jueves , 21 noviembre 2024
Foto: Tenue luz | Kiosco Informativo

A la luz de la vela | Cuento corto

Por: Leo Danniels

Hace tanto que espero esta noche. Confío en que todo saldrá bien. La cena está servida en una mesa debidamente dispuesta, me he esmerado en el sazón. Me veo al espejo, luzco perfecta, el vestido negro entallado resalta mi figura y el maquillaje está impecable. Enciendo el estéreo para asegurarme de no haber puesto el disco equivocado. Acerco dos copas a la mesa, y flores frescas;  coloco una vela roja justo al centro.  No debo olvidar las instrucciones.

1.- Él debe encender la vela:

Suena el timbre, trato de no aparentar nerviosismo cuando abro la puerta y él aparece, le doy la bienvenida, unos minutos de charla intrascendente y luego lo conduzco al comedor, noto que está gratamente sorprendido por el guiño que hace. Le pido que encienda la vela  con el pretexto de que no tengo encendedor, lo hace. El primer paso resultó bastante fácil.

2.- No permitir que se apague la vela:

La cena es agradable, él parece estarla disfrutando, la luz de la vela le da un toque especial a la velada, confío en que la llama no se apague estando bajo techo. Me emociona constatar que todo marcha como lo he planeado.

Mi plan es quedarnos en la mesa y charlar, pero él cambia de opinión y decide que en la comodidad de la sala estaremos mejor. Me llevo la vela, me pide que la apague aduciendo que en la oscuridad, dos cuerpos encuentran la comunión de sus almas; le convenzo que  dejar una luz tenue es más romántico, cede entonces a que la vela permanezca encendida.

3.- Debo ser yo quien apague la vela después de la media noche:

Faltan pocos minutos, trato de guardar compostura. No quiero arruinarlo todo estando tan cerca del final. Le pido que regresemos al comedor, es mejor estar allí que en la sala. Tomo la vela con la mano izquierda y con la derecha protejo el pabilo encendido de la corriente de aire que a esa hora suele iniciar. Él se tarda en alcanzarme, voy a su encuentro y  justo en el pasillo lo veo absorto contemplando una fotografía que horas antes yo misma había volteado contra la pared.

—Deja eso— le digo molesta.

—¿De dónde la conoces ?— me pregunta en un tono indiferente.

—Era mi hermana— contesto lacónicamente.

Su sorpresa es mayor que al inicio de la cita, clava su mirada en la mía, está confundido, desesperado. Me empuja, corre a la salida, intenta salir de la casa, no puede, está cerrada, la puerta tiene llave. En ese momento suena el reloj, es media noche.

En ese momento voy por la vela y me acerco a él, su rostro denota incredulidad luego molestia. Apago la vela de un soplido. Está por ocurrir. Se filtra un poco de claridad a través de la ventana, la suficiente para distinguir sus expresiones, ahora se retuerce de dolor, vomita sangre, mucha sangre, sus ojos de un color rojo carmesí me imploran clemencia, trata de gritar pero se ahoga con más sangre y cae suavemente sobre su propia e inmensa cascada bermeja. A los pocos segundos deja de moverse.

La velada terminó como esperaba.

Los textos que aparecen en este apartado fueron escritos por alumnos que participaron en el curso-taller de redacción literaria que fue impartido por la escritora Elba Gómez Orozco, como parte de las propuestas cuturales que ofrece el Gobierno Municipal de Tepatitlán a través de la Dirección de Arte y Cultura. 

 

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