Las pañoletas moradas y, contra todo pronóstico, verdes, se ondearon con fuerza en el corazón de una de las ciudades más conservadoras del estado de Jalisco: Tepatitlán. Las valientes colectivas feministas de esta ciudad organizaron una de las marchas y actividades con motivo del día internacional de la mujer más relevantes en la historia reciente del municipio. Las pancartas y sus poéticas exigencias dejaron absorto y enojado a más de uno.
Sí, lo de ayer fue histórico.
Pero muchos no lo quieren ver. Prefieren la comodidad de no aceptar que esto se está trasformando, porque ignoran lo que el cambio es.
«Es que ellas no son de aquí. Es que eso no se veía antes. Es que son puras acarreadas. Es que pura «desquehacerada» anda ahí en la marcha. Es que son ideologías, es que la agenda», oí a varios decir.
Es que, es que, es que…
Al «tanteo» de los paramédicos de Protección Civil al centro histórico llegaron más de 350 mujeres». Y aunque solo hubiera sido una chica la que caminara desde la Alameda con su pancarta al aire, ella habría bastado.
Ese es el tema. El aferrarse a invisibilizar. Porque no fue una, ni dos personas a las que les oí decir que las chicas que ayer caminaron por la calle Hidalgo en Tepatitlán no eran de aquí. Y ahí reside el problema que es de índole tanto clasista, como machista.
«Calladita te ves más tepatitlense o lo que es lo mismo, bonita». Y es que como decía una de las pancartas de anoche: «No. Calladita, simplemente no me veo».
Según las estadísticas del Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses, el año pasado doce mujeres tepatitlenses fueron asesinadas por un arma de fuego. En toda la región Altos Sur, 25. Ayer mismo, de acuerdo a varias publicaciones de Facebook como «Te buscamos Pegueros», mientras caminábamos por el 8M, una de las nuestras desapareció en el pleno centro de Tepa.
Ahí mismo, al finalizar la marcha, cuando las jóvenes comenzaron a compartir sus posicionamientos, sus poesías y sus experiencias, varias alzaron la voz para denunciar a sus violadores, la mayoría de ellas menores de edad. Valentía la de nadar contracorriente y sincerarse.
¿Eso no es suficiente?
¿No bastó el estallido de las consignas en todo lo que tocaba la calle, desde árboles, ventanas, cimientos, u otras personas. Ni que cientos de chicas, -que a decir de algunos «no son de aquí»– formaran una alma sorora solo para exigir algo que se supone debería de estar garantizado porque es un derecho?
Solo diré que Tepa, este pueblo, no es únicamente tu casa, o lo que haces de la tienda, o el centro de oración a tu puerta. Ni tampoco se limita a las cuadras por las que transitas para ir al colegio a llevar a los niños, o a las Familias «tradicionales» que sobreviven de apariencias. Si miras más allá te darás cuenta de ello.
En el Centro, en El Molino, en Jardines de Tepa, en Popotes, Las Colonias, allá en Capilla de Guadalupe, en Pegueros, en Las Aguilillas, están las mujeres que ya no son las alteñas de antes, o cómo dijo una fenomenal mujer, historiadora e investigadora (Andrea Prado) con la que platiqué ayer: Nunca han sido las mujeres que se inventaron para la mercadotecnia. Y eso me da esperanza.
Tan no son las de antes, que las mujeres que ayer caminaron y alzaron la voz para exigir un alto a la violencia contra ellas, no les importó destruir una de las canciones que han hecho famosa a esta tierra, «Las Alteñitas», y la letra no podía ser más certera: «Vamos a Tepa, tierra inventada». Mucho menos rayar el mobiliario urbano. Pues durante la mañana a alguien se le ocurrió proteger las letras turísticas de Tepatitlán que enmarcan la Plaza de Armas con vallas, pero de poco sirvió la hazaña, porque para la tarde su intentona terminó avivando la expresión de las jóvenes que se manifestaban.
Ayer fueron 350 mujeres quizá, pero antes no era ninguna. Y eso es un avance, porque las que salieron, lo hicieron por las que no pudieron.
En este terruño que habitan más de 150 mil personas, no todos necesitan un abolengo, credo, constancia, ni estereotipo de belleza para ser y sentirse tepatitlenses. Y aunque no fueran de aquí. Eso no les quita el derecho de salir a tomar las calles.
Termino diciendo que, si como mujer, el ser tepatitlense y alteña implica tener que callar la violencia machista que nos atropella día con día, entonces decido renunciar a cualquier gentilicio, y me quedo solo con lo femenino de mi ser.
ALTO
Que esto no lo minimicen. La emoción, la rabia, la exigencia y hasta el temor de las jóvenes que se congregaron en la Alameda y frente a la Presidencia, para caminar y gritar y abrazar a sus amigas, sus compañeras, a las chicas que por la sororidad, se han convertido en sus hermanas yo la vi y la viví. Y esto no lo oculta ya nadie.
Aunque digan que las que ayer salimos a la calle no éramos de aquí.