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Por: Martín RT
Creo fervientemente que no estamos lejos de una guerra civil. Todas las instituciones (las públicas e incluso algunas privadas) se encuentran decrépitas y revueltas dentro del flujo incesante de personajes y servidores avaros y deseosos de dinero y poder. Lo que en algún momento López Obrador llamó «La Mafia del Poder», es decir esa alianza tras bambalinas del PRIANRD con ciertos grupos empresariales, hoy es renombrada por Quadri en lo que hoy se le conoce como el TUMOR, liderada por un personaje siniestro, de nombre Claudio X González.
Al interior de prácticamente cualquier institución pública que tenga un buen presupuesto, circulan servidores públicos por las pugnas internas y las luchas intestinas de poder. Sea la institución que fuere, el carrusel incesante, pone a uno y a otro, chile mole y pozole, a cual más, lo importante es como en los viejos tiempos del PRI, vivir del erario. Ahí sí, personajes de todos los partidos, de todas las corrientes, de todos los caciques, simpatizantes de todos los movimientos, se dan cita para repartir el pastel. Ahora entendemos porque el mediocre desempeño frente a la pandemia, que es culpa del presidente de la república, pero no solo de él.
Ante la incertidumbre, el miedo y una guerra institucional que no se atreve a decir su nombre, las posiciones políticas se radicalizan y las estrategias se vuelven relativas, en otras palabras, todo se convierte en un sálvese el que pueda, sin importar a quién se pisotee o a quién se traicione.
Sin un poder institucional consolidado, ningún partido, salvo el del presidente, cuenta con la cohesión suficiente para representar una verdadera oposición, salvo algunas resistencias locales, para ejemplo la zona de los Altos, típicamente panista y fervorosamente antiobradorista, y también el estado de Jalisco gobernado por un partido débil pero con un líder hábil, que ha logrado consolidar su poder en todo el estado.
Con todo, la moneda está en el aire, y los votos están en juego ¿Quiénes serán los ganadores? Si nos encaminamos a una guerra pírrica, ningún bando saldrá bien librado, pero si nos guiamos por la lógica y hacemos un análisis superficial de la situación podemos hacer las siguientes inferencias.
El PAN se encuentra dividido desde múltiples flancos, existen los calderonistas, los maderistas, los nostálgicos fieles a Ceballos, los grupos renuentes (que no son pocos), los molestos con los pactos del TUMOR, los vividores de siempre, los que siguen con Anaya y así un largo etcétera que se extiende y se recorta dependiendo del lugar del que estemos hablando.
El PRI con una base dispersa y fragmentada, y una cúpula que ya se encuentra muy lejos de los generales de la revolución o de los tecnócratas del salinismo, se ha convertido en la plataforma que sigue dando de comer a los mirreyes del grupo Atlacomulco y a uno que otro líder sindical. Pero por lo demás, los síntomas son los de una gallina que se le cortó la cabeza, porque todavía da patadas pero solo hasta que se pierda toda su sangre.
Del PRD ni siquiera sería bueno hablar, que fue un partido que firmó su sentencia de muerte con el Pacto Por México, cuando personajes fundadores como Cuauhtémoc Cárdenas o Muñoz Ledo abandonaron el partido, ya por no hablar de la salida de López Obrador.
El resto de partidos que trabajan como satélites de otros partidos más grandes o que son el negocio de algún jerarca sindical, no representan nada importante, salvo algún líder local que logre rescatar un proyecto que lo ponga en el mapa como lo es el caso de Movimiento Ciudadano en Jalisco.
En contraparte tenemos al partido en el poder, que de momento es el rival a vencer, sin embargo, a pesar de que cuenta con los recursos para hacer grandes campañas electorales y arrasar como lo hizo en las elecciones pasadas, el partido de MORENA se enfrenta a dos desafíos básicos. El primero es que la clase media, que fue quien le dio aquel triunfo aplastante a Obrador en las elecciones pasadas, en este momento se encuentra dudoso, pues las acciones del ejecutivo no han beneficiado en absoluto al emprendedor, al joven egresado de la universidad o al pequeño empresario, sino todo lo contrario. El presidente se ha concentrado en mimar y proteger a su base electoral, sin embargo, ha olvidado que el voto que le dio la hegemonía (la clase media) hoy no se siente representada por su imagen, sino lo contrario, se siente traicionada y defraudada. Lo segundo es que dentro de MORENA existen básicamente dos grupos, el primero es el equipo compacto, cercano al presidente y compuesto por todos esos personajes, que más o menos han sido conocidos a lo largo de su mandato. En su mayoría, este grupo se encuentra constituido por funcionarios dedicados al servicio público. Por otro lado existe esa jungla llamada MORENA donde habitan todos los personajes, de todas las convicciones, de todos los partidos políticos, de todas las capacidades y de todos los orígenes, quienes solo fueron a refugiarse al partido ganador para no dejar de vivir del erario. Al mero estilo priísta, recordemos que vivir fuera del presupuesto es vivir en el error.
El panorama es desalentador y fragmentado; y los personajes involucrados en el asunto público apenas tienen tiempo para defender su postura cuando ya tienen encima otro montón de ataques. La política es la guerra por otros medios, o quizás sea al revés, primero sea la política y cuando falla lo que tenemos sea la guerra. Cual antecede a cual es asunto que nos daría para escribir libros y dar cursos, tal como lo hizo Foucault en el siglo pasado. De momento las propuestas han quedado guardadas, pues ni siquiera hay tiempo para formularlas, lo importante es atacar al de enfrente antes que me ataque él a mí. La histeria a tomado la imaginación de todos los actores políticos y ya no hay nadie en quién confiar, de tal suerte que si no eres mi amigo, eres mi enemigo.
