Julio Ríos | @julio_rios | 08 de abril de 2017
Pobres y ricos; abogados y médicos; niños y ancianos; panistas y priistas. No hay clase social, profesión, edad o credo político que sea pretexto para no disfrutar de los ricos sabores de “Don Hot Cake”. No hay tepatitlense que no haya probado de los “kekis” que vende este singular personaje desde hace 40 años. Y si acaso hay alguno que no los haya paladeado, se está perdiendo de una delicia.
Cesáreo Guzmán Cabrera, mejor conocido como “Don keki”, “Don Hot Cake”, o “El kekero” (como a él le gusta que le llamen), recorre por las noches las calles de Tepatitlán en su motocicleta, y el sonido de su campana en las esquinas es sinónimo de alegría para los niños y adultos de aquella cuadra, pues saben que ha llegado al barrio el delicioso sabor de sus postres.
“Don Hot Cake” aprendió el oficio de su padre, don Felipe Guzmán González, quien empezó con la venta de “kekis” en Tepatitlán hace ya casi 50 años. “Mi papá empezó a vender y yo lo seguí, aprendí el oficio y desde hace 40 años vendo y gracias a Dios la gente me quiere mucho”, explica.
Don Cesáreo narra que antes trabajó como albañil, e incluso combinó durante algunos años ambas actividades, sin embargo, decidió dedicarse exclusivamente a la venta de hot cakes y le ha ido bien, pues de ahí ha podido mantenerse. Quizá con batallas, pero decentemente.
Desde que inició en sus andanzas, Tepatitlán ha cambiado mucho. En aquellos ayeres circulaba en un triciclo. Luego lo hacía en un carro de «apuchón». Hasta que luego de varios años compró por fin una moto. Aquel era un pueblo pequeño, pero con el paso de los años fue creciendo al igual que la fama de don Cesáreo.
Al preguntarle cuál es la clave de su éxito, “Don Hot Cake” relaciona varios motivos: “Mira, pues es que soy el unico ´kekero´ ambulante, no hay más en Tepa. No hay competencia, no es que me prefieran a mi, ja, ja, ja( se ríe). Además, yo no me quedo quieto y busco al cliente, por eso me voy de esquina en esquina. Si la montaña no viene a ti, tu ve a la montaña”, señala.
Agrega que otro de los motivos por los que le ha ido bien, es que es muy “cotorreador” y le gusta mucho “payasear” con la clientela. “Hay que tener modo de comerciante, ni modo que esté uno ahí mal encarado. Hay que cotorrear y hacer sentir bien al cliente”, añade.
Y es cierto. Quien va a comprar un “keki” con Don Cesáreo no solo se lleva la satisfacción de disfrutar un excelente sabor, sino también de escuchar algún chascarrillo que le alegra el momento.
Además, el haber trabajado muchos años de albañil ha hecho que “El Kekero” tenga la “mano liviana” para atender rápidamente a los clientes. “A veces he ido con unos comerciantes que son muy pachorrudos para atender y eso no le gusta a la gente. Se tiene que atender rápido, y pos yo tengo la mano liviana y eso le gusta a la plebe”, apunta con su voz aguardentosa y tan conocida.
Pero la principal razón del éxito de “Don Hot Cake”, dice, es la bendición de la Vírgen de Guadalupe. “Nunca me he perdido su fiesta. Voy a todos los templos, pero a la fiesta de la virgencita jamás me la pierdo, y ella me ha bendecido siempre”.
¿Cuál es el secreto para hacer un hot cake tan sabroso?- le pregunté
Don Cesáreo solo se limita a ceñir el rostro y se niega a revelar su fórmula secreta: “Nada, nada, no hay que echarle nada, yo creo que es la mano de cada quien”.
Pero más tarde, conforme avanza la plática y ya entrado en confianza alcanza a revelar algunos de sus secretos: “Yo creo que lo que lo hace sabroso es la miel de abeja, hay que echársela en la masa y eso los hace que estén tan buenos”.
Presente en la entrevista, Sergio González, interviene. El es cliente de Don Cesáreo desde que era niño. Ahora, ya casado, estaciona su camioneta cada que ve al conocido “kekero” y lleva a sus niñas para que saboreen de los “kekis”.
“El chiste es que los hace al instante. Eso es lo que los hace tener ese sabor tan inigualable. Recién hechecitos son más buenos. Yo soy su cliente desde niño, siempre esperamos el toque de su campana, es inconfundible ese toquido”, detalla Sergio González.
Y es ese sabor el que ha atrapado a chicos y grandes, y a gente de todas las clases sociales. “Aquí vienen pobres y ricos, y doctores y hasta presidentes de Tepa han venido aquí a cenar conmigo”, recuerda, y menciona a varios de sus clientes distinguidos: “Aquí ha venido a cenar el médico Navarrete, y un hijo de Don Alfonso González también era mi cliente”.
El exquisito sabor de sus postres ha cautivado a muchos. Don Cesáreo recuerda que hace dos años, una persona se comió quince hot cakes. “La verdad yo no me la creía, pero hace como dos años un señor grandote, bien grandote, llegó y se comió quince kekis. De primero se los comió con dulce, pero los últimos ya se los comió solos. Por cierto, ya nunca lo he vuelto a ver”, rememora “Don Keki”
Y con una sonrisa en el rostro recuerda otra anécdota: “Alguna vez en el jardín del beso le vendí unos hot cakes a un señor, y nomás se los comió y se fue ¡Y azotó! Y entonces toda la plebe empezó a echar carrilla: “Ejele, no aguanta nada, luego luego azotó por los kekis”, y se reían. Pero la realidad es que se había trompezado”.
Las ventas de Don Cesáreo varían. A veces vende 50 hot cakes, y otras veces más. Cada hot cake tiene el económico precio de cuatro pesos, y tiene diferentes sabores: fresa, cajeta, miel, lechera y “guayabita”, como dice él con su ronca voz..
Al preguntarle si alguno de sus hijos heredó el oficio, triste comenta que no, pero sonríe al señalar a su nieto, quien le ayuda a cobrar los hot cakes. “A ninguno de mis hijos les dio por el comercio, pero este muchacho si le gusta y ya le enseñe los secretos del cucharazo”.
Don Cesáreo es aficionado al futbol, y su equipo favorito son las Chivas Rayadas del Guadalajara.
Además, se dice aficionado también del béisbol.
¿Y a cual equipo le va…? ¿A los medias blancas?- le pregunté mientras señalaba una gorra de los White Sox que traía Don Cesáreo
“¡No! Yo soy puro Dodger. Siempre me han gustado, pero más cuando estaba ´El Toro´Valenzuela”
¿Entonces porque trae esa gorra?
“Pos me la regalaron. Ni modo que la tire” , responde. Y es que siempre ha sido un hombre pragmático y eso lo ha hecho sobrevivir en el negocio.
Pocas cosas sobreviven de cuando “Don Keki” empezó a vender. Solamente le queda una ollita en la que echa las monedas y los arrugados billetes producto de su trabajo.
“Una vez una señora me dijo que me iba a regalar una nueva olla, pero yo le dije que no., porque con esta ollita empecé a vender. Ya tiene 40 años. Esta ollita tiene historia. Y la señora me decía: ´Ta re´fea´… y yo le decía: Pos si esta gacha, pero con esa empecé a vender”.
Es así como termina la charla con “Don Hot Cake”, quien se retira contento en su moto tocando un pedazo de muey con una varrilla de fierro dulce para llamar a los niños de la cuadra, quienes saltan de gusto cuando este personaje lega a su barrio para vender sus sabrosos “kekis”.
Y es que Don Cesáreo, luego de cuatro décadas de andar en el oficio, es un hombre feliz. Y eso es lo más importante.
Y no lo digo yo. Basta repasar sus propias palabras:
“A mi me encanta mi trabajo y agradezco que la virgencita de Guadalupe siempre me ha bendecido. Además, ¿Usted cree que no me va a dar gusto ver tanta gente sonriendo y feliz al comerse mis kekis? Claro que soy muy feliz”.
Texto originalmente publicado en el Zaguan: http://elzaguan.weebly.com/la-historia-de-don-hot-cake