jueves , 21 noviembre 2024

El impensable caso de la señora Hernández | RELATO

Francisco Oviedo

 

                    (A Meche y todo lo que derivó de ella)

 

*  *  *

 

Primera entrega:

Arribé a Tepa una mañana del primero de febrero, muy temprano, al filo de las siete de la mañana ya estábamos en la plaza principal, descendí del camión,  y como mi cita de trabajo era a las diez, gasté esas tres horas entre otros en ir a desayunar, pregunté una referencia, y alguien me indicó el restaurant de Los Gordos que antiguamente estaba enfrente de la plaza por un lado, subí las escaleras hasta el primer piso y me instalé viendo hacia afuera, nunca me ha gustado en cualquier lugar que estoy como que darle la espalda a la claridad, me imagino como que está uno dándole la espalda un tanto a la realidad, digámoslo así, mientras desayunaba con mi acostumbrado café, observaba el costado de la parroquia de San Francisco, parte de la cúpulas y enfrente lo que posteriormente me dijeron que era la Presidencia, no les digo cuantos años porque si alguien lee esto se dará cuenta que no soy millennian, y mientras apuraba la carne con chile me dije a mi mismo que, bueno, finalmente iba a ser un año más de experiencia en mi vida, lo que nunca me imaginé es que ese año se iban a convertir en varios más.

 

Al filo de la diez de la mañana me encaminé hacia a la farmacia del doctor Manuel Navarro, tuve una entrevista con él y me indicó las labores que tendría que hacer como pasante de medicina interna en el ISSSTE y de paso tomé la oportunidad para preguntar acerca de un alojamiento, bien, me refirió en la calle de Bartolo Hernández esquina con Mapelo que estaba doña Chía, aquella adorable anciana que afortunadamente me dio alojamiento, me acogió y bueno la verdad que fue una persona extraordinaria para mí, en paz descanse.

 

En la primer semana, es decir, un chico venido de la capital, realmente, créanme fue una de las semanas más largas en toda mi vida, porque bueno para mí, el pueblo se acababa y terminaba en diez minutos a pie, de tal manera que me di a la tarea de investigar por dos cuestiones que en mi estilo de vida son indispensables, la primera era saber dónde podría practicar el futbol, todo aficionado a los Pumas está obligado cuando llegue a cualquier ciudad a indagar acerca de estos menesteres, y la segunda era si había algún hospital donde podría asistir a sesiones médicas independientemente de las labores asistenciales que brindaría como pasante, me refirieron a la Clínica de Los Altos también en Bartolo Hernández y ahí conocí al inolvidable, le podría decir yo, al doctor Arturo Bayardo quien después de algunas sesiones, las famosas sesiones de los martes en la tarde, un día súbitamente me dice tomándome del brazo “Oviedo, mañana tienes guardia”.

 

Segunda entrega

Ce jour-la (aquel día), el menú vespertino consistió en costillas en salsa verde, frijoles de la olla y tortillas hechas a mano, imagínense; y por si fuera poco el tradicional postre familiar consistente en flan, flan casero, este que lleva caramelo encima, la historia de este postre se remonta a mis ocho años de edad, tiempo en el que fui  operado de las amígdalas y mi madre como compensación para que yo resistiera las inyecciones de penicilina me preparaba un promedio de unos dos kilogramos de esta adorable golosina, en este caso era individual, introduje la pequeña cuchara haciendo una convexidad hacia el centro del mismo, de tal manera de dejarlo en una apariencia como de luna en cuarto menguante, desplacé mi brazo derecho hacia la boca y justo unos centímetros antes de tocar la cuchara mis labios, el teléfono de casa sonó de manera insistente, tan insistente que me hizo abortar la maniobra e ir a contestar, se trataba del hospital, me solicitaban de urgencia. Afortunadamente el nosocomio se encontraba a unas cuadra de distancia, de inmediato me dirigí, saludé a las secretarias y subí a la habitación 104.

 

El caso, les comento, se trataba  de una paciente femenina ya entrada, muy entrada en años que estaba con una gran dificultad para respirar, lo notaba uno porque tenía que hacer uso del abdomen para ayudarse a tomar oxígeno y al mismo tiempo de los músculos que están entre las costillas, asimismo sus dedos y  labios empezaban a tornarse en una coloración como violácea. Mi colega cardiólogo quien me había solicitado el apoyo, me comentó que en la mañana la paciente se encontraba en terapia intensiva, estable digamos, y por eso se tomó la decisión de trasladarla posteriormente a dicha habitación , tomamos el acuerdo de realizar estudios de radiografía, electrocardiograma y otros para descartar infartos al corazón, coágulos al pulmón, pulmones colapsados entre otros, esperamos pacientemente el resultado de los análisis, pero para nuestra sorpresa no hubo nada que justificara tal agravamiento, nos miramos, enseguida platicamos con los familiares y después en la oficina de médicos hablamos de la conveniencia de pasarla de nuevo a terapia intensiva y esperar la evolución, así lo hicimos, la paciente se pasó, en las siguientes horas se estabilizó, y le comenté a mi colega cardiólogo que me avisara si ocupaba de mis servicios, que yo iba a estar muy pendiente a sabiendas de que la paciente estaba ahí, era una señal de alerta la que nos había dado, me despedí del personal y regresé a casa.

 

Tercera entrega:

La teoría de la probabilidad es una rama de las matemáticas que se encarga del estudio de los fenómenos que ocurren de manera aleatoria o al azar, por ejemplo si yo vengo a vivir a Tepa, las posibilidades de que nunca más me vaya de ahí pueden llegar a ser de hasta el 80%, ello depende de variables como de si me gusta el lugar, si soy bien recibido por la gente y sobre todo si me va bien, esta teoría de la probabilidad se volvió fatal en mi querido amigo doctor Raúl Flores, las variables que intervinieron en este caso fueron: una moto que perdió el control, la ausencia de casco protector, y una roca que lo esperaba en el fondo de una zanja hacia donde lo llevó su centro de gravedad. Aquella tarde de domingo a las seis de la tarde de manera inexplicable una nube se posó en el cielo de Tepa y empezó a llover, una lluvia que más bien semejaba llanto, quince minutos más tarde me enteré que a partir de ese día, Raúl sería sólo un recuerdo.

 

En otro escenario, una avioneta, una tormenta y un acantilado cobraron la vida del doctor Arturo Bayardo, lejos de donde reía, lejos de donde cantaba y lejos de donde siempre tenía palabras de ánimo para todo mundo, la diferencia entre estos dos dolorosos sucesos tuvo lugar a cabo entre los meses de septiembre y octubre de 1997 con trece días de diferencia.

 

Cuarta entrega:

La segunda ocasión en que me llamaron para esta misma paciente también fue alrededor de las  2:30 de la tarde, esta vez el postre que quedó pendiente fueron duraznos en almíbar, mientras apresuradamente dirigía mis pasos hacia el hospital iba reflexionando acerca del caso de esta paciente,  padecía enfisema pulmonar como se conoce popularmente, pero médicamente la conocemos con un chocante término que se llama Enfermedad Pulmonar  Obstructiva Crónica (EPOC) en esta patología los bronquios poco a poco se van debilitando y también el tejido pulmonar, de tal manera que conforme pasan los años el paciente se va volviendo muy susceptible de complicaciones y dependiente de todo, dependiente cada vez más de oxígeno, de medicinas, y de los familiares y cuando sobrevienen las crisis, las agudizaciones la cosa se pone peor, pero, el principal pensamiento era dirigido a qué es lo estaba ocurriendo.

 

De nuevo, por la mañana, la paciente había estado en terapia y ahora esta vez,  de nuevo en el cuarto 104 se había puesto mal, bien, en esas divagaciones estaba cuando a punto de llegar a la habitación un familiar me interrumpió y me dijo desesperadamente “ doctor, mi mamá no puede resollar”, entré y efectivamente la señora tenía una nueva crisis, y esta ocasión entre mi colega y yo nos dimos a la tarea de revisarla prácticamente de cabeza a pies y checamos que tuviera la sonda de oxígeno en la nariz, que el suero estuviera pasando como debe de ser, preguntamos de manera suspicaz a las enfermeras si la medicina se estaba aplicando y nos dijeron que sí, que todo estaba en regla, la exploración de la paciente no nos reveló alguna, digamos, justificación de esta segunda crisis o agravamiento y de nuevo proseguimos a solicitar estudios de sangre, radiografías y otros para descartar si había algo que justificar este nuevo agravamiento esperamos pacientemente en la sala de médicos y alrededor de media hora más tarde nos informaron que el laboratorio, radiografías y otros estaban en apariencia normal, de nuevo las miradas de mi colega y mía se cruzaron como pensando y preguntándonos ¿qué es lo que está pasando aquí?

 

Pero como la situación era, digamos de urgencia, tomamos de nueva cuenta la decisión de pasarla de nueva cuenta a terapia intensiva. La acompañamos y al arribo, las enfermeras se encargaron de  recolocar otra vez su sonda  de oxígeno, todo lo que se hace de rutina en estos servicios, de tal manera que estuvimos alrededor de unas dos horas mientras tomábamos y café y bajamos a terapia intensiva para saber las novedades acerca de la paciente, y bueno, parece que ya se encontraba más tranquila, las enfermeras también ya se veían con una expresión  de alivio, platicamos con mi compañero acerca de las probabilidades de que pudiera ser y de si incluso era necesario trasladarla a Guadalajara, no sólo para atención sino para que hicieran estudios aún más sofisticados que nos pudieran dar alguna explicación, pero al verla un poco más tranquila decidimos que era pertinente esperar y ver qué pasaba en las siguientes horas. Regresé a casa y prácticamente cada hora, cada dos horas, en la madrugada una o dos ocasiones estuve llamando para enterarme de que todo marchaba en orden, las enfermeras me confirmaron que no me preocupara que todo estaba bien y de esa manera me dio el día siguiente.

El intervalo entre la primer y segunda llamada fue aproximadamente de cuatro días y en los siguientes días la situación en apariencia se tranquilizó.

 

 

Quinta entrega:

En su tiempo, el doctor Bayardo fue el eje de la medicina en Tepatitlán, sus logros fueron de tal magnitud que Tepa llegó a ser más conocido por la oftalmología que por la belleza de sus mujeres, lo cual era mucho decir, tras su muerte más de uno, pensó que había llegado el momento de brillar con luz propia, de tal suerte que alguien, convenció a alguna, de que en algún sitio se podría construir un nuevo hospital, ese algún sitio estuvo ubicado a setenta metros de nuestro original centro de trabajo. En mi caso, me propusieron ser socio de éste proyecto y mi reacción inicial de un júbilo dubitativo, en ocasiones, pensaba yo, este tipo de ideas resultan ser como en la política, es decir, una suerte de gatopardismo.

 

“Vamos a cambiar todo, para que todo siga igual”, los siguientes días y semanas  la idea de dar un sí o un no me tenían sin pendiente, pero una mañana que seguramente amanecí con el estado de ánimo hasta arriba y se me volvieron a acercar, hice como aquellos que están frente al altar y el padre les pregunta “¿aceptas por esposa a fulanita de tal? “ Y en ese momento en automático dije sí; y comenzamos.

 

Sexta entrega:

—Doctor búigase,  si, si, búllete, pero no sólo de las piernas, también  de la mente, a ver,¿está bien el tratamiento que le están dando, ¿tu diagnóstico es correcto?, ¿ no será de esos casos donde escuchas cascos venir y no siempre son caballos, sino en ocasiones son cebras?, ¿cómo es posible, cómo es posible doctor, que una viejita con enfisema  no te deje comer tu postre? Es la tercera vez a la hora de la comida ¿Qué vas a hacer? Anda, demuestra, de qué han servido todos esos años, hazles saber a tus hijos que valió la pena que muchos domingos y muchos sábados dejaras pendientes las salidas para ir al hospital y que por ello ninguno de los cuatro siguió tus pasos… ándale, ándale  ¿y qué? aquellas idas al café, donde llegabas acá muy chido tú con tus libros, pedías tu cafecito, te sentabas y fingías leer, pero a mí se me hace que ni leías, a mí se me hace que nada más ibas para ver a la chica esa que te gustaba, ¿recuerdas? Si, esa que parecía como que no te pelaba, si ella, ella, que cuando caminaba parecía que levitaba, acuérdate bien acuérdate, hasta le preguntaste a Consue.

—Oiga Consue, ¿usted cree que esa chica se fije en mí?— y ella te decía, porque siempre te daba por tu lado ¿eh?

—Mire doctor, compresto sí, ansina somos las mujeres ehhh… estamos como que con un ojo al gato y otro al garabato.

Y ahí estabas tú, dale que dale todos los domingos, esperándola llegar, hasta que un día, la viste que llegó con ese cuate, que parecía hecho así como,  con escultura ehh… y dijiste — bueno, ya, tate, tate, ahí párala, ahí párala mi buen— te dijiste a ti mismo, y seguiste tu vida; y okey, no fue tuya, pero bueno, la vida continúa amigo ¿mh?… así que ahora demuestra, demuestra de qué estás hecho, pero oye, oye ¡ey, ey, ey!,  ¡despierta, despierta!, ya estás en el cuarto 104¿Okey?

 

Séptima entrega:

El oxímetro es uno de los pequeños grandes inventos de la medicina moderna, este sistema funciona de la siguiente manera, se coloca un sensor casi siempre en el dedo del paciente y el aparato emite dos tipos de luz, una roja y otra infrarroja, y, por medio de una diferencia de longitud de onda, detectan la cantidad de oxígeno que tenemos en la sangre, la cifra promedio, digamos, es de 95 en un paciente normal, en un paciente que tiene enfisema a veces se permite hasta de 90

Cuando llegué al cuarto lo primero que me fijé, es que el oxímetro de la paciente marcaba 65%, muy bajo, la situación era dramática, la paciente prácticamente jadeaba y a su alrededor estaban ya tres enfermeras, el médico de guardia, el cardiólogo y me sumé yo.

 

¿Qué íbamos a hacer? El primer paso era nuevamente irnos a terapia, ahí colocarle una sonda endotraqueal para conectarla a un ventilador que la ayudaría a respirar, como las condiciones de la paciente eran críticas, pensamos que era mejor pasarla en su misma cama, de tal manera de que nos dispusimos a alistar las cosas, a su lado izquierdo pusimos el monitor cardiaco, a su lado derecho el oxímetro, el suero entre las piernas, pero faltaba una cosa, un tanque de oxígeno portátil,  ya que en dichas condiciones, la paciente, pensamos, que no iba a llegar a terapia intensiva, así lo hicimos, nos allegaron enseguida este implemento médico, conectamos su sonda nasal al aparatito y nos dispusimos al traslado.

 

En un momento determinado todos se declararon listos, quitamos el freno de la cama y nos dispusimos a salir de la habitación, pero justo en el momento en que empezábamos a mover la cama le advertí a mi colega que se fijara en el oxímetro, a escasos cinco minutos de haber conectado su sonda al tanque portátil de oxígeno la oximetría había subido a 70, traspasamos el umbral de la puerta para dirigirnos a la rampa y la oximetría estaba en 72, entre ocho personas subimos la camilla por la empinada rampa y a la mitad de la misma la oximetría marcaba ya 75, más adelante al final de la cuesta había subido a 77.

 

En el pasillo que va rumbo a terapia 79, llegamos al servicio, instalamos la cama y seguíamos observando el oxímetro y a la paciente, ahora marcaba 80, 82, 84, 87 y aproximadamente veinte minutos después del arribo ya era de 90, en ese momento la anciana esbozó una sonrisa y nos dijo — ya puedo resollar mejor doctor— tomándonos del brazo. Nos miramos los presentes y sobre todo, con el cardiólogo y todos con la misma pregunta ¿qué está pasando aquí? Sólo había una persona que podría resolver este enigma, se trataba del administrador del hospital, le pedí que nos viéramos en la habitación 104, revisamos la toma por donde se supone que sale el oxígeno, abrimos y sí, efectivamente, se percibía un flujo de aire al pegar el oído, entonces tuve un presentimiento y le dije — oye Martín, ¿de dónde viene la tubería que provee de oxígeno a esta habitación?

—Venga doctor, acompáñeme por favor — subimos a la azotea y cuando llegamos, me señaló la tubería y lo primero que advertimos es que la válvula del oxígeno de dicha tubería estaba cerrada, sí, cerrada, ¡Háganme el refavor cabrón!

 

De inmediato bajé a comunicar a mi colega de los hallazgos, quien no podía dar crédito a lo sucedido, quedamos formalmente de publicar este caso clínico en una revista médica, estuve por espacio de una hora, hasta asegurarme de que la paciente seguía bien, y me despedí de todos, camino a casa iba atando cabos de lo que había sucedido, los pacientes de terapia usualmente se bajaban a las dos de la tarde, cuando la paciente llegaba a esa hora al cuarto 104 conectaban su sonda de oxígeno a la toma que está en la pared, pero, al no haber oxígeno en a tubería la paciente caía en crisis, treinta a cuarenta y cinco minutos más tarde, una vez en casa, ya más tranquilo y mientras disfrutaba el postre pensé: las variables que una vez más intervinieron para que esta bajísima probabilidad de que una paciente con enfisema muera a causa de una válvula de oxígeno cerrada, en primer lugar, un grupo de médicos que años atrás se habían independizado, un inmueble que originalmente no estuvo pensado como hospital pero se adaptó, una válvula de oxígeno que alguien de manera involuntaria cerró, un oxímetro y finalmente un joven pasante de medicina que llegó hace bien muchos años a esta tierra roja y a quien una tarde el doctor Arturo Bayardo le dijo —Oviedo, mañana tiene guardia.

 

Colofón:

Vi unas luces blancas, después entré a un túnel que me condujo hacia  lo alto, así es como llegué aquí.

—Hija mía el trayecto del túnel que refieres está inconcluso.

— Pero Señor, si son tus designios lo tengo que aceptar.

—Mira, los designios divinos forman junto con la vida y la muerte un triángulo, estas dos últimas viajan con el ser humano desde que el ser humano es concebido, son como dos grandes amigas, van a la misma escuela, comparten salón y se sientan en pupitres vecinos, en el recreo se le ve tomadas de la mano y es hasta que suena el timbre de salida que ambas se despiden no sin antes hacer un balance  de cómo les fue en la tierra, tu timbre de salida no ha sonado, creo que debes regresar, aún te falta de ver crecer algunas milpas, anda, ve y una última cosa “ iL faut que –tu laisses manger son dessert a ce jeune médicin” (Deja comer su postre a ese joven médico).

 

Glosario

 

Ansina                                          Así, de esa manera

Bien muchas                                Muchas

Búigase                                        Muévase

Búllete                                          Muévete

Chido                                            Engreído, merecido

Compresto                                    A veces

Gatopardismo                               Acción de cambiar para que todo siga igual

Millennial                                      Persona nacida entre 1981 y 1995

Pelaba                                          Tomaba en cuenta

Resollar                                        Respirar

Tate, tate                                      Estate quieto

Este texto pertenece al libro «El habla de los Altos de Jalisco» del Colectivo El Tintero
Kiosco Informativo pertenece a la Alianza de medios Regionales de Perimetral.Press

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