*Adriana Guadalupe Flores Álvarez| @KioscoInfo | 25 de marzo de 2018
Hace muchos años, érase una vez un niño muy curioso que diariamente iba a jugar al río, un día decidió conocer áreas cercanas a su lugar favorito de recreación, pero se perdió. Él sabía que no estaba muy lejos de donde siempre andaba, pero hubo algo que nunca había visto y atrapó su atención.
Una pequeña y misteriosa parte del bosque estaba llena de lápidas, pero lo curioso es que todas eran de personas que vivieron muy poco tiempo, y habían muerto en el río, así que el niño se asustó; quería correr, escapar, gritar, alejarse de allí lo antes posible, pero ya no supo por dónde regresar; el pequeño no sabía qué hacer, ni cómo reaccionar, y en ese momento… se le apareció un fantasma que, extrañamente trataba de tranquilizar al niño. Quería explicarle todo sobre ese misterioso lugar.
El pequeño pensó que era el fin de su vida, ya que las lápidas eran de niños que vivieron cuando mucho diez años y él recién había cumplido nueve. Cuando logró tranquilizarse, el fantasma le explicó con detalles sobre ese lugar, entonces el niño pudo entender el trasfondo del misterioso y tenebroso cementerio.
Allí, en vez de llantos, se escuchaban gritos de niños jugando. En vez de flores, les llevaban juguetes y sus dulces preferidos de cuando vivían, esto con la intención de que disfrutaran todo lo que no pudieron a raíz de su muerte.
Resulta que mientras jugaban, caían al agua y por más esfuerzo que hicieran para que alguien los escuchara, nadie se daba cuenta, pues el ruido del fuerte caudal, lo impedía. Ni sus padres se percataban de ello hasta que de plano no aparecían y otras personas se daban cuenta de los cuerpos flotando en las orillas del río.
El fantasma le contó al niño, que había una fuerza negativa que los empujaba, esta fuerza se llama envidia. Resulta que el primer niño que murió en ese río fue hijo del fantasma; cayó mientras jugaba, pero su padre en ese momento estaba presente e intentó salvarlo, se aventó al agua pero los dos quedaron atrapados por la fuerte corriente del agua y no lograron salir, sólo encontraron el cuerpo del niño, el de su padre jamás apareció.
Por eso, cada que se aproxima un niño al Río de El Salto, corre el riesgo de terminar como los demás, pues el espíritu del fantasma y de su hijo quedaron atrapados en ese lugar.
Se dice que su instinto paternal intenta salvarlos, les advierte de la maldición del río y de lo que provoca la envidia, pero lamentablemente no siempre lo logra, aunque a los pequeños que ha logrado advertir a tiempo, los ha tomado como sus mensajeros para difundir esa versión.
Así las personas que visitan el lugar, hoy tienen más cuidado con los niños y no dejan que la envidia o malos sentimientos afecten sus relaciones personales.