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Foto: Calle Hidalgo en Tepatitlán | Kiosco Informativo

La calle como integrador social | OPINIÓN

*David Martín del Campo Plascencia | @KioscoInfo | 5 de diciembre de 2019

“La ciudad es el espacio vital de la colectividad, la casa común, la casa de todos, por lo que no solo hay que entenderla como lo material construido, edificios y asfalto, sino como un escenario de integración social, de contacto humano, donde el principal punto de encuentro es en sus calles.”

La ciudad es el lugar en donde la vida comunitaria y las relaciones humanas dan lugar a una integración de la sociedad, es ahí en donde se lleva a cabo la interacción humana, es en ella donde habitamos gran parte de los seres humanos, es nuestra casa, la casa común.

Las transformaciones en las ciudades latinoamericanas, surgidas principalmente a partir de la segunda mitad del siglo pasado, con el aumento en número desmedido del vehículo automotor, por un lado, y por otro un urbanismo zonal que segrega y segmenta al espacio público, nos presentan un gran dilema y se nos plantea una pregunta de suma importancia, ¿Qué modelo y tipo de vida urbana pretendemos?

En la ciudad, el espacio público idóneo es aquel en el cual el ser humano puede estar, caminar, moverse, convivir, relacionarse con los demás, en completa armonía con su entorno, con plena seguridad y calidad de vida, pero esto es difícil lograr si no se pone al ser humano como actor principal de la ciudad.

Jan Gehl señala que el espacio público es bueno y de calidad, cuando en el ocurren actividades no indispensables e inesperadas, cuando la gente sale al espacio público a disfrutarlo. Según Gehl, los seres humanos tenemos necesidades más allá que la propia supervivencia, es decir, necesitamos cosas que nos lleven a una realización plena, como caminar, ver gente, estar con gente. Por tanto, la ciudad y sus calles, deben propiciar el contacto humano, la socialización, la convivencia e interacción humana.

El espacio público es fundamental en la construcción de comunidad y su configuración influye en gran medida en el comportamiento social. Como bien lo ha descrito Gehl, el espacio público, la calle, es en donde se da “La vida entres los edificios”. Hay tres factores fundamentales en la ciudad: la vida social y comunitaria, el espacio público y los edificios. La vida en la calle, es una dimensión de la ciudad y la arquitectura, que hay que entender y abordar con total responsabilidad, pues es ahí en donde se forma la comunidad.

Recordando mi infancia, me vienen a la mente escenas cotidianas del barrio en donde nací y crecí: todos los niños de la cuadra, jugando a las escondidas o corriendo por la calle, en muchas ocasiones jugando con la pelota por periodos prolongados, esporádicamente pasaba un auto, en la esquina la carnicería, enfrente el señor con su carrito de madera color verde, gritando “hay bolillo” y dos o tres niños esperando comprar bolillo con azúcar, las señoras sentadas en sus sillas de madera en la banqueta, de vez en cuando pasaba el cartero en su bicicleta, por la mañana sonaba el claxon de la camioneta del lechero y seguido de esa señal comenzaban a salir las señoras con sus ollas de acero o plástico, para surtir leche bronca de las cántaras, los señores mayores platicaban en la esquina sus vivencias, problemas o noticias de sus actividades del día.

Esos recuerdos vividos me reconfirman que la calle es un punto de encuentro y de convivencia, es un lugar de desarrollo de comunidad. En el barrio todos nos conocíamos, convivíamos y nos relacionábamos, había una diversidad de actividades y de clases sociales, y lo interesante es que toda esta interacción social se realizaba en la calle.

Al paso de los años, la ciudad se llenó de automóviles y la calle decayó, saturada de vehículos, ya no se prestó para lo que antes fue, un lugar de encuentro y convivencia social, que formó una comunidad barrial muy fuerte, y en donde todos sentíamos pertenencia y apropiación de nuestra calle.

Hoy los niños ya no salen ni a la banqueta… ¿Qué nos ha pasado?

En el libro “La Humanización del Espacio Urbano” Jan Gehl nos dice que hay tres tipos de actividades en la calle: las necesarias, las opcionales y las sociales. Las actividades necesarias son las obligadas, por ejemplo, caminar para ir a la escuela, al trabajo, de compras, actividades cotidianas que generalmente incluyen la acción de caminar, y en estas actividades los participantes no tienen elección. Las actividades opcionales, son en las que se participa si existe el deseo de hacerlo, por ejemplo, salir a tomar el sol, dar una caminata para hacer ejercicio, o sentarse con algún vecino en la banqueta a platicar.

De tal manera podemos deducir que cuando la configuración y el ambiente de la calle son propicios, se llevarán a cabo las actividades necesarias y las opcionales, que en su conjunto desarrollarán el tercer tipo de actividades, las sociales, fomentando la interacción y convivencia, el sentido de comunidad y apropiación del espacio, calles para la gente. El grado de amabilidad de la calle, será determinante para que las personas tengan las ganas y la disposición de estar ahí, la calle debe ser atractiva para que la gente se concentre y se conozca.

Por el contrario, cuando la calle no está bien configurada y el ambiente no es propicio, solamente se realizarán las actividades necesarias, convirtiéndola en un simple lugar de paso, un espacio material, frío y falto de sentido humano, y no un espacio promotor de las actividades sociales.

ONU-Hábitat promueve que se consideren a las calles como espacios públicos capaces de englobar los conceptos de vitalidad y completitud. Lo anterior promueve la calidad de vida, la sostenibilidad ambiental, la productividad, y además la equidad e inclusión social. En la calle deben confluir significados sociales, de convivencia, de movilidad personal y comercial, el civismo, la salud humana, la integridad ambiental, la conformación de redes sociales y la formación de comunidad. Sin lo anterior, la calle y la ciudad, tenderán a convertirse en espacios de exclusión y degradación, serán espacios estériles que simplemente formarán un cúmulo de materia física sin ningún sentido humano.

“La ciudad es un cierto número de ciudadanos” afirmó Aristóteles.

“La ciudad es la forma y el símbolo de una relación social integrada” según Mumford.

“La ciudad es la más comprehensiva de las obras del hombre, lo reúne todo, y nada que se refiera al hombre le es ajeno” según Walt Whitman.

“Se edifica la casa para estar en ella; se funda la ciudad para salir de la casa y reunirse con otros que también han salido de sus casas” y “Qué duda cabe que la ciudad locuaz y parlera ha tenido mucho que ver con el desarrollo de la vida ciudadana, y en la medida en que esta locuacidad se pierde decae el ejercicio de la ciudadanía”, Según Ortega y Gasset.

Estas definiciones diversas a lo largo del tiempo, tienen un común denominador: la interacción del ser humano en el espacio de la ciudad.

“El hombre es la alegría más grande del hombre”, Hávamál, poema islandés, fue escrito hace más de mil años, pero en una forma clara y sencilla, describe la importancia de la convivencia y la socialización del ser humano. El ser humano desde su nacimiento, es un ser social, en su desarrollo desde niño hasta que llega a ser adulto, busca relacionarse con otros, la convivencia con los demás, busca estar acompañado de alguien más, somos seres sociales, la calle debe promover y privilegiar esa naturaleza humana, propiciar y provocar la convivencia entre los seres humanos.

El ser humano por naturaleza se concentra donde existe la presencia de otros, y esto hace que pasen cosas entre las personas ahí reunidas. A lo largo de la historia, la calle ha sido un lugar de encuentro para los habitantes de la ciudad.

Un gran reto que tenemos para nuestras ciudades, es devolver ese sentido humano a las calles, aptas para caminar y estar, que vuelvan a ser el espacio primordial del contacto humano, de convivencia, socialización, que le den un sentido de integración social, de comunidad, generando verdaderas redes sociales.

La calle tiene un potencial enorme para fortalecer el tejido social y hacer más digna nuestra vida comunitaria y personal. Tomemos el reto de transformar la calle. Hagamos de la calle el espacio por excelencia para la integración social.

¿O que ciudad queremos?

 

 

*David Martín del Campo Plascencia es Arquitecto, ha sido presidente del Colegio de Arquitectos de Tepatitlán y Director de Planeación y Obras Públicas del mismo municipio.
Como portavoz del CAT pugnó para que la ciudad implementara proyectos amigables con el medio ambiente y la movilidad urbana alternativa.
Este texto fue publicado originalmente en la página web del periodista y es reproducido en este portal con pleno consentimiento del autor.
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