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*Oscar Miguel Rivera Hernández | 19 de noviembre de 2023.
Tepatitlán de Morelos.- Hace un año, la ultraderecha internacional se congregó en México bajo el paraguas de la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC), un foro que, desde los años setenta, ha mantenido su misión original de combatir la expansión del socialismo en el mundo occidental. Aunque la Guerra Fría quedó atrás hace décadas, la CPAC persiste en su retórica polarizante, una realidad que se manifiesta en figuras como Eduardo Verástegui.
El actor, utilizando el ataque como arma política, descalifica a quienes no comparten su visión, olvidando la importancia de la moderación. La polarización extrema, tanto de izquierda como de derecha, solo sirve para profundizar las divisiones en la sociedad, un error que Verástegui comete al situarse en los extremos.
Recientemente, Verástegui pidió «justicia» por el asesinato de le Magistrade Jesús Ociel Baena Saucedo, desencadenando una ola de mensajes de descalificación en su contra. La diputada transexual María Clemente García Moreno va más allá al pedir que se le investigue como potencial incitador de crímenes de odio, especialmente contra la comunidad LGBT.
En nuestra propia comunidad de Tepatitlán, encontramos un grupo de extrema derecha que difunde mensajes de odio, como el caso de Diego Loza, quien expresó en Facebook su deseo de que «muera la IZQUIERDA». Este tipo de actitudes, aparentemente respaldadas por creencias religiosas, plantean la pregunta de si es posible amar a Dios y abogar por el odio al mismo tiempo.
La beatificación de Anacleto González Flores, que celebrarán estos extremistas el próximo 20 de noviembre, debería ser una oportunidad para reflexionar sobre el peligro de confundir la lucha por la defensa religiosa con actitudes intolerantes y llenas de odio. La sociedad debe ser consciente de la diferencia entre defender principios y fomentar la intolerancia.
La intolerancia, ya sea religiosa, política o ideológica, daña y promueve el odio. En lugar de adoptar posturas recalcitrantes y extremistas, debemos abogar por la moderación y el respeto mutuo. Eduardo Verástegui y aquellos como él deben comprender que la verdadera libertad de pensamiento y el pensamiento crítico implican la apertura a la diversidad de ideas y la tolerancia hacia aquellos que piensan de manera diferente.
El llamado a la justicia por la muerte de un promotor, como en el caso de Verástegui, o los mensajes de odio de figuras locales como Diego Loza, no contribuyen a un diálogo constructivo. Los mexicanos no somos ciegos a las manipulaciones que buscan aprovecharse de nuestras creencias y necesidades. Somos una sociedad pensante que valora la libertad de pensamiento.
La colecta de firmas para respaldar la campaña de Verástegui ha resultado infructuosa, evidenciando que la población no respalda posturas extremas. En medio de la polarización, la sociedad mexicana sigue abrazando el pensamiento crítico y rechazando la intolerancia. Que este sea un recordatorio de que la verdadera fuerza de un país reside en su capacidad para unirse en la diversidad y no en la polarización que solo conduce al odio.
