Víctor Rivera | @Victor_Rivera_S
17 de octubre de 2016.- No sé qué es lo que duele más, si las piernas por la presión de que me vienen persiguiendo y trato de aventar la zancada cada vez más espaciada, o el impacto con el pavimento cuando caigo. Lo que sé que duele más que las dos anteriores acciones, son los choques eléctricos que el oficial de policía me da en las costillas. Incluso duelen más que las patadas que me mete cuando me arrastro en el concreto, producto del hilo voltaico que recorre mi cuerpo.
Duele hasta el grito. Ya no me levanto, ya no intento huir; pero sí grito.
No sé qué hora es, el cielo se ve rojizo y la patrulla de policía que me alcanzó luego de unas cuadras de carrera y tres vueltas en la esquina, quedó varada a la mitad de la avenida. Un hombre arriba de ella medio carcajea. El otro disfruta los choques eléctricos. También ríe. Se burla.
«Le juro por Dios que yo no hice nada. Eran unos seis cabrones que me venían persiguiendo desde San Andrés, por eso dejé allá la chamarra y mi camiseta. Lo único que estaba haciendo era tomarme mi botellita, ando un poco pedo oficial».
Recuerdo ligeramente los hechos. La verdad no sé cuántos tipos eran, pero sé que me iban a chingar. Corrí y alguien aventó una piedra a la puerta de la farmacia. Creo que querían robar. Las luces azules y rojas iluminaron las casas, barrían las puertas alternando sus colores. La sirena empezó a chillar. Todos corrieron. Yo corrí. Corrí. Corrí…
«Tú madreaste el vidrio de la farmacia, no te hagas pendejo…»
Los choques eléctricos duelen. Pasan de la piel y se meten por los poros hasta estremecer todo. Recorren cada canal del cuerpo. Uno siente las venas, las arterias, los nervios. El oficial se ríe. Me ponen contra un coche y me pregunta por mi camiseta. Insisto que la dejé allá porque seis cabrones me venían siguiendo. Otra vez ese rayo azulado roca en mi cuerpo, truena como cucaracha aplastada. A lo lejos escucho el ladrido de un perro que se altera. Siento el codo del oficial en la garganta, no me deja hablar y necesito hacerlo…
«Se lo juro por Dios, yo sólo me estaba tomando mi botellita…»
Ojalá esta breve narración sea un cuento. La única verdad es que fue real. Los policías dejaron ir al individuo de dorso descubierto, pantalones amplios y barba larga y desalineada. Se fueron riendo. Por lo menos fueron diez impactos de choques eléctricos en la piel descubierta; mismo dolor traducido en gritos que despertaron al barrio casi a las dos de la mañana.
Este 2016 fue el año límite para que Jalisco y otros estados alinearan todo para poner en funcionamiento el nuevo Sistema Penal Judicial, en el cual se permitirá las soluciones alternativas a conflictos legales, así como los juicios orales. Los Altos de Jalisco fueron de las primeras regiones del Estado en estar listos, otras regiones fueron la del Sur, allá por Ciudad Guzmán.
Una variante que tiene este nuevo sistema de justicia es la capacitación a elementos de seguridad, de todos los niveles: desde el policía que patrulla, hasta los jueces y magistrados. México intenta respetar los Derechos Humanos y eliminar las viejas prácticas de interrogatorio, como los “tehuacanazos” y “las calentaditas”.
Todo sigue quedando en el papel.