Bernardeth Esquivias
(A mis amigos por ser mi alegría e inspiración, éramos cinco, hoy somos quince, gracias Zukhunemas)
Manuel esperaba afuera de su casa a que llegaran sus compañeros, seis hombres y tres mujeres que junto con él formaban el equipo de trabajo de la clase de Biología. Tendrían que entregar esa tarea antes del 30 de noviembre del 2017 como derecho a examen, todos cursaban el tercer semestre en la Preparatoria Regional de Tepatitlán y ese fin de semana estaban planeando ir a hacer trabajo de campo de la materia a la finca que los padres de Manuel tenían en el rancho El Fresnillo en las cercanías de Arandas.
Esta reunión no sería diferente a las anteriores, donde el pretexto de hacer labores escolares era una oportunidad más de compartir todo tipo de aventuras de acuerdo a las edades de los estudiantes. Sería menester coordinarse para aprovisionarse de lo necesario para la estancia en el campo, desde una semana antes comenzaron los preparativos. Linternas, cerillos, almohadas, bolsas de dormir, una hielera con carne para asar, carbón, y alcohol, mucho alcohol; entre otras cosas.
—¿Qué pedo con estos papus? Ya debieran estar aquí — mascullaba impaciente Manuel — si mi jefe ve el pisto en el Vocho no me la ando acabando.
Habían quedado de verse a las dos de la tarde, transcurrían los minutos después de la hora pactada y no aparecían los compañeros del muchacho, quien ya empezaba a dar muestras de la impaciencia que solía presentarse en él cuando alguna circunstancia no le era favorable.
—Ojalá las elfas no se aprieten el calzón y por andar de quedantes nos abran — se decía el muchacho— neta que la pusimos en el equipo pa’ que nos hagan el paro con el trabajo y frieguen los trastes.
En ese momento, calle abajo, Manuel divisó las siluetas de dos de sus condiscípulos, eran Adrián y Alan, el primero caminaba con dificultad cargando una mochila voluminosa y el segundo arrastrando una bicicleta en la que, colgando de los manubrios, traía una bolsa negra de regular tamaño.
—¡¡¡Ehhh putos!!! No mamen, ya van a ser las tres y no llega nadie — les gritó Manuel en cuanto los muchachos estuvieron cerca.
—Qué onda wee ¿listo para la acampeda? — preguntó Adrián mientras apresuradamente descolgaba la bolsa negra de su bicicleta y se la amarraba a una de las presillas de su roído pantalón de mezclilla.
—¿Qué pex con ustedes? Ya ni la chingan, neta que si no llegan lo demás en diez minutos nomás nos vamos los que estemos — le dijo Manuel visiblemente contrariado.
—Cálmate wey, mejor dime si puedo dejar mi baica aquí en tu house — inquirió Adrián.
—Amárrala debajo de la escalera, mi jefe no creo que la haga de pedo y mis sisternas menos, nomás ponle cadena porque en el barrio está cabrona la maña.
—Arre pues — contestó Adrián mientras se dirigía al interior de la casa a dejar asegurado su medio de transporte.
—¡¡¡Wey, no mames, esta madre se va a descontrolar!!! — vociferaba Julio — ya compré unos pomos y descargué unas rolas pa’ aullar a gusto cuando la hora sad se ponga cabrona.
—Ya pues putete, sube los pomos al Vocho, no mames wee, esta noche se va a armar cabrón y más si nos tomamos los dos garrafones de Tonayan y yo aparte compré cinco sixs de birrias, ora si se va a prender el cerro — le dijo en voz baja Manuel.
—¿Qué pasó mi negro?, ¿qué transa?, ¿no se te olvidó algo en tu casa o qué pedo? Ya sé, no me digas, lo único que te faltó fue tu jefa — expresó Julio al ver la cajuela del Volkswagen rebosando de utensilios.
—Si pendejo, como ayer no me faltó la tuya.
—Bueno, ya estuvo bro, no te prendas, es nomás pura carrilla.
—Si wey, no hay pedo, acaba de acomodar y vámonos a la verga, yo creo que ya no va a llegar ninguno, pinches mal quedados, ya van a ser las cinco y ni un Whatss ni nada, putitos de mierda. Vámonos antes de que llegue mi jefe del jale y se raje de prestarme el Vocho ¡!!Fuga puñetas!!!
—¡¡¡Arre!!!— dijeron los tres muchachos al unísono.
Subieron al auto y se encaminaron hacia la salida de la ciudad por la colonia Españita, antes de tomar la carretera llegaron a cargar gasolina, en realidad pocos litros de combustible pues su presupuesto había ya sido mermado con la compra de las bebidas alcohólicas y la carne. Con el escaso carburante en el tanque y la adrenalina a flor de piel siguieron su trayecto entre pláticas, bromas y uno que otro puyazo lingüístico propio de su adolescencia. La falta de pericia junto con la inmadurez del osado piloto hizo que a la altura de una pronunciada curva en Los Sauces casi tuvieran una volcadura, una maniobra acertada y las manos de los tres mozalbetes sobre el volante lograron darle estabilidad al endeble vehículo.
Pasado el susto prosiguieron a su destino, al que llegaron ya cuando el sol comenzaba a ocultarse y hambrientos como estaban a esa hora comenzaron a bajar las cosas del auto y acomodar cada una en su lugar. Alan, que era el más pragmático, les indicó que él se haría cargo de encender el carbón y fue en busca del combustible internándose en la finca rural, en ese momento Manuel reparó en la misteriosa bolsa negra de plástico que traía amarrada en una presilla del pantalón Adrián.
—¡¡¡Ehhh mamilas!!!,¿qué traes allí?, ¿es tu pañalera que te preparó tu mami?— le dijo con sorna Manuel.
—¡ A huevo! — le contestó Adrián — ya ves que necesito chupón cuando me junto contigo porque con tu alucín de que tu vieja no te hace caso me haces chillar un chingo.
—Mi Diana la neta, me gusta un chingamadral esa elfa, me la paso estalkeando su Insta pero no me pela, yo creo que ya me dejó en la friendzone.
—Lo más pro de no tener vieja es que te puedes poner hasta el queque y ni quien te pendejee.
—¡No mames! Ya como tú no pasas de tener crush.
Terminaron de bajar las cosas del carro cuando apareció Alan para proponerles una visita a una casa contigua que estaba abandonada y a punto de caer y de la que se decía por los alrededores que estaba embrujada — a que se cagan de ir a la casa embrujada, dicen que allí se escuchan alaridos bien machines en noches de luna llena— para convencerlos, les propuso que serían unos minutos sólo mientras el carbón acabara de encender y que se llevarían la mochila con las bebidas para tomarse unos tragos para darse valor.
El reto fue tomado y los tres muchachos caminaron los cien pasos que separaban las fincas, antes de entrar a la vivienda, cada uno de ellos bebió una cerveza y una cantidad de tequila equivalente al contenido de la lata de la misma, una vez dentro agudizaron sus sentidos. Sentían un gran miedo, pero ninguno de ellos deseaba que los otros dos lo notaran, así que decidieron instalarse en lo que parecía que había sido la sala, donde polvo, telarañas, ratas, cucarachas y pedazos de sillas se confundían entre sí. Decidieron que era tiempo de la segunda ronda de bebidas, de igual manera, primero se tomaron una cerveza y en el mismo recipiente se sirvieron tequila.
—¡¡¡Ehh culeros!! Hay que contar historias de terror — sugirió Manuel.
—2.0 — dijo Alan.
—X2 — terció Adrián — pero antes propongo otro pisto y unas mamadas de mi chupón.
Ante la mirada desconcertada de los dos muchachos, Adrián comenzó a abrir su misteriosa bolsa negra, de ella sacó dos paquetes de un pan de apariencia obscura, abrió uno de ellos y los chicos supieron en ese instante que se trataba de panecillos hechos de mariguana.
—No mamen, ¿a poco nunca había visto unos brownies con weed? La neta del planeta es lo mejor de la mota — les decía eufórico Adrián.
—¡¡No pinches mames!! Yo no le hago a esa putada — gritó alterado Manuel.
Alan sólo se concretó a guardar un incómodo silencio y servirles la tercera ronda de bebidas, aunque esta vez la ronda consistía en una cerveza por doble ración de tequila. Adrián se resignó al desaire y tomó un panecillo y lo comió lentamente. En unos minutos más, decidieron la cuarta ronda de bebidas, con lo que la sobriedad de los imberbes era algo impensable.
—¡¡¡Ehhh putos!! Ya tengo un chingo de hambre, dame un pinche brownie — pidió Manuel quien de un solo bocado engulló el panecillo — ¡no mames! qué chingón sabe, dame otro — después de comerse el segundo pan, Manuel se levantó tambaleante y arrebató de las manos de Adrián la segunda caja de bocadillos y sin chistar consumió las ocho piezas. Se comió un total de diez pastelillos de mariguana.
Llegó la quinta ronda y el primer garrafón vertió su última gota, los chicos seguían bebiendo y saboreando los panecillos. La mezcla o el exceso comenzaron a hacer efecto en los muchachos, no tanto en Adrián que era asiduo consumidor del enervante, aunque esta vez un súbito ataque de risa compulsiva lo hacía contorsionarse hasta orinarse en los pantalones. La respuesta al uso del producto horneado de cannabis por parte de Alan fue diferente aunque habían consumido la misma cantidad de bocadillos; cuatro cada uno.
—¡¡¡No mamen cabrones!!! Me robaron mi cartera, ¿dónde está mi cartera? ¡Si no me la dan los voy a agarrar a vergazos! — gritaba desaforado Alan mientras sostenía su propia cartera entre las manos.
La reacción de Manuel fue cambiante, primero permaneció sentado con la vista al techo mientras veía como las paredes se comprimían y se alargaban hasta hacerlo sentir que estaba en un punto lejano, luego lanzó una lata vacía hacia arriba y se quedó como idiotizado.
—¡¡Ey!!, ¿vieron cómo lancé una nave al espacio y regresó? ¡¡Esto es fantástico!! — la euforia hacía presa del muchacho — ¿escucharon eso? ¡¡Ya llegaron!! Creo que son alienígenas, viene por nosotros… nos abducirán ¡¡¡Ahh pero no me atraparán!!!, ¡¡¡yo soy Flash!!
El estado de inconsciencia del estudiante era patente, mientras los otros lo observaban con indiferencia, sumidos en su propio estado de inconsciencia también. De pronto Manuel comenzó a desnudarse y a correr por todos lados mientras recogía el recipiente donde estuvo el tequila que acababan de beber, y ponía su boca en el orificio de la enorme botella como aspirando el vacío de ésta.
—¡¡Hay que encuerarnos para que no nos reconozcan!! Sin ropa estaremos más ligeros para meternos a la cápsula del tiempo. ¡¡Córranle!!!, hay qué meternos rápido, yo primero, por aquí, por el túnel, síganme, no se vayan a perder, la cápsula tiene un letrero que dice “Tonayan” por afuera, el último cierra la escotilla.
Pasó un año después de esa aventura, nunca nadie supo más de Manuel. Adrián y Alan todavía conservan el envase vacío de la bebida alcohólica y en noches de luna llena juran ver a Manuel a través de “el pomo”.
Glosario
2.0 Apoyo a algo que se proponga
2X Segunda persona que apoya algo
A huevo Claro que si
Abran No participen
Acampeda Acampar y beber alcohol
Alucín Alucines
Aprieten el calzón No acepten
Arre pues Vamos pues
Baica Bicicleta
Bro Hermano, compañero
Brownies Panecillos
Carrilla Broma
Chingamadral Exageradamente
Crush Amor platónico transitorio
Elfas Chicas, mujeres
Estalkeando Ver el perfil en redes sociales
Frieguen los trastes Laven los utensilios de cocina
Friendzone Zona de amigos
Hagan el paro Hagan el favor
Hora sad Momento triste, melancólico
House Casa
Insta Red social Instagram
Jale Trabajo, empleo
Jefe Papá, padre
Lo más pro Lo mejor
Machines Experiencias fuertes
Maña Delincuencia
Neta La verdad
Papus Amigos
Pisto Bebida alcohólica
Pomos Botella con bebida alcohólica
Prendas Enojes
Qué pedo Qué pasa
Qué pex Qué pasa
Qué transa Qué haces
Quedantes Pretendientes
Raje Arrepienta
Se cagan No se atreven
Sisternas Hermanas
Six de birrias Paquete con seis piezas de cerveza
Vergazos Golpes
Vocho Volklswagen
Weed Mariguana
Whatss Mensajes de WhatsApp
Este texto pertenece al libro «El habla de los Altos de Jalisco» del Colectivo El Tintero