sábado , 23 noviembre 2024

Y ahora ¿por qué Foucault? | OPINIÓN

Por Martín RT | @SrMartinRT

Michel Foucault fue un filósofo francés del siglo pasado, famoso y celebre, entre otras cosas, por su frase “el hombre ha muerto” (Las palabras y las cosas). En vida fue un personaje atravesado por todos los sucesos políticos y filosóficos que impactaron el siglo pasado. Nacido el 15 de Octubre de 1926 en Poitiers y fallecido en París el 25 de junio de 1984, vivió tiempos interesantes para el pensamiento y para el futuro del mundo como lo conocemos. Primero la segunda guerra mundial, luego la ola marxista impulsada por los “Maos”, los eventos del 68, la hegemonía de Heidegger en el pensamiento europeo, el ascenso y consolidación de la URSS, los esfuerzos hechos por distintos filósofos por reconciliar el pensamiento de Nietzsche con el de Marx y, sobre todo, el haber vivido ese difícil camino posterior a la segunda guerra mundial, donde como dijera Theodor Adorno “Escribir poesía después de Auschwitz es un acto de barbarie”.

En este entorno, donde todos los dioses parecían desaparecer en el ocaso, un joven Foucault repensaría el mundo a su estilo y a su capacidad. Hablar del filósofo francés siempre ha sido un reto para mí, pues nunca se sabe de bien a bien, “de que va”. A primera vista podemos perdernos en su estilo retórico y casi poético, o quizás vernos persuadidos por su fijación con el poder, pero me parece que, si bien la primera es una característica sin la que no se puede entender a Foucault, reducirlo a un pensador del poder tampoco es hacerle justicia.

Hacer una lista a propósito de los temas que trató durante su vida, me parece ocioso, pues como todo buen intelectual, habló o escribió a propósito de prácticamente todo lo que se puede hablar en filosofía, pero no eran los temas que trataba los que lo hicieron relevante, sino su estilo. Si lo incluyéramos en la distinción que hace Rorty de la filosofía sistemática y edificante, sin duda alguna Foucault sería un filósofo edificante, a saber, “Los grandes filósofos sistemáticos son constructivo y dan argumentos. Los grandes filósofos edificantes son reactivos y presentan sátiras, parodias, aforismos.” (La filosofía y el espejo de la naturaleza)

Así pues, intentar explicar a Foucault y sobre todo entender la relevancia de las recientes acusaciones salidas a la luz hoy en día, solo tiene importancia porque a mi ver, no se le ha querido entender con la misma frialdad y sátira con la que el escritor francés escribió. Para ejemplo un botón, y en mi opinión, el mejor texto para entender la actitud con la que el francés se enfrentó a la vida y al pensamiento en general, es el famoso Was ist Aufklärung? (¿Qué es la Ilustración? Un texto que nos recuerda el texto homónimo de Kant)

¿Por qué tanto interés en este brevísimo texto de Foucault cuando tiene tantos libros, ensayos y cursos dictados y publicados en tantos sitios? Por la sencilla razón de que revela un problema de la filosofía y de la cultura, y la actitud con la que el francés le hizo frente. El problema del humanismo como fundamento del pensamiento y de la cultura, y la imposibilidad de salir de ahí. La ilustración (Aufklärung) representó el cambio de paradigma de Dios como fundamento de la verdad, al hombre como capaz de pensarse por sí mismo y tomar las riendas de su vida, lejos de la autoridad y del dictado despótico de un Dios omnisciente. Para el hombre medieval, no existía la posibilidad de ser libre y algún día pasar de ser un labriego para convertirse en archiduque o príncipe, esos eran cuentos de hadas y ensueños que servían para apaciguar la frustración de los oprimidos. Pero la ilustración le dio al hombre la posibilidad de afirmarse a sí mismo, de pensar por sí mismo. Kant diría Sapere aude ese es el lema de la ilustración, lo cual podría traducirse como “atrévete a pensar por ti mismo”.

Frente a esto, Foucault nos expone la cuestión, la misma que Nietzsche y Adorno detestaron. La ilustración nos dio posibilidad, pues nos hizo libres para pensar, pero al mismo tiempo reforzó los métodos de control y dominación. Para ejemplo, el mismo celular que seguramente tienes en la mano en este momento. El pensamiento nos trajo celulares, pero también espionaje y una mayor intromisión en nuestras vidas privadas. Aumentó el control sobre nuestras vidas y sobre nuestras convicciones morales, pero también tenemos un mayor acceso a la información y a la ciencia. Lo positivo o negativo que pueda haber en la ilustración es irrelevante para Foucault, la cuestión es que seguimos siendo herederos de ese mismo estilo de pensamiento, que nos amarra y nos libera. Frente a esto, Foucault no es ni optimista, ni pesimista, sino todo lo contrario, simplemente muestra, como siempre, que la cuestión simplemente no tiene mucho sentido. El problema no es nada más que la ilustración se convirtió en un proyecto paradójico, sino que tampoco es un proyecto en sí mismo. Al final del texto, Foucault propone, pero sin mucha esperanza ni convicción, lo que él llama, la ontología critica de nosotros mismos, que, ante todo, y antes que una teoría, es una actitud, un ethos.

Esta actitud, que no es solo la constante revisión y reconstrucción de sí mismo, sino que también se irá desarrollando en una constante deconstrucción de los términos, categorías y palabras que usamos a diario y que nos constituyen, será el estilo que constituirá el futuro de la filosofía continental en lo que definimos como posmodernidad. En adelante, el uso de una retórica casi poética y el análisis histórico de los términos con la finalidad de que pierdan todo sentido, en lo que se llamará deconstrucción, pero que en Foucault se llamaba arqueología o genealogía, será el estilo adoptado por la academia.

Todo aquello sobre lo que Foucault se interesaba, aplicaba su “método”, ya fuera arqueológico o genealógico, el sentido consistía en hacer un estudio histórico y mostrar como las cosas de fondo no parecían tener mucho sentido y que lo que se hacía en pro o en contra de tales asuntos era simplemente arbitrario. Lo mismo con la locura, la medicina, el gobierno, el lenguaje o la sexualidad.

Y en esta última palabra quisiera detenerme, pues hoy se hacen acusaciones en contra de Foucault a propósito de su presunta pedofilia, la cual no me impresiona en caso de que sea verdad o mentira. Al final de su vida, sus investigaciones fueron sobre la sexualidad, el gobierno y la ética en la antigua Grecia. En aquel mundo, hoy tan ajeno para nosotros, la homosexualidad, digámoslo así “no existía”. La homosexualidad existe para nosotros los modernos occidentales del siglo XXI, pero en la antigua Grecia, el ser un amante o tener un amado era de vital importancia para el funcionamiento de la ciudad. Tomemos en cuenta que no cualquiera era un ciudadano griego, había que cumplir ciertos requisitos, y por ser un ciudadano se gozaba, por decirlo de alguna manera, de cierto estatus. Las mujeres, los extranjeros, los comerciantes, los niños y los esclavos, aunque hubieran nacido en Grecia no eran ciudadanos. El ciudadano se dedicaba a los asuntos públicos, es decir, de la polis, y es en ese mundillo de ciudadanos, adolescentes, jóvenes, adultos y viejos, donde el amor entre hombres tenía un alto valor. El amor entre hombres maduros y muchachos, más que una perversión, como la podríamos entender hasta hace unos años, era un acto de algo más alto, incluso por lo que podrías morir; recordemos que los griegos eran grandes guerreros, incluso en el Banquete de Platón se habla de que un ejército de amantes y amados sería invencible. El ser un amado o un amante, no solo tenía el carácter de protección, sino que también era una instrucción. Las relaciones se daban por lo general entre un hombre mayor y uno más joven. El mayor otorgaba la sabiduría, la protección, el cariño, los contactos políticos, el arte de la guerra, la economía o lo que fuera que poseyera, el joven era honrado con esta educación y era presentado públicamente como el amado de tal o cual hombre. Recordemos que estas relaciones no eran para todos, sino únicamente para los ciudadanos, para los hombres que llevaban sobre sus hombros la política y las decisiones importantes de la ciudad. Se podría hablar largo y extenso de este tema, del cual Foucault publicó dos libros (Historia de la sexualidad Volumen I y Volumen II), dictó al menos dos cursos (El Gobierno de Sí y de los Otros y El Coraje por la Verdad) y dio algunas conferencias y entrevistas.

Y entonces, ¿ahora porqué Foucault? Dicho todo lo anterior, este texto no pretende ser una apología de la pedofilia o de la actitud anarquista que parece dominar en el lenguaje y en el pensamiento occidental hoy en día. Para entender a Foucault es necesario leerlo y entenderlo en extenso en sus influencias y en el ambiente que dio lugar a que se convirtiera en uno de los pensadores más importantes del siglo pasado y de la contemporaneidad. Si fue un abusador o no lo fue, es algo, que al menos con la unidad de su pensamiento, puede ser igualmente coherente o no, aunque si nos ceñimos al rumbo de sus últimas investigaciones, está por demás anunciado que solo era cuestión de tiempo para que se descubriera un acto de esta índole.

Para concluir, dos cosas. En primera, Foucault también escribió alguna vez un texto llamado ¿Qué es un autor? Donde nos hablaba de como los textos tienden a perderse en la autoría y como un autor, no se puede identificar totalmente con su obra, dicho en otras palabras, no siempre eres lo que haces o lo que escribes. Con lo cual es comprensible, no porque escribas acerca de asesinatos eres un asesino.

En segunda, la importancia de que Foucault sea hoy visto como un pedófilo, no es menor. Su pensamiento sigue siendo uno de los más importantes de la actualidad. La actitud de construcción constante de sí mismo y del análisis histórico para mostrar los aspectos irracionales o arbitrarios de la cuestión, en lo que llamamos deconstrucción, inspiró a grandes Intelectuales como Derrida o Judith Butler. Esperemos que los detestables actos de Foucault, no hagan que sus importantes aportaciones a la filosofía se vean empañadas, pues, aunque podamos pensar que nada hubo de bueno en un filósofo que solo buscaba la ironía, lo cierto es que respondió a un sentimiento de decepción y de angustia generalizada en su época. La posibilidad de pensar distinto, está en que primero muera lo que ya estaba hecho. Si hoy en día nos topamos con una actitud generalizada de rechazo al lenguaje, de repudio a las categorías y de una actitud de destrucción sin propuestas, bien podemos acusar a Foucault al respecto, pero también recordemos que toda juventud tiene que rechazar el pasado para crear su propia historia.

Martín Reynoso es ingeniero civil por la Universidad de Guadalajara y maestrante en la Maestría en Filosofía y Ciencias Sociales por el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Occidente (ITESO). 
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