Por: Martín Reynoso Torres
Desde mi adolescencia, hubo un pensamiento profundo que me aterró desde entonces, la idea era, “nadie nos recordará en cien años”. Esa idea tan devastadora y absurda, compete a todos, no solo aquellos quienes invierten sus existencias en el proyecto por la trascendencia o por el sueño de cambiar al mundo, sino a todos quienes se encuentren vivos y que, además, se encuentren conscientes de su muerte inevitable. Está desbordada premisa existencial, que pareciera a todas luces no poderse rebatir, se vio afectada en mi experiencia al conocer a un gran amigo ingeniero.
Este hombre, hijo de inmigrantes veracruzanos, tiene en su linaje la herencia de uno de los más grandes ingenieros de la historia reciente del estado de Veracruz, a saber, su bisabuelo, Don Luis G Rendón. Su bisabuelo, un hombre que logro trascender, quizás no tanto por su palabra, sino por su legado profesional, por su maestría en la dirección de grandes obras y por su capacidad política que lo llevó a concretar grandes labores de la mano de los gobernantes de aquellas tierras. Sus construcciones, entre las que se encuentran: Plantas hidroeléctricas, líneas de conducción, obras de irrigación, canales, compuertas, bordos, puentes, muelles, escolleras, ferrocarriles, autovías, talleres de reparación, acueductos, carreteras, viaductos, edificios públicos clásicos (la antigua rectoría de la Universidad Veracruzana y el segundo piso de la Escuela Preparatoria Juárez), y un sin número de obras, que sirvieron de trazo y dieron vida al estado de Veracruz y que ligaron íntimamente al ingeniero con la ciudad de Xalapa . Estas hazañas, que hoy llegan a nosotros como reverberaciones de un pasado profundo, son la huella de un hombre que en algún momento pisó fuerte esta tierra, tanto que hoy no nos alcanzan los pies para repetir sus marcas.
Hoy somos testigos de tiempos importantes, y antes que poner los ojos en el cielo sobre un futuro incierto y con los ánimos pasionales por trascender, la mirada atenta y serena tiene que estar en este presente complejo y como siempre difícil. Así, las dinámicas sociales y públicas que afectan a nuestro país no son ajenas a la política local, hoy más que nunca es preciso estar atentos, informados, actualizados y prestos a la proyección de nuevas soluciones para las dificultades que hoy nos sobrevienen. En este sentido, mientras la oposición nacional se resquebraja por las propias contradicciones ideológicas y la desesperada búsqueda de poder, los restos de lo que queda del PRI, PAN y PRD navegan como un navío sin velas, hacia donde los lleve la corriente y sin rumbo. Mientras tanto y para su beneplácito, el partido en el gobierno MORENA, con miradas a conseguir la hegemonía pública, cose con el hilo del poder, del clientelismo y de la influencia, un mazacote de órganos, partes y pieles, en una suerte de Frankenstein, que será llevado a la vida, no por el golpe de un rayo de luz, sino por el visto bueno del presidente Obrador, inaugurando una nueva era de la política nacional.
Para nuestros tiempos, ya deberíamos de haber superado la tendencia a los artificios improvisados, en beneficio de estructuras trabajadas, ordenadas y justificadas dentro de los valores nacionales, de la búsqueda del bien común, el mejoramiento de la calidad de vida, el amor al pueblo y el compromiso con las generaciones futuras. Nuestro paso por el mundo es tan breve, que pudiera parecer increíble que la buena decisión de un conjunto de personas bien organizadas puede marcar para siempre el destino de las generaciones por venir.
[1] http://www.jornadaveracruz.com.mx/Post.aspx?id=130508_074859_487Atrás han quedado esos cuentos que se relataban los ilustrados, los marxistas, los ecologistas y todas las sectas que soñaban con salvar el mundo como si el destino humano fuera ser Superman en las visiones más cursis o Thanos para los más pesimistas. Si de algo podemos presumir en la actualidad, es de que somos más conscientes del relativamente poco impacto que tienen nuestras acciones por “CAMBIAR AL MUNDO”, y sí, de lo mucho que podemos hacer para destruirlo, para destruir nuestro hábitat, nuestro país, nuestro pueblo, nuestra ciudad. Nuestras esperanzas no se encuentran ya en futuros abstractos, de un mañana que nunca llegará, sino en la acción activa y actual sobre esos males que nos atañen hoy. Tal vez sea tiempo de volver a pensar el mundo y dejar la vieja tesis marxista sobre transformar el mundo. En nuestra ansiedad por transformar hemos creado un sin número de derivados minerales (principalmente del petróleo) que hoy se traducen en plásticos y micro-plásticos que invaden nuestros mares, ríos, campos de cultivo, e incluso envenenan nuestros cuerpos. También hemos inventado toda una red de burocracias herméticas, sistemas y métodos institucionales que resultan inaccesibles para millones de personas ya sea por la falta de acceso a ese tipo de educación hiper-especializada o por la falta de medios para comunicar las instituciones con las personas.
Hemos transformado el mundo para una minoría privilegiada colmada de lujos, placeres y confort. Minoría que no se tienta el corazón, ni el cerebro, para hablar de sustentabilidad o de derechos humanos aunque su forma de vida incluya actividades tan agresivas con el ambiente y tan indiferentes con la humanidad, como los viajes aéreos, el uso de prendas de vestir fabricadas con mano de obra explotada, la depredación de reservas naturales paradisíacas destinadas al turismo, el uso y abuso de drogas provenientes del narcotráfico y de actividades ilícitas, el estreno constante de todo tipo de electrodomésticos y celulares que tienen un altísimo impacto hídrico, y en general todo aquello que nos haga lucir sofisticados, exclusivos y lujosos, sin importar la depredación de ecosistemas, recursos, animales o personas.
Mientras tanto, el impacto social y ambiental de la gran mayoría de seres humanos, sigue siendo bajo. Los países más pobres y más poblados contaminan en mucho menor medida, mientras las minorías ricas hablan de reformas verdes y hablan de mecanismos de reducción poblacional. Por esto, ya no creemos en cambiar el mundo basados en una culpa o una carga moral hacia los individuos. El mundo ya está cambiado y las cosas parecen no ir como nos gustaría. Mientras los mismos viejos problemas (pobreza, desigualdad, crueldad) nos sigan acosando, no hay criterio de progreso, superación o avance que no pueda ser puesto en entredicho.
Y algo es cierto, el mundo no se puede quedar (ni se quedará) como se encuentra en estos momentos. Tampoco se piense que soy un conservador melancólico y angustiado con el presente. Hay demasiado por hacer como para destruir el presente en beneficio del pasado, pero algo es cierto, si aún salen los fantasmas de los viejos problemas del armario los tenemos que atrapar con las nuevas armas y atacarlos con las nuevas herramientas del presente. Dentro de las dinámicas de las pérdidas identitarias, las grandes migraciones, el auge y pérdida de nacionalismos, la nueva revolución capitalista, la invasión totalitaria de la era digital en todas las áreas de la vida, tenemos que actuar. No es necesario inventar el hilo negro, que ya se inventó, solo nos queda saber usarlo y saber emplearlo en todas las situaciones de nuestra vida. Hoy tenemos al alcance todos los avances [1] Tesis XI de Marx sobre Feuerbach tecnológicos y dispositivos que ni nuestros bisabuelos alguna vez soñaron y con todo, sentimos que estamos en uno de los momentos más sensibles de la permanencia de la humanidad como especie.
Así mismo, si no seremos los inventores del hilo negro, tampoco seremos los inventores de la política. Si a la distancia se divisa el engendro de los mil remiendos alzándose sin ningún rival, bien haríamos en nosotros mismos cuidar nuestra tierra y nuestra empresa. Nuevos tiempos es lo que vivimos, de incertidumbre política y de especulación económica. No deberíamos de flaquear parapetados desde nuestras trincheras, no dejemos que lo nuestro, nuestra tierra, nuestra gente, nuestra forma de vida, sucumban, sino que ahora sí se actualicen y se transformen. Es preciso estar al tamaño de los desafíos que enfrentamos.
Nuestra oportunidad de trascender no es inventando, ni transformando, pues no hay nada nuevo bajo el sol. Si la suerte (vida) nos presenta la oportunidad, entonces que trascendamos por acciones que marquen un precedente sobre el buen actuar en nuestra tierra y que el ejemplo inspire generaciones, así como a esta generación nos inspiraron otros. La puerta de la tentación, el vicio y la corrupción siempre se encuentra entreabierta, no la abramos nunca. Es más lo que podemos perder por amor a los placeres efímeros, que lo que podamos heredar de armonía, amor y estabilidad a las generaciones inmediatas futuras.
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[1] Eclesiastés 1:9
[1] Agradezco particularmente al Ing Enrique Rendón por presentarme mediante relatos, la historia de su bisabuelo, el Ing. Luis G Rendón.