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La niña Afgana, 20 años después Foto: National Geographic

El ocaso de una mirada

Víctor Rivera | @Victor_Rivera_S

1 de noviembre de 2016.- ¿De qué sirve el arte?

La mirada de la niña afgana en la portada de National Geographic sigue brillando como jalea real. El semblante de felina amenazada y los ojos que centellean llevan más de 30 años siendo parte de un icono global. Tal vez es una de las imágenes más recordadas, que puede documentar toda la historia de un pueblo, en un solo semblante.

Realmente son pocas las fotografías históricas que cubren ese requisito; probablemente la captada por Alberto Korda, quien retrató al Che Guevara, en la imagen que sobrepasaría todos los límites conocidos, se une a esta prestigiada lista.

Sharbat Gula es la dueña de la mirada que hizo grande a National Geographic. La semana pasada se dio a conocer su detención por utilizar documentos falsos en su intención por refugiarse en Pakistán. Los ojos son de la misma tonalidad, pero la realeza de su brillo está casi apagada. El rostro se nota cansado de huir, y los labios se ven más pequeños, acostumbrados por un mutis cotidiano. Todo el mundo la ha visto, pero también todo el mundo desconoce las condiciones en las que ha vivido.

De manera desafortunada nos damos cuenta que ese es el precio que se paga en la sociedad del espectáculo. La niña -ahora mujer- afgana corre la misma suerte que los actores brasileños que le dieron vida a los personajes que reviven en una y otra reproducción de la película carioca Ciudad De Dios. Buscapé, Ze pequeño, Mané Gallina y los demás personajes de esta cinta que ha recorrido el mundo entero, siguen actuando en la favela ante las cámaras de la vida cotidiana, esto retratado en el documental Ciudad De Dios: 10 años después, de Luciano Vidigal y Cavi Borges.

Ciudad de Dios, reparto Foto: Frame película Ciudad de Dios
Ciudad de Dios, reparto Foto: Frame película Ciudad de Dios

El documental muestra la vida, luego de la mítica película que le dio a conocer al mundo la realidad de las favelas. En el filme aparecen los actores en otras facetas; con hijos, con kilos de más, con la añoranza de haber podido continuar con su carrera artística, pero frenados por las demandas cambiantes de los espectadores: un Zé Pequeño que sonríe tranquilamente y saluda a los vecinos que intercepta en sus caminos cotidianos; un Buscapé que le brillan los ojos al recordar qué hizo con el poco dinero que ganó y un Mané Gallina, que relata con una voz queda las andanzas homéricas que experimentó, por querer seguir actuando en el cine.

La portada de Nat Geo sigue nadando en las aguas de la Internet, mientras que la historia de la Ciudad De Dios se reproduce una y otra vez en los dvds, blue rays y también en las computadoras, smart tvs y consolas con acceso a Netflix; mientras que los actores que dieron vida a esos iconos — ahora globales — sortean los baches de todos los días, recordando que en algún momento alguien se detuvo a mirarlos con parsimonia y pensó que ese momento quizá les cambió la vida. La verdad es que no.

La verdad es que la llevan difícil como muchos más que nunca han tenido una voz en los medios o en el arte. En este mundo del showbussiness ¿de qué sirve el arte?

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