Siempre la placita, o el parque, o la glorieta, nunca como la Plaza de la Amistad, el nombre real de uno de los parques más viejos de la ciudad, en una de las colonias longevas del municipio. El parque que según una la placa que durante años estuvo al pie de la imitación de la Torre de Babel, decía que fue inaugurada en tal año, pero inició su construcción en 1983, cuando gobernaba el profesor Mario Pérez Zermeño, primer alcalde emanado de Acción Nacional.
Recuerdo los inicios, es vago, como un sueño, un montón de tierra dentro de un circulo. Luego los trabajadores poniendo el adoquín. Para lograr lo que un día el parque más bonito de la ciudad. Tenía un pasto envidiable.
Ya no es lo que fue hace más de treinta años. Ahora luce abandonado, olvidado por los vecinos y visitantes, por las autoridades que por años solo le han hecho remiendos.
En los noventa llegaban niños y adolescentes de otras colonias a ponerse como reto subir la torre. Queda el recuerdo de cuando dejábamos sola la glorieta, poco antes de las nueve de la noche para ir a casa corriendo a ver María Mercedes, la novela estelar del Canal de las Estrellas.
El Güero, el de Alicia era el jardinero, él se encargaba de que el pasto, los rosales, los árboles y arbustos lucieran impecables. Pobre de aquel que se atreviera a subir al pasto; “bájense cabrones, ahí viene la perrera”, gritaba a todo pulmón el empleado del municipio.
La fuente que pocas veces tiro agua nunca tuvo un chorro espectacular. Cables de alta tensión pasaban a un costado, alguna vez uno de los del barrio sufrió una descarga eléctrica cuando en su valentía intentó trepar hasta la cúspide. Esa torre que ya en sus tiempos de decadencia fue bautizada como «la torre de las crayolas», había sido pintada de varios colores por el gobierno en turno. Ahora el grafiti de Toño y Drugs son sus adornos.
El espacio era del barrio, de los de “Las colo”, igual que las mujeres, en ese entonces algunos de la colonia decían: “Las morras de Las colonias, son pa´los batos de las Colonias”.
Sin celulares, Jugar a las escondidas, uno uno por mulo, chichirilegua, la soga, el changai, pintar en el piso STOP declarándole la guerra no solo a otros países sino a estados de nuestra propia república. Correr jugando los encantados o la traes, puente robado, el manazo, pintar pozos y cárceles en la bardas o machuelos para jugar a una especie de Serpientes y Escaleras.
Pegarse al poste de la lámpara de enfrente de la tienda de con doña Margarita, mejor si el pasto estaba mojado, una pequeña culebra humana, todos tomados de las manos para sentir correr por los brazos las pequeñas descargas eléctricas.
Pelearse en el pasto a la salida de la escuela Francisco Villa “La Panchito”, en el césped para que no doliera la caída; enfrentarse al enemigo para refrendar el honor perdido en clases o en el recreo.
El inicio del tiempo de aguas juntar chicatanas y escarabajos para echárselos a alguien por la espalda, en la blusa o la playera.
Los niños y adolescentes contaban historias de fantasmas y aparecidos. Comentaban lo que se vio y escuchó en la tele, El chupacabras o sobre el fin del mundo que llegaría en el 2000. Mientras los que ya estaban “noviando” buscaban el lugar más oscuro.
La plaza con bancas de cemento, dos por cada una de las cuatro calles que llevan al centro, a la torre que hace muchos años dejó de ser fuente.
El espacio de las kermeses cuyo objetivo era recabar fondos para el templo del Sagrado Corazón, con las enchiladas que hacían doña Esperanza ,doña Tere y doña Lupe. “El huesos” el de don Gómez poniendo la música de sus casetes. El registro civil y la tómbola, el pozole y los tamales, el refresco en bolsita, la música en vivo cuando había dinero, en ese entonces juegos pirotécnicos nunca.
Mis padres vendiendo tacos de hígado, chanfaina y papas con chorizo frente al parque, yo viendo jugar a mis amigos, mientras iba por comprar refrescos de medio litro en la Coleman Personal 8 de tapa roja que mi hermana había traído del Norte, solo cabían ocho refrescos, Coca-colas, Fantas y Sprites, para bajar el taco al cliente.
Poco queda, solo los recuerdos de los que habitamos el barrio, de los que se fueron antes, de los que siguen en la colonia. El parque de la colonia de nombres prehispánicos con una López Mateos dividiéndola. La placita, el parque, la glorieta, La Plaza de la Amistad que ya no es como antes.