Alejandra Díaz | @alegoriasadg | 8 de marzo del 2020
A pesar de todo el camino recorrido durante siglos, todavía hay quienes nos preguntan “¿cuál es la diferencia entre machismo y feminismo?”, o quienes nos dicen: “si tú eres feminista, entonces yo soy machista”, o “ni machismo, ni feminismo, igualdad (o humanismo)”. Por eso me propuse escribir este ensayo en el marco del 8 de marzo, originalmente día internacional de la mujer trabajadora, y del 9 de marzo, día que sin precedentes se propuso para el paro general de mujeres en México: “un día sin mujeres”.
Las jornadas del 8M y del 9M, convocadas por colectivos feministas en contra de todo tipo de violencias, y extendidas entre mujeres diversas, quienes, aunque no se reivindiquen feministas, toman consciencia de estar expuestas a la agresión sexual y al feminicidio.
“La diferencia entre machismo y feminismo…”, resumen frases que circulan en Internet, es que: “el primero ha matado a muchísimas personas, y el segundo a nadie”.
Por mi formación universitaria me cuesta ser así de breve y hablar en términos tan prácticos y contundentes. Cuando me han hecho esa pregunta, han venido a mi mente un sinfín de imágenes e historias que tardaría en enumerar.
Tal vez debí haberles contestado a mis interlocutores: “a ver, no tengas pereza de leer al menos el artículo de Wikipedia sobre el feminismo”, como dicta otro de los memes en Internet. Pero, al haber leído al artículo de Wikipedia sobre el feminismo, noté que, aunque es preciso, no es tan accesible. Mi pulsión de cuidadora me indicó que algo debía de hacer por quienes se atrevían a hacer tal cuestionamiento… decidí escribir este ensayo para aclarar al menos los conceptos. Porque debo confesar, aunque me avergüence mucho, que alguna vez tampoco tuve idea de la diferencia entre uno y otro.
Una no nace feminista, tampoco machista, ni racista ni clasista, ni sexista; estas actitudes y brújulas de acción las vamos aprendiendo durante la vida.
Por supuesto que, con este texto no aspiro a explicar totalmente la diferencia entre machismo y feminismo. Al menos quisiera plantar la semillita para que quienes no estén familiarizados con el tema, pongan algo de su parte, como yo lo he hecho, y se decidan a informarse más allá de los memes antifeministas que reciben todos días a través de sus redes sociales.
Lo primero que tengo que decir es que: machismo, feminismo, humanismo e igualdad, son conceptos, y, por lo tanto, tienen una carga histórica, no se pueden definir apartados de la realidad en la que fueron creados, además, fueron creados para dar nombre a una realidad. Un concepto es una palabra que surgió en un contexto histórico para darle nombre a una realidad. En este caso, la de algunas luchas de mujeres (no todas) por derechos e igualdad económica y social, se reivindicaron feministas, por lo menos desde hace unos dos siglos.
Los ismos y otros mundos posibles
El sufijo ismo se utiliza para nombrar las “doctrinas”, pero en el habla cotidiana en México, no académica, “la doctrina” es la catequesis. De ahí que surja miedo y confusión con la idea de que un ismo atente contra la única doctrina conocida. En el siglo XIX florecieron en Europa varios ismos, con el propósito de pensar y planificar otros mundos posibles. Estos fueron signos de lo que llamamos ahora “modernidad”, como el liberalismo, con sus ideales de libertad, igualdad y fraternidad, del cual derivó el socialismo (de liberales desencantados) como Charles Fourier, Saint Simon, y Flora Tristán, esta última sobreviviente de violencia intrafamiliar y pobreza. Más tarde surgió la utopía comunista, que en el siglo XX significó la esperanza en la Revolución, pero también la experiencia de la derrota.
Por un lado, el autoritarismo de los regímenes posrevolucionarios socialistas, y por la otra, la cara más vergonzante de los capitalistas y desarrollistas, convencidos de que “el fin justifica los medios”, justificaron durante décadas la persecución, detención y tortura de activistas, o sospechosos de ser piedrita en el zapato para la industrialización y el “desarrollo económico”. Hubo así, en total impunidad, una serie de abusos contra los derechos humanos, incluso de periodistas, estudiantes, artistas, y hasta de niñas y niños, en las dictaduras latinoamericanas y en las llamadas “dictablandas”. Las masacres, justificadas con el miedo al “peligro” comunista en América Latina, fueron antesala de los horrores que ahora vemos cada día en las noticias, pero también mostraron la urgencia de la “democracia”, en la cual, el horror sigue siendo cotidiano, y además visible.
El feminismo surgió en Europa, y tuvo su trayectoria primero en la lógica de la igualdad civil, y más tarde sexual, económica y social. Es decir, primero, mujeres de élite como Olympe de Gouges y Mary Wollstonecraft, protestaron por ser incluidas en asuntos públicos. De ahí viene la lucha por la paridad. Pero esto no fue suficiente, porque las mujeres somos diversas: trabajadoras, racializadas o disidentes de la heterosexualidad. Es por ello que ahora hablamos de feminismos en plural.
El machismo
El machismo no es una doctrina hacia otro mundo posible. El término parece un accidente, porque describe una realidad, no un horizonte. El machismo es un concepto peyorativo que surgió para nombrar actitudes, pensamientos y prácticas con las que se nos sobaja a las mujeres y se nos considera inferiores en la sociedad, en todos los ámbitos de la vida, tanto en la división del trabajo, como en la educación y en la familia. Quienes consideran el feminismo como equivalente del machismo piensan que las feministas queremos hacer una sociedad gobernada por mujeres, fundada en el odio a los hombres, y que así, quienes manden y sean superiores seamos las mujeres. LO CUAL ES FALSO Y RIDÍCULO, de hecho, es el tema de uno de los episodios de Star Trek.
Las feministas no odiamos a los hombres, lo que odiamos es el orden que nos ha puesto a las mujeres en desventaja, históricamente, y no solo a nosotras, sino a la niñez, a los pueblos originarios, a los pueblos negros (que ya no quieren usar el eufemismo de “afrodescendiente” porque ser negra o negro no tiene nada de malo, lo malo es la racialización), y a los pobres en general.
Los feminismos parten de un sistema de ideas que busca romper con la jerarquía sexista, pero también heteronormativa, clasista y racista. Por ello es tan temido, por su fuerza transgresora, que denuncia la explotación, la vulnerabilidad y la desigualdad sexual, social y económica. Porque, para empezar, atenta contra la idea de que las mujeres y las personas en general somos propiedad de alguien, como si no tuviéramos autonomía.
Una vez, en unas clases de inglés, pregunté al profesor que cómo se decía “machismo” en esa lengua, pero no me supo contestar, hasta que recordó: “ahhh, se dice chauvinism”. Después se me ocurrió buscar el término, me di cuenta de que era una palabra de origen francés para referirse al nacionalismo, patriotismo, que es racista y xenófobo, que supone que la propia nación es superior a otra, que, por lo tanto, es inferior. Entonces vi que para hablar de machismo suelen decir en inglés male chauvinism, que significaría algo así como patrioterismo de los varones; en francés curiosamente se dice “machisme”, y se pronuncia la ch africada (fuerte), quizá tomada del español, y no la ch fricativa postalveolar sorda suave del francés, la “suave” para los compas.
Me acordé de algo que me había dicho un profesor alguna vez, que “como decía un tal sabio poeta o filósofo…”: “el regazo de la mujer es la patria del hombre”, o sea, su territorio.
Y entonces entendí la relación entre las agresiones sexuales, los feminicidios y la propiedad privada. Entendí también por qué, un día que iba caminando por la calle, un tipo en una bicicleta me agarró debajo, aprovechándose de que yo estaba atenta al semáforo y no a proteger mi cuerpo. Me hizo entender también por qué tantos hombres me agarraban de la cintura en eventos sociales o en el trabajo, o me ponían la mano en las piernas, incluso en el pecho, hasta que dije ¡Basta! ¡Mi cuerpo no es suyo! ¡Mi cuerpo es mi territorio! ¡Y por eso debo defenderlo!
Las luchas de las mujeres al margen de los feminismos
Además de los feminismos, ha habido muchas otras luchas de mujeres que no se identifican como feministas, pero no por ello son más o menos valiosas. En Guadalajara, la escritora y periodista Lola Vidrio publicó artículos sufragistas a finales de los años cuarenta, como “La mujer y el voto”, publicado el 11 de marzo de 1947:
Las reformas hechas a la constitución por las cuales se permite el voto a la mujer mexicana, es por ahora el hecho más trascendente. Desde luego y en una mayoría aplastante, subsiste aquel prejuicio tonto de creer que, si las mujeres votan, pierden mucho de su feminidad, de su carácter hogareño, de su decoro personal, o que actúan en un plano de política hecho o manejado hasta hoy exclusivamente por el hombre. Pero no nos alarmemos. Toda innovación comienza por levantar un reguero de crítica, cuya fuerza va progresivamente acabándose, a medida que su efecto se extiende y se normaliza. […] Pero quizá el hombre no quiera saber que, al dotar a la mujer mexicana, a esta mujer mexicana que ha sido por siglos enteros su esclava, al dotarla decimos, de facultades que le permitan tomar parte directa en la solución de los problemas nacionales y trabajar en otros campos muchísimo más vastos y por lo tanto muchísimo más importantes también para el futuro de ambos, es [también] el hombre quien sale ganando.
Para Vidrio, las mujeres de su época deberían poder encontrar el propósito de su vida no en el amor romántico, sino en el trabajo bien remunerado y reconocido socialmente.
El voto femenino se pudo ejercer en México hasta principios de los años cincuenta, pero se había puesto sobre la mesa de las demandas de las mujeres, ya desde 1916, en el primer Congreso Feminista en Yucatán, impulsado por mujeres como Hermila Galindo. Pero en los años treinta fue impulsado un sufragismo más democrático por el Frente Pro Derechos de la Mujer, integrado especialmente por mujeres del Partido Comunista Mexicano (PCM), ligadas al cardenismo, como Refugio “la Cuca” García, Consuelo Uranga, Concha Michel, y muchas más.
Aunque las mujeres que encabezaban la lucha sufragista eran sobre todo comunistas, mujeres liberales y católicas se reunieron y acordaron que la conquista del sufragio, por alcanzar la igualdad civil, no era suficiente. El 8 de marzo de 1947, en una reunión en la Ciudad de México, así lo expresaron mujeres como la doctora Estela Chapa, del PCM, Amalia Castillo Ledón, de la Unión Interamericana de Mujeres, y los sectores femeniles sindicales, pero también las mujeres católicas, representantes de la Sociedad de Madres de Familia, y la Liga Central Femenina.
Décadas más tarde, en la Conferencia Mundial del Año Internacional de la mujer, que tuvo lugar en la Ciudad de México en 1975 se reunieron mujeres de diferentes realidades, como la escritora y activista feminista estadounidense Betty Friedan, o la líder sindical boliviana Domitila Barrios de Chungara, trabajadora de las minas y madre de once hijos. ¿Se imaginan?
Por otro lado, locutora, actriz y escritora mexicana Nancy Cárdenas, visibilizó la diversidad sexual y se asumió lesbiana públicamente, en aquel año escribió junto a Carlos Monsiváis el Manifiesto en defensa de los Homosexuales en México.
El personaje ficcional de Bree Van de Kamp, de la famosa serie televisiva Esposas desesperadas, quien no tiene ni un cabello fuera de lugar, se inspiró en las amas de casa de los suburbios estadounidenses, quienes, a pesar de tener hogares tecnificados, con electrodomésticos vanguardistas, se deprimían y llegaban a padecer alcoholismo por el aislamiento y la indiferencia de sus parejas. Otro personaje muy distinto es el de Zelda (Octavia Spencer), una trabajadora doméstica negra, que aparece en la película La forma del agua, de Guillermo del Toro. Zelda muestra la doble o triple jornada de una mujer trabajadora, que además de su empleo tiene que aguantar la violencia de su marido y atenderlo a él y a sus hijos.
Las mujeres zapatistas
En México, el año pasado, las mujeres zapatistas, que han defendido junto a sus compañeros su derecho de autonomía territorial, hicieron el encuentro de mujeres que luchan. Ellas, aunque no se nombren feministas, resisten de alguna forma al sistema que las vulnera económica, social y culturalmente. A las mujeres que vivimos en las ciudades, la entereza de estas mujeres nos ha inspirado mucho, pero nos han advertido que debemos buscar nuestras propias maneras de resistir en la ciudad, donde hemos perdido la protección que podía brindarnos pertenecer a una tribu, a una comunidad.
Lamentablemente, otras mujeres, sobre todo privilegiadas económicamente, o desinformadas, han condenado las luchas de mujeres que tratamos de resistir al acoso, a la violencia sexual, o a la explotación económica.
Es cierto que en este país cada día son asesinados más hombres que mujeres, pero por motivos distintos, y más del 90% de las agresiones, dirigidas a mujeres y hombres, las ejercen otros hombres, lo cual indica que hay una lógica de agresión relacionada con la diferencia sexual, aprendida, de la cual somos cada vez más conscientes. Por ello, para las pensadoras feministas, como Rita Segato, el enemigo no es el hombre, sino el orden patriarcal, con el que hemos aprendido que alguien es inferior por ser diferente, por ser mujer, niña, niño, o persona racializada y precarizada. Lo cual, nos llevará mucho tiempo cambiar, pero cada día podemos poner nuestro granito de arena para que esta realidad cambie. Para que, a nadie, y menos a los niños, se le viole o se le mate.
En estos días he visto muchas expresiones algo desconcertantes, oportunismo de partidos políticos, llamamientos a la violencia… y eso me inquieta mucho. El feminismo no busca la violencia. Si en ocasiones las compañeras han recurrido a pintar monumentos, no ha sido para declarar ninguna guerra, ni para avisar que habrá mujeres violentas listas para atacar, sino todo lo contrario, para visibilizar el hartazgo.
Como estas expresiones radicales han tenido tan mala respuesta en el país, el día de ayer, en Guadalajara, la comisión organizadora de la jornada del 8 de marzo: “Yo voy 8 de marzo”, ha aclarado que la convocatoria es pacífica y que se llama a evitar caer en provocaciones de grupos de choque que deriven en represión.
El vandalismo es la destrucción del patrimonio público con fines de saqueo, como hicieron los vándalos o los vikingos.
Las feministas que rayan, rompen o queman hacen iconoclasia, que es la ruptura de símbolos, pero también hacen denuncias en el famoso “tendedero”, el cual fue introducido por la artista feminista Mónica Mayer.
Este será el primer año que se realice una marcha feminista en municipios como Tepatitlán, que en las últimas décadas ha tenido un crecimiento urbano tanto material como de sociabilidad moderna y también de pensamiento universitario. La marcha fue convocada por mujeres muy jóvenes, estudiantes, quienes se han dado cuenta, como muchas otras, que su cuerpo no es territorio de nadie más que de ellas mismas.
Otro mundo posible
Los feminismos son, en cierta forma, derivados del humanismo. Los humanistas fueron pensadores de élite que sabían griego y latín y que dieron una nueva interpretación a la Biblia en el siglo XVI y que pusieron al centro al sujeto-hombre. Si bien el humanismo significó un gran cambio en la forma de pensar y de reconocer las capacidades de los hombres, no lo hizo con todos los seres humanos, en el mismo siglo, los sabios se cuestionaban seriamente si los esclavos negros y los “indios” tenían alma…
Apelando a la laicidad, me gustaría hacer una invitación a que seamos más respetuosos a la diversidad de pensamientos y realidades, pero con un pensamiento crítico, y que nos demos la oportunidad de entender las demandas de autonomía que reclamamos las mujeres, autonomía para expresarnos públicamente, pero también para rechazar aquella idea del supuesto “sabio” que decía que el regazo de la mujer era la patria del hombre.
Para hacer otro mundo posible, uno en el que tengamos un espacio que vamos a construir juntas cada día. Para que dejemos de ser “parias”, como decía Flora Tristán, para que tengamos un lugar, una habitación propia, y podamos pagarla, para que dejemos de criticarnos y odiarnos entre nosotras y establezcamos una ética de cuidados, para eso, el feminismo tiene hoy una gran fuerza.
Nota: por cuestiones de autoría y cuidado antiplagio, es importante mencionar que varias de estas ideas expuestas en este artículo de opinión se basan en un ensayo académico que está en proceso de publicación por la Universidad de Guadalajara.
Alejandra Díaz es una tepatitlense maestrante en Historia por la Universidad de Guadalajara.
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