llevan años participando y ellas nos arrastraron a esto”, comenta Andrea, destacando la fuerza de las nuevas generaciones. Su mensaje para aquellas que aún sienten miedo es claro: “No están solas. Es un proceso de construcción, de cambiar la idea que tienes de ti misma y de los que te rodean”.

La deuda pendiente con las mujeres alteñas

Giselle Guadalupe Macías González, profesora investigadora del Centro Universitario de los Altos, camina con paso firme en su tercera marcha feminista. No solo se suma como mujer y alteña, sino como académica que busca abrir espacios para que más mujeres sean vistas y reconocidas en la ciencia, los negocios y el liderazgo.

“La deuda sigue latente”, dice con convicción. “Vivimos violencia en nuestros espacios sociales, económicos y académicos. Aunque tengamos voz, el reconocimiento sincero aún nos es negado”.

Para ella, la lucha no es solo en las calles, sino en el día a día, en la forma en que se abren oportunidades y se permite a las mujeres existir sin miedo. “El apoyo y la sororidad deben traducirse en acciones reales”, sentencia. Porque la deuda sigue, y el reclamo no se detiene.

Un paso más por las que vendrán

Martha Muñoz Durán ha dedicado 27 años a los libros en la biblioteca del Centro Universitario de los Altos. Pero este 8 de marzo, las páginas que la acompañan son otras: las de la historia que se escribe en las calles de Tepatitlán.

Por primera vez se suma a la marcha feminista. “No había podido antes, pero la emoción de estar aquí es enorme”, dice con voz firme. Sabe que la lucha en una ciudad pequeña pesa más, donde las tradiciones y el patriarcado aún marcan el paso.

A quienes aún no se atreven a salir, su mensaje es claro: el cambio comienza en cada palabra y cada conversación. “Ser feminista no es ser mala persona. Es abrir camino para un futuro más justo, para las niñas que vienen detrás”.

Hoy, Martha camina con ellas. Y con las que un día se atreverán a hacerlo también.

«Por saber de qué se trata»

María Guadalupe Velázquez, de 70 años llegó a la marcha del 8M llevada por su hija. Con curiosidad y una sonrisa serena, se abrió paso entre el contingente de mujeres de todas las edades. “vine para saber de qué se trata”, dije con franqueza.

Desde su lugar, observó la emoción colectiva, los cantos, las pancartas y la fuerza de las jóvenes. Sabe que la marcha es por las desaparecidas, por las abusadas, por todas las que han sufrido violencia. “Está muy mal lo que pasa, pero el que debe hacer algo es el gobierno y no hace nada”, lamenta.

Abrir brecha para las que vienen

Maitreya Rodríguez Pizano, docente de la Preparatoria Regional de Tepatitlán, ha marchado antes en Guadalajara, donde miles de mujeres inundan las calles. Hoy, por primera vez, lo hace en su propia ciudad y el contraste la sacude. “Es un poco triste que seamos tan poquitas”, admite.

Aun así, la convicción es la misma: seguir abriendo camino. “Nos ha tocado abrir brecha a lo largo de la historia, y nos tocará hacerlo para las generaciones futuras”.

Ese es el mensaje que lleva a sus alumnas: la lucha está en cada decisión, en la educación, en la independencia, en el derecho a ser y hacer lo que quieran. “Necesitamos que se sumen”, insiste. Porque cada voz cuenta. Porque el futuro depende de ellas.

«No somos todas, pero somos muchas»

Sugey González caminó entre el contingente con la certeza de que esta lucha no es solo suya. Profesora del Centro Universitario de los Altos, ha marchado tantas veces que ha perdido la cuenta. Pero cada año, el sentimiento es el mismo: emoción y responsabilidad.

“Todavía vivimos en una sociedad muy machista, donde muchas mujeres no se atreven a estar aquí”, dice con voz firme. Lo ha escuchado de sus alumnas, de colegas, de amigas que se debaten entre el deseo de sumarse y el miedo al señalamiento.

Pero el mensaje es claro: “esta no es una lucha contra los hombres, sino por la justicia, por la igualdad de oportunidades, por derribar ese techo de cristal que aún limita a tantas. No somos todas, pero somos muchas”, repite. Y cada año, serán más.

Para saber:

Antes del inicio, la Alameda fue un espacio de encuentro y diálogo. Mujeres compartieron testimonios, discutieron sobre la violencia doméstica y adquirieron artículos con mensajes feministas. Más que una protesta, la marcha se convirtió en un acto de sororidad y resistencia.

El cierre tuvo un tono simbólico y poderoso. La comitiva entonó Las alteñitas alternas, una adaptación feminista del clásico ranchero, y Canción sin miedo, de Vivir Quintana, convertido en himno del movimiento. Luego, el micrófono abierto dio paso a testimonios personales, transformando la explanada en un espacio de denuncia y esperanza.

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