Staff Kiosco Informativo | 28 de febrero de 2025
Yahualica, Jalisco.- El fervor y la devoción envolvieron las calles de Yahualica en una noche iluminada por la fe y el resplandor de los castillos pirotécnicos. El miércoles 26 de febrero, la comunidad se reunió para despedir al Señor del Encino, en una ceremonia que marcó el inicio de su regreso a Ocotes de Moya.
Los fieles comenzaron a congregarse en la parroquia de San Miguel. El bullicio de los peregrinos, muchos de ellos hijos ausentes que regresaron especialmente para este evento, se mezclaba con el tañer de las campanas que anunciaban la procesión.
La imagen del Señor del Encino, resguardada entre flores y velas, recorrió las calles del municipio en un acto de fe compartido por más de 2 mil 500 personas. El recorrido, que inició en el Mercado Municipal, fue acompañado por grupos religiosos, movimientos pastorales y delegaciones de fieles de diversas partes de Jalisco.
El anochecer trajo consigo la celebración de la eucaristía en la parroquia, donde la solemnidad del momento contrastaba con la emoción latente en los rostros de los asistentes. Luego, la serenata inundó el atrio con acordes que parecían elevarse junto con las oraciones. Finalmente, el cielo se llenó de luces con el espectáculo de castillos pirotécnicos, un estallido de colores que simbolizó la alegría y el amor de un pueblo hacia su patrono.
Al amanecer del jueves 27 de febrero, la romería comenzó con una misa en la parroquia de San Miguel Arcángel. Apenas despuntaba el sol cuando los peregrinos, en un acto de sacrificio y entrega, emprendieron el camino a pie hacia Ocotes de Moya. La ruta, impregnada de rezos y cantos, fue testigo de la fe inquebrantable de la comunidad.
Horas después, la imagen del Señor del Encino llegó a su morada original, donde fue recibida con jubilo por los habitantes de la comunidad. El sonido de los cohetes y el repique de campanas anunciaban el término de un trayecto que cada año reafirma el lazo espiritual entre los fieles y su venerada imagen.
Así, Yahualica demostró una vez más que su identidad está profundamente ligada a sus tradiciones religiosas. La despedida y la romería del Señor del Encino no solo fueron eventos de fe, sino también una expresión de la historia y la unidad de un pueblo que, con cada paso dado en el camino, renueva su devoción.