Oscar Miguel Rivera Hernández | 21 de enero de 2025
Ciudad de México.- Desde el momento en que Donald Trump ganó las elecciones de Estados Unidos, la mayoría de quienes hemos seguido su trayectoria política o hemos leído sobre él, vimos con preocupación esa decisión del electorado gringo y más ayer al asumir por segunda ocasión la presidencia de ese país, por el retorno de una figura polarizadora y, para muchos, profundamente dañina para el orden global.
Apenas unas horas después de su toma de posesión, Trump ya ha dejado claro que su agenda será una continuación, e incluso una intensificación, de sus políticas divisorias y nocivas que marcaron su mandato anterior. Esto incluye su retiro inmediato del Acuerdo de París sobre el Cambio Climático, su mentira descarada sobre el supuesto control chino del Canal de Panamá, su trato inhumano hacia los migrantes y su controversial declaración de considerar a los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas.
El retiro del Acuerdo de París no sorprende, pero no por ello es menos indignante.
Trump se ha caracterizado por negar la ciencia climática, minimizar los efectos del calentamiento global y priorizar las ganancias inmediatas de las industrias contaminantes sobre el bienestar del planeta. En un momento en que el mundo enfrenta sequías, incendios forestales y tormentas cada vez más intensas, su decisión de abandonar un acuerdo que busca mitigar estas crisis es un acto de irresponsabilidad colosal. Esta acción no solo afecta a Estados Unidos, sino que pone en peligro los esfuerzos globales para combatir el cambio climático.
Trump también ha recurrido a su viejo truco de fabricar enemigos imaginarios para justificar sus acciones. En su primer discurso tras asumir la presidencia, afirmó que China se ha «apoderado» del Canal de Panamá, una acusación completamente infundada y desmentida por expertos y autoridades panameñas. Este tipo de retórica no es solo una distracción peligrosa; también exacerba las tensiones internacionales y socava la confianza en las instituciones democráticas. La mentira es una herramienta constante en el arsenal de Trump, pero su persistencia en fabricar conflictos internacionales podría tener consecuencias catastróficas.
El tema migrante sigue siendo una de las piedras angulares de su retórica. Trump ha vuelto a promover medidas draconianas contra los migrantes, pintándolos como una amenaza para la seguridad nacional. La construcción de muros, la separación de familias y la deportación masiva no solo son crueles, sino que también ignoran las causas que obligan a millones de personas a abandonar sus hogares en busca de una vida mejor. Estas políticas no resuelven el problema; lo agravan. Además, perpetúan una narrativa xenófoba que divide a las sociedades y genera odio.
En un momento de su discurso, Trump llegó a presentarse a sí mismo como una especie de figura divina. Al referirse al atentado que sufrió durante su campaña, declaró que «por algo se salvó», insinuando que su vida había sido preservada con un propósito mayor. Este tipo de afirmaciones, además de egocéntricas, refuerzan su narrativa, donde él se posiciona como el único salvador frente a las amenazas que él mismo inventa o exagera.
En respuesta a estas medidas, la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, ha adoptado una postura firme y valiente. En una conferencia de prensa, Sheinbaum condenó enérgicamente las acciones de Trump, calificándolas de «inaceptables e inhumanas». Además, reafirmó el compromiso de su gobierno con la defensa de los derechos humanos y el respeto a los migrantes. Sheinbaum también destacó la importancia de la cooperación internacional para abordar problemas como la migración y el cambio climático, en contraposición al enfoque aislacionista y egoísta de Trump. Su liderazgo ofrece un contraste refrescante y necesario frente a las políticas de odio y división.
Otro tema controvertido es la declaración de Trump de designar a los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas. Aunque la lucha contra el narcotráfico es un problema serio que requiere atención urgente, esta medida parece más un gesto populista que una solución viable. La designación podría justificar intervenciones militares unilaterales en territorio mexicano, lo que sería una violación de la soberanía nacional y podría desatar una escalada de violencia en lugar de reducirla. Además, esta medida ignora las redes de demanda y corrupción que alimentan el narcotráfico, tanto en México como en Estados Unidos.
Es importante señalar que estas acciones de Trump no solo afectan a Estados Unidos y México, sino que tienen implicaciones globales. Su postura unilateral y su desprecio por los acuerdos internacionales pierden la confianza en la cooperación y fortalecen las divisiones entre países. En un mundo cada vez más interconectado, las políticas de aislamiento no son sostenibles y solo agravan los problemas compartidos.
Los países, como comunidad internacional, deben unirse para contrarrestar las políticas nocivas de Trump y reafirmar su compromiso con la justicia social, los derechos humanos y la sostenibilidad ambiental. En este sentido, el liderazgo de figuras como Claudia Sheinbaum, con una visión de un mundo basado en la cooperación y el respeto mutuo, demostrando que existen alternativas a la política del miedo y la división.
Para terminar, solo puedo decir que el regreso de Donald Trump a la presidencia representa un reto monumental para el mundo. Sus primeras acciones, desde el retiro del Acuerdo de París hasta sus mentiras sobre China y el Canal de Panamá, así como su trato hacia los migrantes y su declaración sobre los cárteles, son una prueba más de su capacidad para dañar la estabilidad global. Sin embargo, también es una oportunidad para que los líderes internacionales se unan y demuestren que otra forma de gobernar es posible. En palabras de Claudia Sheinbaum, «el futuro de la humanidad depende de nuestra capacidad para trabajar juntos y enfrentar los desafíos con valentía y solidaridad». Es hora de que el mundo tome estas palabras en serio y actúe en consecuencia.