A pesar de su difícil situación económica, y de necesitar de su inseparable silla ruedas para desplazarse, “Chavita” tiene una gran alegría por vivir y es un ejemplo de tenacidad. “El Cuñao” tiene dos ilusiones: que le den empleo formal y poder conocer al plantel de las Chivas Rayadas del Guadalajara
Julio Ríos | @julio_rios
30 de octubre de 2016.- Todos lo conocen por “Chavita”. Ya es habitual verle en los portales de la Presidencia Municipal repartiendo volantes publicitarios a los transeúntes. Su mayor característica sin duda es que siempre saluda a quienes pasan por el lugar con una sonrisa en el rostro.
“Qué onda Cuñao”… dice un señor de traje y corbata al joven “Chava”, quien responde con su ya conocida frase: “Aquí trabajando cuñao… ¿Cómo ve?”. Y es que Salvador es querido y popular.
Sin embargo, a pesar del cariño que la gente le tiene, “Chavita” sobrevive con una precaria situación económica. El hecho de utilizar una silla de ruedas le ha impedido ser contratado para un empleo formal y por ello, nuestro personaje tiene que vivir las de Caín para poder obtener el alimento para él y su familia.
A pesar de ello, “Chava” no pierde la alegría de vivir. Sus ojos reflejan gran amor por la vida y no se queja de tener que hacer todo tipo de trabajos temporales para poder obtener algo de dinero.
Y precisamente, así, feliz, lo encontramos en uno de los portales, “despegando chicles del suelo” con una espátula y barriendo, pues los propietarios de una paletería le han encargado tal encomienda, a lo que el joven acepta gustoso.
Su nombre es Salvador Arriaga Dávila. Le gusta que le digan “El Cuñao” y así le llaman muchos de sus conocidos. “Nací aquí en Tepa. Soy jalisciense y Chiva de corazón”, dice orgulloso.
Salvador nació en el seno de una familia de pocos recursos. Desde niño vive en el barrio de “La Cadena”. Su padre trabajaba de obrero y picando piedra, por lo cual recibía jornales de acaso 40 o 50 pesos al día. “Ahora ya está muy viejo y pues casi no le dan trabajo”, explica Salvador.
Siendo apenas un bebé, “Chava” fue víctima de la poliomielitis. Por la falta de dinero en su hogar, no recibió el tratamiento médico adecuado y desde entonces tendría que usar siempre una silla de ruedas para poder moverse.
“La vida es dura, pero no queda de otra. Hay que trabajar. Yo no me rajo y hay que salir adelante”, considera Chava, quien recuerda que tuvo que empezar a buscar el pan desde los 10 años y lo hacía pidiendo limosna. “Como no podía caminar pues primero me iba arrastrando en una avalancha, o una patineta y así pedía limosna porque no me daban empleo”, dice.
“Luego busqué jale repartiendo publicidad”, y así fue, pues comenzaron a pagarle algunos pesos por entregar volantes promocionales en las esquinas. “De esa manera yo me ayudaba y he podido salir un poco adelante. Nomás que orita la chamba está media floja”, dice.
Adicionalmente, para poder obtener un recurso extra, Salvador realiza artesanías en sus ratos libres, como rosarios, pulseras y a veces cinturones. “Nomás que los fajos no los pagan bien y son trabajosos”, dice.
Así mismo cuando puede, limpia vidrios, barre banquetas o quita chicles de los pisos. “Soy el milusos. A todo le hago, menos a la mano «caída» , a eso no”, comenta bromeando.
A veces también vende ejemplares de periódicos locales, de ahí se ayuda un poco más. “A mi me regalan los periódicos y las revistas y todo lo que venda es para mí. No tengo que dar porcentaje de nada y estoy agradecido por eso”, apunta.
Dice que es difícil para la gente de escasos recursos económicos encontrar quien les regale sillas de ruedas. El tuvo que batallar mucho tiempo en su patineta, hasta que por fin le obsequiaron hace algunos años una silla por parte del DIF. “La primera que tenía la tuve que cambiar porque la llanta se le salía y no servía. Ahora tengo esta que sirve mejor y también tengo una de motor, pero necesito batería y son caras, y nadie me ha ayudado para eso”, agrega.
Además de su familia, a única compañía de “Chava”, son sus mascotas, a las cuales les tiene un inmenso cariño. “Tengo cinco perritos, dos ratoneros, una pinta, un chihuahueño y dos shar pei. Ellos son mis mejores y fieles amigos y mi único gusto es atenderlos”, externa mientras los ojos le brillan con un afecto especial.
Y es que a pesar de las penurias económicas y lo complicado que es vivir en una silla de ruedas, Salvador tiene el corazón lleno de alegría y cariño por el mundo y una gran tenacidad para salir adelante.
¿De donde nace en esa alegría de vivir?
“Dios y la gente me ayudan a salir adelante.- responde- Dios me da esa alegría, me da la vida y la neta yo le agradezco muchísimo sus bendiciones y la raza me ayuda y a pesar que batallo no me deja caer. No hay que agüitarse, la vida es bonita. Yo no entiendo porque hay tanta muerte de muchachos, que dizque porqué la novia los deja. ¡Si hay miles de muchachas! ¿Pa´ qué aguitarse por una? Y luego otros se suicidan. Yo sin dinero soy feliz, con un peso que traiga en la bolsa y con unos frijolitos pa qué me quejo. No vale la pena perder la vida por nada, porque es un regalo y no hay que ser ingratos.”, explica.
Y “Chava” contagia a todo mundo de esa alegría. Por eso todos lo conocen. Durante la entrevista, decenas de personas pasan y lo saludan. “Yo siento bonito que todos me saludan contentos y que toda la raza me conoce cuñao. Aquí en Tepa y en Arandas, porque allá viví cinco años trabajando en una carpintería. Yo creo que todos me quieren porque me porto bien, y la neta yo les agradezco”, indica.
Y a pesar que todos lo conocen a veces no falta quien lo confunda y bromea: “Una vez, en vez de Chava me dijeron Lupe (otro muchacho que anda en silla de ruedas), y les dije: qué paso cuñao, esa es la competencia, ja, ja, ja. No, no es cierto, no hay competencia. Todos somos carnales”
El futbol es su pasión. Y su corazón está dividido en dos amores: El Tepatitlán de la Tercera División y las Chivas en la Primera División. “A mi me gusta el Tepa porque es el equipo del pueblo. Yo soy de la porra de El Desperdicio y me gusta ir al estadio a verlos. Y las Chivas me gustan porque son mexicanas y jaliscienses. Soy chiva de corazón”. Y añade bromeando: “Al Aves Blancas y al América no les voy aunque me pongan a la Sabrina”
El sueño de “Chavita” es contar con un empleo formal y de esta forma percibir un ingreso seguro que le garantice una estabilidad económica. “Nomás que a uno lo discriminan porque está uno en la silla de ruedas, pero yo estoy dispuesto a trabajar y claro que puedo. Bien que puedo mover las manos y tengo buena cabeza.”, asegura.
Pero sin duda la más grande ilusión de Salvador es poder conocer al plantel de las “Chivas”, aunque alguna vez se pudo tomar la fotografía con tres jugadores del rebaño sagrado que visitaron Tepatitlán, entre ellos el tepatitlense Edgar Solís. “Es mi cuate”, presume.
“Pero mi sueño es conocerlos a todos. Yo quisiera, pero no me puedo mover en esta silla allá en Guadalajara. No tengo quien me lleve, porque allá se necesita una camioneta o un carro y pos yo cómo le hago solo. Ojalá alguien me ayudará y me llevara a conocerlos. Eso sería lo mejor que me pudiera pasar en esta vida”, exclama.
La entrevista termina y es hora de despedirse de “El Cuñao”, quien toma su escoba y se dispone a seguir despegando chicles del piso con la espátula, no sin antes, sonreír y dejar un mensaje para nuestros lectores:
“No hay que agüitarse. Ya con amanecer vamos de ganancia, porque muchos ni amanecen. Yo les digo carnales que vivan la vida, no se vayan por el lado falso ni por la puerta negra. Échenle ganas. Si yo no me amargo, ni me rajo, ustedes menos. No le saquen. Nunca hay que rajarse”.
*Esta crónica fue escrita y publicada originalmente en el año 2009 en un periódico local. Probablemente Chavita ya tenga empleo. Pero su lección de vida sigue siendo vigente y es un ejemplo a seguir.