Por: Beth Guzmán*
Escribo este texto mientras me invade la emoción de verme rodeada de mujeres con carteles y consignas. Mujeres gritando y cantando me acompañan, mientras mi voz sigue resonando en la de ellas.
Marzo llega como una leona anunciando el 8M. La fecha se ha vuelto, por lo menos para mí, muy compleja.
Dice Yásnaya Aguilar y digo, pidiendo su voz, que he transitado las palabras feminismo y feminista desde muchas aristas. Me siento un poco cautelosa con el término. Ya no escribo poemas rabiosos sobre mi menstruación o sobre que no me van a callar, sin embargo, tengo la certeza de que mi rabia se ha condensado y solidificado. Pesa más con el tiempo, estoy segura.
Hoy la compartí en la jornada del 8M en Tepa.
El día se vivió desde los talleres de morras para morras; salud sexual, poesía, estencil, violencia de género, masturbación e ILE. De 5pm a 7pm nos reunimos a dialogar sobre las violencias que nos atraviesan, pero también de las ternuras que nos sostienen. Después, a las 7pm comenzamos a caminar desde la Alameda hasta la presidencia.
Hay algo catártico y estremecedor en el sonoro rugido del amor. Todas somos todas.
El concierto de Flow feminista cerró los trabajos del día y creo que abrió más y más la puerta por donde seguimos pasando sin permiso.
Pienso que llamarme o no feminista ahora no importa, en realidad. No cuando la justa rabia y la ternura son lo que mueve al mundo. Cuando el día es día si abracé a mis hermanas y a mi mamá.
Hoy, más que nunca, me siento afortunada de caminar con las que siguen de mí y con las que fueron antes de mí.
Agradezco profundamente a las colectivas tepatitlenses que, con su fuerza, remueven. Me recuerdan que, en efecto, aquí seguimos.
*Beth Guzmán es una talentosa poeta tepatitlense.