Eduardo Castellanos | @KioscoInfo | 02 de julio del 2017
Tarde del 18 de junio. Se celebraba otro día del padre en el Auditorio Miguel Hidalgo de Tepatitlán, con lucha libre. Las tribunas no estaban llenas. Ni las sillas alrededor del cuadrilátero. Pero la cantidad de espectadores fue suficiente para estremecer la adrenalina de los gladiadores. Y para arrancar gritos de las gargantas de los aficionados.
Y ahí estaban, entre el público asistente, los hermanos Rodríguez. Emmanuel y Efraín. El primero de nueve años. El segundo, de ocho. Uno aficionado a los rudos y el otro a los técnicos.
Solo cuatro enfrentamientos se anunciaron en los pocos carteles que el Gobierno del Municipio regaló a los organizadores. Al final, fueron cinco peleas de rudos contra técnicos. Desde el primer encuentro gran parte del público se entregó a los luchadores aunque les fuesen desconocidos, como si supieran que los técnicos fueran los buenos y los rudos los malos.
La audiencia los animaba, si el técnico levantaba la mano, la gente gritaba emocionada, a los rudos los abucheaban. Los asistentes se entregaron, se emocionaron, descargaron el peso de la semana que estaba por terminar. Olvidaron por unas horas la rutina futura del siguiente y todos los demás días.
La lucha sorpresa la dieron dos mujeres: Morrigan y Sexy Sol, contra dos luchadores “exóticos”: Gladiola Negra y Gladis.
Después de cada encuentro, la foto. La selfie. Los niños, los adultos, los adolescentes, Todos a capturar la imagen con los luchadores. Todos sonriendo. Unos con la mano empuñada. El brazo en posición de ataque o de fuerza. Bebés que rompían en llanto en los brazos de los enmascarados. Se asustaban al ver aquellas cabezas de colores y figuras diversas. Algunas grotescas.
Los hermanitos Rodríguez regalaban hojas coloreadas por ellos mimos, algunas con brillantina, otras improvisadas en el momento, todas con los nombres de sus ídolos del ring.
En la última pelea, la estelar, se enfrentaron dos hermanos que como Emmanuel y Efraín desde niños soñaron con estar arriba del ring. Ellos también eran de Tepa. Uno rudo, el otro técnico, Gran demonio el primero, Tepa Boy el segundo.
El técnico se hacía acompañar por Átomo. El rudo por Jhony Rock. Desde antes del inicio del enfrentamiento en el ring, los luchadores se daban de golpes bajo el cuadrilátero. Usaban puertas, bancas, sillas de metal y de plástico. Los gritos y los “haaaaay”, también eran parte de la noche.
Los rudos fueron más rudos. “Más listos”. Usaron lámparas de neón que estallaban en las espaldas y cabezas de sus contrincantes. La rabieta, las llaves, los saltos, la acrobacia también tuvieron su espacio; igual que la sangre y las máscaras rotas de los luchadores tepatitlenses.
Sobre el ring los dos hermanos con máscara olvidaron los lazos fraternales que los unían. La sangre comenzó a brotar, heridas de vidrio en la espalda de Tepa Boy, otra en la frente que no dejaba de sangrar. Emmanuel, le acercó con un pedacito de papel higiénico que de inmediato se manchó con el líquido rojo al tocar el rostro del luchador. El mayor de los Rodríguez estaba angustiado, la cara lo delataba.
Emmanuel y Efraín sabían casi todo de los dos luchadores locales: “Son nuestros maestros de lucha”, me dijo el mayor.
Madera dura sobre lona fría, entre sangre, sudor y escupitajos. ¡Pum!, ¡pum!, ¡tras! El sonido era seco. Igual que los golpes que recibían los luchadores. El enfrentamiento continuaba. Una pareja sobre el ring, la otra en la tribuna en donde la gente acercaba sillas para que un luchador golpeara a su contrincante. Los Rodríguez seguían preocupados, por sus maestros. Los dos se angustiaban.
Tepa Boy malherido bajó del ring. Alcanzó a reconocer la voz de Emmanuel que lo animaba. El luchador buscó el rostro del pequeño y le sonrío. Emmanuel le alcanzó otro trozo de higiénico.
De nuevo sobre el cuadrilátero, el técnico de Tepa pierde la máscara en manos de su hermano y contrincante. Efraín le alcanza otra máscara, amarilla, para que el luchador casi agonizante pueda seguir conservando su identidad de hombre de mundo.
Dos caídas solamente. No podían más. El referee, con manotazos y segundos rápidos dio la victoria a los rudos. Gran Demonio reta a Tepa Boy a un enfrentamiento de máscara contra máscara (Tal vez para agosto). La trifulca se apaciguó para que los aficionados pudieran guardar el recuerdo en sus teléfonos inteligentes. La foto otra vez. La selfie nuevamente.
Los luchadores regresaron cansados a los camerinos, detrás de ellos los paramédicos.
Efraín recuperó su máscara amarilla, embadurnada con la sangre de su maestro de luchas. Dijo que la pondría en una vitrina.
Emmanuel recogió un vidrio blanco manchado con la sangre de Tepa Boy, para conservarlo, igual que un mechón de pelos que otro luchador arrancó de la máscara de Gran Demonio.
La noche fue de ellos. Los hermanos Rodríguez quienes sueñan como soñaron sus ahora maestros de lucha libre.
Hubo sangre. Mucha sangre. Era real. Días después de la pelea Tepa Boy mostraba aún sus cicatrices en la espalda, las que le dejaron los vidrios de las lámparas. Otra en la frente, de donde emanó más sangre el domingo.
Hacen su lucha en Tepa
Los hermanos Tepa Boy y Gran Demonio llevan cuatro años entrenando para poder subir al cuadrilátero como profesionales de la lucha libre. Lunes, miércoles y viernes, entrenan en un espacio que les proporciona Fomento Deportivo en la Unidad Hidalgo. Sólo un par de horas, porque el resto del tiempo, es para los que entrenan box.
Es mitad de semana. En el pequeño gimnasio están los hermanos, los acompañan los dos referees que el domingo fueron jueces y parte sobre y debajo del ring, está también otro luchador, más veterano. Llegó de Guadalajara y apenas se integró con los de Tepatitlán.
Los encontré sin máscara, no eran como en las películas del Santo y Blue Demon con las que crecí. Los de la tele no se quitaban la máscara ni para ducharse. Quizá antes de conocerlos en persona ya me había ganado su confianza.
Tepa Boy tiene una rajada en la frente, de unos cuantos centímetros en proceso de sanación. Y muestra su espalda cortada. Moñitos de espadrapo le cubren las cortadas provocadas por los vidrios en la lucha del fin de semana.
El técnico se estrenó en el ring hace poco más de un año. El 30 de abril del 2016 se le abrieron las puertas y debutó en la Ciudad de Guadalajara, en la Arena Paz. El profesor Rey Tirano fue quien lo inició. Los primeros golpes y llaves sobre el ring los aprendió en Tepa, cuando una escuela de lucha libre abrió sus puertas en un espacio en el Parque Bicentenario en donde los entrenaba Rey Tirano que era nativo de Tijuana, Baja California y radicado en Lagos de Moreno.
“Desde niño siempre vi la lucha, me gustaba mucho. Cuando venían luchadores aquí a Tepa, los veía y mi sueño era ser luchador. Yo espero que se cumpla mi sueño de llegar a ser profesional”.
“Estuve buscando, hasta que vimos que había una escuela ahí en el Núcleo de la Feria, fuimos mi hermano, otros compañeros y yo. Nos emocionamos mucho y nos aventamos. Así empezamos a entrenar y entrenar hasta que nos cerraron la escuela. Y tuvimos que buscar por fuera, salimos a buscar nuestro talento, así le seguimos hasta que se nos dio la oportunidad”, indicó Tepa Boy
Para poder continuar con sus entrenamientos Tepa Boy y su hermanos tuvieron que migrar algunos años a la capital del estado.
Black Dare es otro luchador originario de Tepa. También estuvo en el ring el domingo pasado, pero no estaba en el gimnasio cuando acudí. Él también entrena en el espacio de la unidad.
Los luchadores locales no reciben apoyo económico por impartir clases a sus estudiantes como los entrenadores de otras disciplinas en el municipio. Aún así se dicen abiertos a recibir a todos aquellos que quieran aprender. Pero Tepa Boy reconoce que el cuadrilátero no está hecho para todo mundo.
“No cualquiera puede practicar este deporte A quien le guste pues sí, pero no se los recomiendo mucho porque si lleva mucha preparación, disciplina y profesionalismo. La verdad sí es muy duro este entrenamiento. Tienes que prepárate desde la punta del dedo del pie hasta el cuello, canillas, todo. Hay que prepararse para aguantar los golpes”.
“Hace poco tuve una lesión, entrenando me descompuse las lumbares, duré como tres meses en recuperación, en terapia. No podía subirme al ring así como estaba”, añadió.
El luchador técnico reconoció que hay personas que creen que la lucha es sólo un show, que los golpes y las bofetadas son un juego.
“Yo les diría que se arrimen y les damos una cachetada a ver si a ellos también les sale pintura. Todo esto es real, hay golpes, hay sangre de verdad, le batallas, hay lesiones, lágrimas, de todo en este deporte, pero aun así hay que echarle ganas y salir adelante”, dice.
La influencia de Gronda
Al Gran Demonio se le quita lo rudo y vuelve a ser el hermano de Tepa Boy. Casi todas las noches los dos hacen bollos, chilindrinas, conchas y donas. Trabajan como panaderos. Igual que su hermano y que los hermanos Rodríguez, Demonio se soñó desde niño practicando llaves arriba de un ring. Su ídolo no era un superhéroe de DC cómics, ni de Marvel, él soñaba en ser como Gronda.
“Desde que tenía como diez años veía a los luchadores cuando venían aquí a Tepa; yo me motivaba, los miraba y después salió Gronda, yo lo miraba mucho y decía: pues en realidad me llama la atención, cuando sea grande voy a ser como él, voy a hacer una máscara igual a la suya. Se me dio la oportunidad de luchar y ahí vamos, hice un diablo tipo Gronda”,dice.
Gran Demonio le debe su nombre de lucha a un niño. El luchador narró que un día cuando llegó a su entrenamiento había un infante sentado en una de las bancas del gimnasio, Demonio llevaba puesta la máscara, el pequeño le dijo: ¡Demonio!. Al peleador le gustó la idea de su nuevo mote y decidió dejarlos como su nombre de batalla.
El diablo quiere jugarse la máscara contra Tepa Boy, admitió que ese es su reto más grande, apenas el domingo pasado lanzó el desafío a su hermano. De ganarle a su contrincante sería la segunda presea en su corta carrera.
“En Guadalajara ya gané una máscara. Tengo un trofeo que gané allá. En realidad soy el primer luchador de Tepa que viene y trae una máscara. La dejé en Fomento deportivo”, aseguró.
El rudo reconoce que el tiempo de entrenamiento en el espacio prestado por la dependencia municipal no es el suficiente para estar en condiciones óptimas.
“Normalmente le dedicamos dos horas al entrenamiento, porque más no podemos, porque es el tiempo que nos prestan el ring. Yo quisiera entrenar las tres horas que se necesitan, pero desgraciadamente no podemos. También vamos al gimnasio, hacemos hora y media de ejercicio para poder aguantar los golpes, para que no sean tan secos, porque si no, no”, reconoció Gran Demonio.
Poco apoyo para la lucha libre en Tepa
Para los hermanos luchadores, el panorama para los amantes de las llaves y los golpes en el municipio no es muy alentador. A pesar de que cuenta con un público que es fiel y numeroso. En el auditorio se puede apreciar más audiencia que en muchos partidos de beis bol o hasta de futbol soccer.
Las peleas del domingo pasado fueron organizadas por los dos luchadores locales, Tepa Boy y Gran Demonio. El apoyo de las autoridades deportivas locales fue casi nulo, declaró el rudo.
“El evento lo organizamos entre mi hermano y yo a base de patrocinadores, conforme íbamos consiguiendo patrocinios, íbamos viendo cuantos luchadores íbamos a poder invitar. Queríamos que la gente se divirtiera y tuviera alguna atracción. Fueron cinco luchas las que conseguimos. Si batallamos para traer y llevar a los luchadores porque no tuvimos el recurso para darles para el camión. Nosotros esperamos que le haya gustado a la gente. Creo que valió la pena”.
El luchador reconoció que hay personas que no creen en este deporte. Pero planean traer más funciones a Tepatitlán, por lo menos cada mes o dos. Tienen intención de crear nuevos públicos y darle luchas de calidad a sus actuales seguidores. Se lamentó de que la gente siga creyendo que todo es sólo un juego.
“Esto no es un show, todo es real, los golpes, la sangre. ¡Todo duele! nada más tienes que practicarlo, es un deporte, es como el kung-fu, por ejemplo, son golpes directos, pero no, no es un show. Invito a la gente a que acuda a practicar este deporte y que crea más en él, es un muy bonito deporte”.
Y si alguien sabe que no se trata de un juego son los hermanitos Rodríguez. La sangre de sus profesores quedó en la mascarita amarilla que siempre guardarán. Y si el proyecto de Tepa Boy y Gran Demonio, de consolidar el deporte de las llaves y las palancas en la ciudad se concreta, y los combates se vuelven una tradición, muy seguramente, dentro los próximos años, ahí debutarán Efraín y Emmanuel. Y su sueño, al igual que sus mentores, se cumplirá.