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Por: José Eduardo Paz*
Fotos: Cortesía del Gobierno Municipal de Guadalajara y GDLuz
Poco tiempo después del anuncio de la edición 2022 del festival GDLuz, los protagonistas de los espectáculos comenzaron a practicar sus rutinas que serían acompañadas con proyecciones de luz a lo largo de cuatro días en el centro histórico tapatío.
Daniela Limón y Farid Gómez, del ballet folclórico Joya Tapatía, se dicen orgullosos de poder expresar el amor por su estado a través de una danza elegante, apasionada y llena de tradición.
“Estar ante un público tan grande es algo que nos emociona”, fue como se expresó Daniela, que no oculta ese sentimiento que lo proyecta con ansias y lo vive como si fuera la primera vez, a pesar de ya haber realizado presentaciones masivas en municipios de Jalisco, en estados como Nayarit y Michoacán, e incluso en un rebosante Zócalo de la Ciudad de México.
El festival GDLuz fue anunciado el primer mes del año, lo que despertó el interés de los jaliscienses luego de las épocas donde la pandemia evitaba la realización de estos espectáculos.
GDLuz es parte de los festejos para conmemorar los 480 años de Guadalajara. Dicho festival se llevó a cabo años atrás con regularidad hasta que la situación sanitaria que afectó a todo el mundo detuvo su realización. Este 2022 sería el inicio de un nuevo ciclo.
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El clima es perfecto para disfrutar de la noche. A pesar de ser casi las ocho, el frío casi ha desaparecido y la brisa que se siente repentinamente arrastra un aire cálido y reconfortante. Las calles de la perla de occidente están a reventar: solo se miran las cabezas de las personas aglutinadas cual si fueran una caja de cerillos formados en hileras; el paso vehicular está obstaculizado: tal como sucede con los asistentes, los coches atorados en el caos quedaron formados como consecuencia del cierre de algunas vialidades; esto muestra el interés que los visitantes tienen en darse una vuelta por el festival.
La avenida Juárez se cierra parcialmente para conducir a todos los asistentes por un corredor hasta llegar a la catedral de Guadalajara, ahí comienza el recorrido. A dónde sea que se dirija la mirada se pueden ver niños, adultos y algunas personas de la tercera edad abarrotando las aceras. Al acercarse a ese recinto religioso de estilo renacentista lo primero que se puede divisar en el horizonte es el enorme caballo de madera, que da la bienvenida a todos los que cruzan por su camino. Así debió ser aquel mítico equino aqueo que entró a Troya con los guerreros en sus entrañas de tabla para concretar la mítica caída de la ciudad griega.
Los voluntarios del GDLuz indican a las personas que continúen su andar hacia la Plaza de la Liberación, lugar donde se lleva a cabo el evento principal. Antes de llegar ahí, una luz roja resplandeciente ilumina los edificios aledaños –el Museo Regional, el Palacio de Gobierno, la misma Catedral— simulando una realidad virtual en 360 grados.
El mar de gente que se ha formado vuelve la memoria al Helesponto por el que navegó Ulises a su regreso a Ítaca. Las aguas del mar de personas desembocan lentamente en las distintas atracciones. Justo antes de llegar al Teatro Degollado se localiza la entrada al epicentro del espectáculo. Todos intentan conseguir el mejor lugar posible para disfrutar del show, mientras tanto, el encargado de sonido anuncia la primera llamada.
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Alberto Guerrero, un voluntario registrado para apoyar en la organización, se dispone a realizar el montaje de la pieza principal en la Plaza de la Liberación. Para esta edición del festival se colocó una estructura de metal que simula la figura del agave, especie endémica y tradicionalmente representativa del estado de Jalisco, conocida por ser parte vital en el proceso de producción de tequila.
El agave metálico de 2.5 metros de alto cuenta con un sistema de iluminación LED capaz de iluminar una manzana entera. Los cielos oscuros de la metrópoli se vuelven diáfanos. Las estrellas de la noche plutónica están desaparecidas.
El plan inicial, según cuenta Alberto, era colocar este y otros artefactos en el centro de la plaza aproximadamente el 7 de febrero, pero surgió un inconveniente. “Por la situación de la pandemia se retrasó el evento. Se anunció que la nueva fecha sería del 2 al 5 de marzo. A nosotros los voluntarios y a los organizadores no nos afectó tanto el que se aplazara el evento, pero uno de los objetivos de realizarlo era reactivar la economía de la zona centro y ahora tendrán que esperar. Además de que ya no se hará en la semana del aniversario de la ciudad.”
El GDLuz es un festival de la cultura mexicana que provee experiencias únicas tanto a los que asisten como a los que se encargan de prepararlo. Si bien hay personas que lo describirían como un causante innecesario de caos vial y escándalo, se proyectaba recibir la visita de 1.5 millones de personas durante las cuatro noches en que se llevaría a cabo; el resultado sería una importante derrama económica en la ciudad.
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“¡Segunda llamada!, repito, ¡segunda llamada! Estamos a punto de comenzar el gran evento”, exclama el anunciador.
No cabe una persona más en el lugar, aunque la situación no resulta incómoda para nadie, pues se respeta el espacio personal entre grupos, sin mencionar el alto porcentaje de personas portando su cubrebocas, haciendo el evento bastante seguro.
“¡Tercera llamada!, es hora de comenzar”.
Todo se oscurece de pronto. Hay algunas voces que exclaman. No hay un halo de luz visible. Así debieron ser las tinieblas en el Atlántico cuando al Titanic se lo comió el mar. En un instante, el escenario se enciende. La vida regresa: son los colores de la tierra, del agave, del maíz, de la vida misma. Inmediatamente comienzan a distinguirse las figuras de unos charros y rancheras imponentes. Cada uno con vestimenta tan impecable como el anterior; unos trajes negros acompañados de sombreros del mismo color, contrastados por los vestidos de tonos alegres y llamativos de las mujeres. Comienza la danza, esa que practicaron día y noche, y que llevan en el corazón. Se puede identificar a Daniela y a Farid, moviendo sus cuerpos al ritmo de la tradición. El público se emociona como si fuera la primera vez que ven este baile y los artistas, por dentro lucen orgullosos con las sonrisas más grandes que también hacen brillar la noche.
De aplausos tras aplausos, el ballet cierra con el jarabe tapatío, aquel ritmo que es conocido en diferentes países y que no representa solo a Jalisco, sino a toda la nación. Cada uno de los bailarines sabe que es el evento final, así que lo dan todo.
La compañía de ballet folclórico se ha ido. Es turno de una demostración cultural más actual, que no deja de ser de origen jalisciense. El disc jockey Renzo Cubas, quien también organizó el espectáculo multimedia, hace su aparición en el escenario para deleitar a los asistentes más jóvenes, pero también a los mayores después de reproducir canciones del más reciente ídolo local Vicente Fernández, quien falleciera en diciembre pasado.
Antes de pasar al final, el agave metálico situado en el centro se ilumina con los colores de Ucrania, en apoyo a la situación actual por la que atraviesa este país. Posteriormente, todo el público desvía la mirada del escenario para situarla en la Catedral de Guadalajara, pues de ella nacen unas imágenes que representan la cultura de esta ciudad en este fenómeno llamado videomapping. Como broche de oro, los fuegos artificiales en brillantes colores verde, blanco y rojo salen disparados de la misma, y asombran a más de uno: con ojos de infantes les brillan la explosión de los cohetes en la mirada por haber experimentado la situación por primera vez.
La gente avanza como romeros hacia la Plaza Tapatía y el Hospicio Cabañas donde admirarán por última vez las instalaciones repletas de luces, esas que dan el nombre al festival e inundan las redes sociales con fotos y videos que habrán de recrear una y otra vez ese momento.
