Hoy ya no es hoy, es ayer;
el mañana no existe,
porque llegó el hoy;
y esto que escribo,
que digo,
que respiro,
que bebo,
que gusto,
que palpo y que oigo
en menos de un segundo será ayer.
Y a pesar de todo
me preocupo por mañana.
¡No! – me digo –
Él llegará aunque no lo apures,
porque seguirá su rumbo,
su tiempo y su camino;
no como el reloj,
pero sí como el río de la vida.
Hoy viviste diferente que ayer
y mañana será diferente que hoy,
por lo tanto,
tienes que nacer cada día,
y morir en cada instante,
porque lo más trascendente
es el nacimiento;
y lo más temeroso es la muerte,
tan precisa y tan sabia
que te envuelve de ansiedad,
de esa bendita ansiedad del moribundo.
¡Qué ansia por vivir y recuperar el tiempo!
Que te hace sentir, gozar y anhelar todos y cada uno de los ladrillos
que componen la construcción de tu ser.