Elba Gómez Orozco
Una posada más se llevó a cabo en esta temporada en la Privada Los Altos, callejón que se sitúa sobre la calle Álvaro Obregón en el Barrio Alto de Tepa. Ésta no fue cualquier posada: fue una posada como las de antaño, como las que iniciaron hace casi treinta años los vecinos de la Privada. Tampoco es cualquier privada: es la Privada Los Altos, un rincón donde se tiene el interés de preservar las tradiciones; y donde con asiduidad organizan eventos culturales no sólo para las dieciséis familias que la habitan sino para todo el que quiera sumarse.
Centenas de lucecitas pendiendo de casa a casa, explosiones de colores en el cielo a cada elevación de varas de fuegos artificiales, chiquillos correteando detrás de otros chiquillos vestidos de pastorcitos, incitantes aromas a ponche, atole, tamales, pozole y demás delicias acostumbradas en estos eventos. Una bocina reproducía villancicos, y al fondo de la callejuela una manta roja a modo de telón sembraba una interrogante casi generalizada. Esa estampa, y la algarabía pintada en los rostros de los casi trescientos asistentes recibían al visitante que se maravillaba ante esta demostración popular.
Retomando lo citado en líneas anteriores, hace casi treinta años los vecinos de la Privada hacen estos eventos. Uno de los vecinos decía al micrófono que la del pasado 21 de diciembre es la celebración número veinticinco, interrumpida sólo en ocasiones de fuerza mayor y que la más reciente fue por el protocolo sanitario de la pandemia de COVID hace poco tiempo. Los iniciadores tuvieron a bien retomar las posadas tradicionales sin saber que después de casi tres décadas la iniciativa de doña Nena, doña Angelita, doña Meche, doña Hermelinda, doña Carmen, doña Lencha, Carmela, doña Romana, doña Eleazar, don Chava y don Martín seguiría vigente. Hoy, algunos de ellos ya no están, sin embargo, siguen más presentes que nunca por el legado que dejaron entre sus vecinos. El relevo generacional de los fundadores tiene en sus descendientes sus mejores representantes, los residentes de la Privada. Todos tienen parte activa en cada evento, dos de los vecinos les facilitan esa tarea: Óscar Esparza Gutiérrez y Edgar Alejandro Prado Pérez.
«Tengo treinta años viviendo en esta Privada, aunque ya se hacían, hace como veinticinco años me tocó a mí tomar la batuta de organizar las posadas y las pastorelas y todo lo que hacemos aquí en el barrio. La verdad aquí en el barrio de la Privada Los Altos es un barrio muy participativo, aquí no falta quien me traiga cacahuates, manteca, crema, carne para el pozole, masa. Todos, la mayoría de los vecinos participan con algo y eso es lo importante. La importancia de celebrar la Navidad, pues la Navidad en primer término es para compartir, es un momento especial donde viene un Mesías, un Salvador y viene a compartir su riqueza con nosotros; y nosotros tenemos la misión como los pastores pues de darles posada, darles humildemente lo que tenemos y pues de recibirlos».
«Yo creo que aquí se trata de sembrar en los niños esa tradición por las posadas porque yo desde que me recuerdo, mis mejores tiempos fueron los de las posadas, donde no faltaron las piñatas, los aguinaldos, un ponche, un atole. Y precisamente por eso es por lo que hago esto. Participo pues con mis vecinos para llevar a cabo esta posada. Estoy consciente de que hace mucha falta de participación o participación de las comunidades o los barrios para que se sigan haciendo posadas tradicionales, organizarse entre todos, porque si nos organizamos entre todos es un poco más fácil. Nosotros, por ejemplo: yo tengo fotos como de hace como unos quince años más o menos que pude rescatar fotografías, veo a los niños saliendo de san José o María o los pastores, y hoy ya están casados y dicen que tuvieron una muy bonita infancia, que fueron felices y que recuerdan esas posadas como una de las mejores cosas de la infancia».
Óscar Esparza Gutiérrez
Se inicia formalmente la posada con el rezo del rosario en caminata. Sobre andas de madera una escultura representa a los Santos Peregrinos y que en cada misterio el solio cambia de manos. Una vez dado por concluido el rosario con Letanía y alegorías a la Inmaculada, se prosigue con el Pedimento de Posada. Peregrinos y mesoneros entonan los cánticos en que cada estrofa da cuenta de la historia del nacimiento del Niño Jesús. Unos y otros cantan con fervor cada estrofa, que imitando a José y María y a los posaderos representan ese pasaje bíblico.
«Iniciamos las posadas yo me acuerdo desde que yo tenía como diez años, mi mamá preparaba su vaporera de champurrado, a veces hacía tamales, en conjunto con los vecinos. A cada quien le tocaba algo diferente y siempre nos reuníamos todos para convivir y compartir una tradicional posada. Mi mamá era la que siempre rezaba el rosario, hoy ella ya no está, pero aquí seguimos para continuar lo que ella y otros vecinos iniciaron».
Nayelli Prado Pérez
Una vez depositados los Santos Peregrinos en el hogar que hace las veces de posada, los asistentes se dirigen a asegurar un buen lugar para presencia la puesta en escena de una pastorela. Quienes la montan son el grupo de teatro de los jóvenes pertenecientes a la Banda de Guerra Guardianes del Señor de la Misericordia. Una Pastorela que, si bien estuvo dentro de los lineamientos para el que fue creada en la época virreinal, el guion tuvo una adaptación con un discurso de actualidad. En el escenario, ángeles, demonios y pastores que con sus diálogos invitaban a los espectadores a discernir entre la virtud y el pecado.
«La Banda tiene ya una trayectoria importante, tenemos ya diecinueve años de conformada, somos de alrededor de 35 o 40 elementos en la banda de guerra. Nuestra decisión de presentar la pastorela aquí es más que nada porque se está perdiendo la tradición. Quisimos rescatar un poquito y presentarla nosotros en nuestra posada. Ya posteriormente nos llegó la invitación de una persona de aquí de la comunidad, y pues con toda la disposición del mundo venir a transmitir el mensaje, y volver a recordar las tradiciones navideñas mexicanas».
Fabián Ramírez
Al bajar el telón niños y adultos dirigieron sus pasos a los puestos de comida. Mesas llenas de alimentos para compartir. Abundantes, como abundante ha sido la generosidad de los anfitriones: las familias Esparza Gutiérrez, Prado Pérez, González Esquivias, Lupercio Esquivias, Salazar Torres, Briones Pérez y Velázquez Piña, repartían pozole, tostadas, enchiladas, buñuelos; todo, y más. Era un sinfín de manos dando alimento a otras manos que agradecidas recibían. Llegó la hora feliz para los tantos y tantos niños presentes, interminables filas de chiquillos esperaban y recibieron su bolo, al compás de Los peces en el río y otros villancicos.
«A mí me gustó la posada porque estuvo bonito, hubo muchas cosas, muchas actuaciones. Las personas que vinieron eran muy felices. Y yo ayudo y apoyo casi siempre, hoy no pude apoyar porque estuve con fiebre. Sí estoy disfrutando porque vinieron familiares, bueno, casi todos mis familiares y mis amigos están disfrutando la posada».
Jesús González Prado
Como todas las culturas populares se nutren de elementos agregados de otras culturas y forman un sincretismo del que los alteños somos una muestra, al final de la posada se presentaron dos personajes que, si bien no pertenecen a las tradicionales posadas mexicanas, sí están incrustadas en el imaginario popular de la región. Estos personajes, floridos ambos, representan ya un ícono folclórico para los infantes alteños. El Grinch y Santa Claus y su aparición acompañados de una lluvia de confeti y el encendido de varitas de luces de Bengala, y el Santa Claus is coming to town cerraron el festejo que por cuatro horas disfrutaron familias completas del Barrio Alto.