Julio Ríos | @julio_rios
9 de noviembre de 2016.- Ya sucedió con el Brexit en Reino Unido. Y con el plebiscito de los acuerdos de paz en Colombia. Y ahora con las elecciones para presidente de los Estados Unidos de América. Los pronósticos fallaron.
El sorpresivo triunfo del magnate y experto en el show bussines, Donald Trump, sacudió al mundo. La prestigiada revista The New Yorker calificó este hecho como una victoria de «el nativismo, el autoritarismo, la misoginia y el racismo».
Otros incluso ya esgrimen el despropósito de que «Peña Nieto hizo bien en recibir a Trump en Los Pinos». Obviamente no tengo porque abundar en lo absurdo de semejante reflexión.
Los estadounidenses ya no se sintieron representados por la propuesta demócrata. Como cada ocho años optaron por la alternancia. Y para ello Trump logró arrebatarle a los demócratas sus bastiones de Pensilvania, Michigan y Wisconsin. Ronald Reagan fue el último republicano que ganó ahí, para que usted se de idea de lo que significó ese triunfo. Es como si Movimiento Ciudadano perdiera en Tlajomulco. Ni que decir del triunfo en Ohio y Florida que terminó por inclinar la balanza.
Lo cierto es que este resultado deja varias lecciones, que enumeramos a continuación.
- Quizá de forma grotesca, pero el triunfo de Trump en las Elecciones de EEUU 2016 refleja el hartazgo de la gente hacia los políticos tradicionales. Este violento golpe de timón refleja que los ciudadanos norteamericanos no están nada contentos con lo que Hillary Clinton representaba: a la clase política que sigue enquistada en los puestos de poder durante lustros y lustros. Parece simple la reflexión. Pero el hartazgo -como en México – es una inobjetable realidad.
- ¿Cuántos ciudadanos callaron en encuestas su preferencia por Donald Trump por ser políticamente incorrecto exteriorizarlo? Hoy se ve que eran muchos más de los que creíamos. Esto pone a las casas encuestadoras en una fuerte crisis de credibilidad. Sus proyecciones obedecen más a impulsos e intereses y los ciudadanos no quieren participar o no manifiestan su verdadera intención de voto. Igual que en México, por cierto.
- Aún persiste el machismo. Ni los hombres, e inexplicablemente, a veces las mismas mujeres, se ven muy complacidos una dama gobierne. Esos prejuicios no han sido sacudidos y se demostró en el resultado electoral del martes. También, igual que en México.
- Varios mitos se derrumbaron o se confirmaron. Hablaban del voto millenial que definiría la elección y nunca apareció. Lo que sí se confirmó es que se trata de una generación poco interesada en los asuntos públicos. Otro mito era que no había latinos que apoyaran a Trump y al final un sector importante (casi el 30 % del voto no blanco) apoyó al magnate, sobre todo aquellos latinos de segunda generación que se sienten más norteamericanos que nadie. A esto se sumó el 58 % del voto blanco, que estuvo en favor del organizador de concursos de belleza. Eso aplastó a las minorías.
Anoche escuché a Jorge Castañeda decir que habría que dejar de subestimar a este personaje. Muchos creíamos que ni siquiera alcanzaría la candidatura Republicana, y que era un bufón. Pero la obtuvo. Luego, decían que era un chiste que se derrumbaría y no ganaría la presidencia. Y ya vimos lo que ocurrió. Otros creíamos que sus propuestas de bajar impuestos, revocar tratados de libre comercio, comenzar una campaña masiva de deportaciones y construir un muro, no era más que retórica y que esas amenazas eran inviables jurídica, política y presupuestalmente. Al respecto, Castañeda sentenció anoche: “Ya es tiempo de que tomemos en serio a este hombre. Tendríamos que tomar en serio esas advertencias”.
Agregaría, que los republicanos también ganaron la mayoría en el Congreso y eso le da amplio margen de maniobra al nuevo presidente.
Así que, aunque el discurso de victoria haya sido conciliador, creo que ya es tiempo de tomar en serio a Trump.
Deberíamos dejar de subestimarlo. El temor que muchos le tienen, está más que justificado.