Víctor Rivera | @Victor_Rivera_S | 29 de marzo de 2017
El hombre de las mil máscaras, es el mismo que celebra sentirse más ligero como para poder mover con mayor libertad sus brazos. Es una persona que, a pesar de sus limitantes, no escatima en tocar la guitarra, cantar a capella o lanzar algunos chistes. Podría haber personas que digan que ese hombre, de un rostro y mil máscaras, debería ser el más triste del mundo. Pero él ya se ganó un rango de tal dimensión, por el cual, no desea competir y al contrario de disfrutarlo, lucha desde hace cuatro meses, para estar lejos de él; así que la tristeza no es una opción.
Juan Pedro Franco fue catalogado como el hombre más obeso del mundo, en noviembre pasado, por pesar 590 kilogramos. Oriundo de Aguascalientes, su rostro y su corpulencia que lo amarraron a una cama desde hace seis años, comenzaron a aparecer en los medios de comunicación, hablando acerca de su vida; cuando en realidad, Juan Pedro, era la figura de un padecimiento que amenaza a México, al mantenerse en los primeros lugares del ranqueo, como el país con mayor población en situación de obesidad.
El gran hombre, tuvo que ser trasladado a un hospital de Guadalajara para ser atendido. Había buscado ayuda por todos los medios y nadie respondía su llamado. Solamente el DIF le propiciaba ayuda nutricional y el IMSS, le proveía de medicamentos para sobrellevar sus enfermedades. Una dieta y ejercicio, ya no eran la solución. Tenía que haber más. Tenía que recurrir a una operación bariátrica….
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Es un martes de primavera y Juan Pedro está en la que es su casa, en Guadalajara. Ve cómo se retiran los reporteros que acudieron a conocer el avance en su proceso. Espera a platicar con su médico, el bariatra José Antonio Castañeda Cruz, quien le comenta que todo va a pedir de boca. Juan Pedro ríe. Le dice a su médico, que en algún momento, una chica que estaba deseosa de él se le fue encima y cuando estaban en las vísperas de invocar al amor, la chica le pidió que apagara la luz; él le pidió abstenerse de la pena, sin embargo la chica le refirió que, como estaba encima de Juan Pedro, y su corpulencia era tanta, ella alcanzaba a chocar con el techo y uno de sus glúteos le pegaba en el foco y la estaba quemando. Cuando termina el relato Juan Pedro vuelve a explotar en una carcajada. Eso es normal.
Pero el hombre de las mil máscaras, no sólo es un excelente comediante. También es la encarnación de la valentía: cuando estaba escuchando preguntas de reporteros, Juan Pedro, fue justo como su apellido: Franco, y respondió a la interrogante sobre el miedo, con la puntualidad de un reloj suizo:
“El miedo lo tenemos que dejar a un lado, porque ahora sí que si no me atiendo moriría y sé que si me atiendo también puede pasar, pero es mejor intentarlo. Todo va a estar bien y uno debe seguir adelante”, responde con serenidad y luego recuerda que él es más que sobriedad y vacila con la edad, lanza palabras con picardía y vuelve a ser feliz.
Desde que Juan Pedro llegó a Guadalajara, el médico José Antonio Castañeda Cruz, quien tiene una larga experiencia en cirugía para la obesidad, supo que este caso, sería un reto. Él y su equipo, lo han ido manejando de una manera gradual. Primero tenían que controlar las enfermedades que la obesidad le había provocado. La diabetes e hipertensión, prioritariamente, además de un pequeño daño en un pulmón. El primer paso consistió en una dieta mediterránea, a base de carne, pescado y verduras. Aunado a ello, ejercicio. Esta mezcla de nuevos hábitos, provocó en el hombre más obeso del mundo, una disminución de peso, rotunda. Ahora su persona carga 170 kilogramos menos: la báscula que lo pesó, marcó 419 kilos, apenas hace cuatro días.
Alguien le pregunta que cómo se sintió cuando supo el peso que había perdido en esta primera etapa y Juan Pedro, con un dejo de sarcasmo responde directo: “¿Cómo se sentiría usted? – luego ríe y añade – cuando supe lo que he bajado, me dio una satisfacción muy grande. Es un pequeño resultado de todo lo que hemos estado luchando. Uno se siente muy motivado para seguir caminando y, pues bien, la verdad. Echándole ganas”.
Mueve los brazos de un lado a otro. Dice que ahora el oxígeno le es importante, pero no necesario. Se quita el pequeño tubo que le enmascara el rostro y afirma que ahora se mueve con mayor facilidad. “Me siento más flojo, con más fuerza”, confirma.
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El próximo 9 de mayo comenzará la siguiente etapa en el proceso de recuperación de vida, de Juan Pedro. El Doctor Castañeda le practicará una cirugía bariátrica en dos tiempos, con seis meses de recuperación entre una y otra. Por ahora, afirma el galeno, su corazón, su hipertensión y el daño en el pulmón, están controlados, no al cien por ciento, pero sí listos para entrar a quirófano.
El primer procedimiento que se le realizará consiste en una reducción de tres cuartas partes de estómago, lo que comúnmente se conoce como una manga gástrica. Luego de medio año, el hombre más obeso del mundo, volverá a entrar a quirófano. En esta ocasión por una reconversión de Manga gástrica a Bypass gástrico. Este último procedimiento provoca un efecto de “malabsorción”, dice el Doctor Castañeda, el cual, afirma: “ayudará a Juan Pedro a llegar a su peso ideal”. Todo este proceso aún tiene días por cumplir, pues dicen los médicos, que luego de la segunda operación, Juan Pedro tendrá que seguir con alimentación balanceada y actividad física para llegar a su meta, que puede variar en tiempo, de entre un año y medio, hasta los dos años.
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El barrio que recibe a Juan Pedro es tranquilo. Está por el sur de la ciudad y la que es ahora su casa, tiene un cariz de hogar. De las paredes penden algunas imágenes religiosas y en una esquina del cuarto — que podría ser una sala-comedor— descansa en el piso, la guitarra del Juan Pedro cantante. Su máscara que más disfruta…
Desde la cochera se percibe un sazón delicioso. Es la madre de Juan Pedro, que prepara la comida; hay rajas con requesón, hay papas con chorizo, frijoles, guacamole y gorditas con queso. Juan Pedro – el anfitrión – es muy atento con las visitas, les invita un vaso de agua de sandía y les confirma que los alimentos que prepara su madre, son para ellos. Él sigue al pie de su dieta.
Otra voz le pregunta, que si estar en Guadalajara, no lo hicieron ya chiva. Él responde que esa conversión aún no la conoce, pues sí le va al equipo de futbol de camiseta a rayas rojas y blancas, pero él se ve, como un chivo. Todos ríen a coro con Juan Pedro.
De entre sus sábanas, el hombre de las mil máscaras y un solo rostro, con la fisonomía de la esperanza, desentierra a un pequeño perro mestizo, de pelos necios llamado Barbas y lo presenta a todos. El sabueso de corta estatura se siente protegido en los ágiles brazos de su dueño, pero a su vez, a pesar de sus casi doce años, de adultez perruna, sigue cuidando y defendiendo a su amo.
“Tócame”, me dice Juan Pedro y luego de hacerlo, el perro me gruñe. “Ves, sí se enoja. Hasta te podría morder. ¡úchale! – dice y el perro ladra— ya estate Barbas”, le ordena Juan Pedro. Todos ríen. Todos reímos. El Barbas se esconde tras el Hombre de las mil máscaras y se entierra entre las sábanas. El médico le dice: “Vamos por muy buen camino Juan Pedro”.