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La Cultura de la Corrupción Foto: Red por la Rendición de Cuentas

Cultura de la corrupción | OPINIÓN

*Arturo Pérez Martínez | panartepa@yahoo.com.mx | 23 de febrero de 2017

En una aportación anterior hablé sobre la corrupción, catalogada como una epidemia, en esta ocasión quiero tratar este mismo tema ‘pero desde el enfoque cultural. ¿Por qué la insistencia en seguir con este tema?

Esto es debido a la importancia que tiene este mal en nuestra sociedad, que junto con la impunidad es causa de la descomposición que estamos viviendo.

Tal pareciera que la forma en que somos educados propicia un comportamiento, una manera de ser, una práctica sistemática de acciones que podemos decir son parte de la cultura de la corrupción.

Desde el momento en que se nos muestra en la infancia, como modelo a seguir, que quien tiene éxito en la vida es el que tiene más dinero, no importando el origen del mismo. Desde ahí se está inculcando como el máximo valor, el económico, tomando al dinero como un fin y no como un instrumento para el bien de los individuos y la sociedad.

Es por ello que para muchas personas lo que los mueve en la vida es la obtención y acumulación de riqueza monetaria y están dispuestas a hacer lo necesario para cumplir con su objetivo.

También es frecuente que todos critiquemos a las personas que realizan actos de corrupción o acciones indebidas para obtener dinero, pero las mismas personas que criticamos, a la hora en que se nos presenta la mínima oportunidad caemos en las mismas prácticas.

Recuerdo un chiste que escuché de un tío durante mi infancia, sobre un padre que al decirle su hija que era prostituta casi le dio un infarto del coraje, pero al ver que la muchacha le llevaba un buen regalo, producto de su arduo trabajo, en su peculiar profesión, reaccionó y se dio cuenta que el ser prostituta no era tan malo, pues había entendido y confundido la palabra con la de protestante.

Es así pues que esta forma de ser y de actuar se critica en los demás y se tolera y hasta se fomenta en los propios, siempre y cuando haya un beneficio personal.

Podemos ver incluso que hasta en el ámbito religioso es común la tolerancia a la corrupción, donde es más grave o pecaminoso que una mujer muestre sus encantos con una falda corta, a que un patrón no pague el aguinaldo o explote a sus trabajadores con salarios indignos o que un político se distinga por sus transas.

Tomando este caso, como ejemplo tenemos que la mujer es criticada por la sociedad y los personajes ya sean empresarios o políticos son enaltecidos, aplaudidos y hasta se les antepone a su nombre el don o doña.

Entonces con estos modelos, como esperamos que nuestros gobiernos y nuestras instituciones estén libres de corrupción, si las personas que las conforman son educadas para ser corruptas.

¿Qué pasaría si al contrario, en lugar de ser reconocidas estas personas en todos los ámbitos, fueran sancionadas, excluidas y pagaran por sus acciones indebidas?

Seguramente tendríamos una sociedad mejor, más igualitaria, más justa y sobretodo habría una vida más digna para todos.

*Arturo Pérez Martínez
*El que escribe, es maestro en administración, militante del Partido Acción Nacional del que es consejero estatal, ex presidente del comité directivo municipal y ex regidor de Tepatitlán.
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