Por: Nelly González González
(A mi madre, Ma. del Carmen por inculcarme el amor a las letras. A Berenice, Nelly, Rocío, Rosendo, Janeth y Jazmín por su apoyo incondicional)
* * *
—¡Buenas tardes! — se oyó la voz distante de una mujer en la puerta — ¿se puede?
— ¡Pásale Meche! Te estábamos esperando, sólo falta que llegue Lola, no avisó si venía hoy — dijo Librada.
— A mí me dijo que si venía, aunque llegara un poco tarde — contestó Meche.
Amparo, se fijó cómo la recién llegada se limpiaba el lodo de las sandalias para no ensuciar el piso de piedra en el patio, se dio un descanso en su bordado, aspirando el aroma natural de las plantas a su alrededor. Era la hora de la cita de la convivencia. Ese día la reunión de amigas, vecinas todas de esta zona de Las Cruces de Abajo, que era donde estaba la casa de su tía Librada, le recordaba los tiempos pasados cuando se juntaba con la familia a disfrutar de los placeres de la convivencia, antes que se fueran a vivir al pueblo.
— Meche deja y te presento a mi sobrina Amparo, vivirá con nosotros por una larga temporada, acaba de salir de su estancia con las monjitas en la Casa de Ejercicios.
—Mucho gusto de conocerte, Amparo, tu tía nos ha hablado un poco de ti, yo me llamo Mercedes, pero tú dime Meche.
—Mucho gusto Meche —saludándola de mano.
— Si no es indiscreción preguntarte, ¿te saliste definitivamente o vas a regresar al convento?
—Me salí definitivamente, descubrí que no es mi vocación, el encierro y la forma de vivir de las monjas no me gustó.
—Sí, me imagino que es muy difícil, hay mucho silencio en ese lugar y eso a mí me pone los pelos de punta.
— A mí también — dando su opinión Enriqueta, que estaba sentada, junto a una maceta de begonias floreando. Le hicieron un espacio entre sus sillas y Meche al sentarse ésta, les comentó.
—Mujeres, traigo un embrollo y necesito de su consejo.
Dejando el costurero a un lado, comenzó a sacar su costura, se situaban bajo la sombra del tejabán sostenido por pilares de madera con suficiente sombra y luz natural para cubrirse mientras hacían sus manualidades.
— A ver, cuenta Meche, ¿qué tanto te aflige? — preguntó Enriqueta.
—Alguien me ha dicho que soy una mujer muy ocurrente y por lo mismo, que le voy a batallar para casarme, también, que dizque hay un dicho que dice “mujer dicharachera, poco casadera”, me dicen que no hable tanto que porque asusto a los hombres. Les pregunto a ustedes ¿Es malo hablar como yo hablo?
—Me dicen que así nunca voy a conseguir marido y pues con mis años cumplidos… ¡ pooss, pos no quiero quedarme para vestir santos!
—No sé de quién es el comentario, pero lo que importa es saber, ¿tú qué piensas de eso? — preguntó Librada.
— Pues tengo miedo porque voy que vuelo para quedarme de cotorra y a lo mejor ese es mi problema con los hombres, y todavía pior, sabemos que no hay mucho de donde escoger en estos lugares, casi todos buscan mujeres de pueblo.
—Perdón que me meta, yo creo que si eres alegre y tu forma de hablar es libre y sincera, no tienes nada que temer, quien te busque te va a querer así como eres, ni más ni menos, ¡no puedes ser quién no eres! No puedes cambiar sólo para complacer a unas gentes mal intencionadas o a un cristiano que te quiera para casorio — terció Amparo.
Librada retoma el hilo de la conversación —¡Amparo, le diste al clavo! —le señaló con la mano — es cierto lo que dices, nada debe temer Meche — sonrió apoyándola.
—Pos la verdad es que me asustaron, me dicen que “calladita me veo más bonita”, el problema es que yo me conozco y siempre hablo hasta por los codos ja,ja,ja — rieron todas.
— En todos los tiempos, siempre los comentarios o chismes llevan un valor y más aquí en Las Cruces de Abajo, pero tú debes comprender Meche, que donde otros opinan y deciden sobre la vida de los demás, no debe importarte; lo que si debes saber, es que depende de ti, si les aceptas sus ideas erróneas, porque casi siempre son fundadas solamente por el egoísmo y eres tú quien debe decidir, qué está bien, qué está mal y cuál es el camino a seguir — continuó Amparo mientras todas la miraron sorprendidas, como si se extrañaran de su punto de vista, lo que hizo que se quedara pensativa ante la disyuntiva de si lo que había expresado hubiese sido una opinión negativa, se volvió hacia su bordado, este era más fino y delicado, agradeció el haber aprendido este arte muy bien en las clases de bordado recibido de las monjas. Enseguida observó a su prima, seis años menor que ella, sentada junto a la única ventana del frente de la casa, justo a unos pasos donde los canarios y los cenzontles en sus jaulas embellecían con sus cánticos el espacio.
Sabía de la vida sencilla y protegida que llevaba, por ser la única hija mujer del matrimonio de sus tíos, esta, cosía en su bastidor su cuadro de punto de cruz un tanto sencillo pero que era acorde a su edad. No tenía novio, le comentó una noche antes, pero ella se daba cuenta que ya tenía pretendientes rodeando los alrededores, tenía 16 años cumplidos. Se quejó también, como toda chica casadera, la batalla que tenía con el celo paternal y de los hermanos mayores, que procuraban su respetuoso cuidado, “no sea que le llegue uno de a pie en vez de uno de a caballo” según le decían.
La misma historia vivida de ella, pero, la diferencia es que Conchita es más fuerte, más decidida, se siente valorizada, resultado del apoyo de sus padres. Un valor que ella no tenía hacía tres años, y como hija obediente que era aceptó el encierro, obligada por sus padres y abuelo, buscando todos que se olvidara de su amado Santiago, que siendo ingeniero de caminos nunca lo aceptaron, porque su trabajo era siempre estar lejos por largas temporadas, supervisando las cuadrillas de sus obreros y le inventaron tantas cosas para al final decirle — no es hombre que forme una familia y atienda el rancho, no es para ti, mejor te metes de monja — así se lo hicieron saber; y hoy sabe que fue solamente el egoísmo que los guio para tomar tal decisión.
Volviendo a la realidad, observó a su tía Librada, era una buena mujer, siempre positiva, muy abierta de pensamiento y que no tan fácil la convencían los argumentos infundados; por eso su ayuda fue fundamental para regresar a casa. Le gustaba hacer cojines de punto de cruz o juegos de servilletas con un muy variado muestrario, conseguido con los años de experiencia y algunas muestras más que le regaló Amparo del exclusivo arte de bordados de las monjas.
En cuanto a Enriqueta, era una mujer más voluminosa, su ropa estaba cubierta por un mandil que le cubría la mayor parte de su vestimenta y un rebozo al hombro, ayer la vio, traía otro vestido pero mismo delantal y rebozo. No tenía hijos todavía, a pesar que ya tenían algunos años de casada, según dijeron, ella también ejercía este oficio de la costura como distracción y para hacerse de algunos centavos y ayudar a su gasto corriente.
Sobre una mesita movible, estaba el costurero con tijeras e hilos y un vistoso radio de bulbos herencia de la abuela para Concha, el aparato de color café tenía dos botones, uno de encendido y otro para sintonizar las estacione de radio, lo cubría una pieza tejida en color beige. La muchacha tiene especial cuidado con el manejo del artefacto pues decía que era la única forma de entretenerse oyendo anuncios, avisos, noticias y música.
—Fíjate lo que me contó Lucía — comenta Enriqueta — que el día de ayer, vio a Josefa la viuda con don Leo Franco, el maestro albañil, que los vio apalabrarse unos momentos y luego se dirigieron los dos hacia la casa de ella ¡Metiéndose hasta la cocina! y por un buen rato ¿Ustedes creen?
— A lo mejor fue a componer algún desperfecto, no seas mal pensada Enriqueta.
—Pues… también Lucía me dijo: “el muerto al pozo y el vivo al gozo” ¡si su marido viviera…!
Conchita hizo como que no oyó nada, cuando volteó su mamá, atónita por lo que se estaba diciendo. Por la forma de hablar Enriqueta, notó que las oyentes ya sabían lo comunicativa que esta era, por eso le seguían la corriente, sin embargo, hoy estaba que no se aguantaba, ni se detuvo un poco la mujer de comer prójimo, porque continúo diciendo:
—Se dice que Josefa se pone muy emperifollada, que para conseguir el amor de don Franco. ¡Vete tú a saber que se traen estos dos, si apenas tiene año y medio de muerto el difunto Pedro, que en paz descanse! — se santiguaron todas.
—¿Por qué te contó eso Lucía? ¿Tanto coraje le tiene a Josefa? ¿Qué traerá contra ella? — preguntaba Meche.
—Porque si la Josefa supiera lo malora que es don Franco, créeme, que para ella se le pueden hacer de chivo los tamales. No creas, pobre de la Josefa y ni quien la ayude, porque nadie se atreve a decirle de la doble vida que lleva don Leo Franco alrededor de esta ranchería.
—Pos si verdad, ¡pobre mujer! Lo que pasa es que no se acostumbra a estar sola — dijo Enriqueta.
—¡Pero calla boca, les tengo otro borrego! Pero primero pásame la trenza… que esto se pone al rojo vivo.
—¡Hay mujer, quién te viera! — dijo la tía Librada pasándole los hilos de colores — usted tan modosita y que sepa tantas cosas, yo no sé cómo se entera pos nosotras sabemos que poco sale del zaguán de su casa — el comentario sonó como burla, pero esta no lo notó en su afán de contarles lo descubierto.
—¡Pues sepa la bola! pero mi viejo me platica cosas y creo que la gente me tiene mucha confianza, porque me cuenta sus vidas, aún cuando me paso todo el día trabajando.
Se hizo un silencio entre el grupo de mujeres; el cual se encargó de romper Librada, —¡súbele al radio m’hija, ya es hora de la novela! — apresuró la madre de Concha.
Amparo intuyó por el semblante que percibió en su tía que no quería seguir escuchando más de esa conversación. Conchita subió el volumen del aparato receptor
“Hoy 7 de agosto de 1958…(después…tin…tun…tan,ton). XEW Radio. La voz de la América Latina trasmitiendo desde la ciudad de México, con 300 Kilohertz. Les presentamos la historia del hombre que protegió al pobre y luchó contra la injusticia… En el papel de Chucho el Roto, el artista galán cantante cinematográfico Manuel López Ochoa y la primera actriz Amparo Garrido en el papel de Matilde de Frizac (momentos después, la radionovela empezó). Se oyó decir a Chucho el Roto “”¡Eso creen ustedes señores!, pues están muy equivocados, se van a quedar aquí por mucho tiempo (se oyeron empujones y chiflidos…) porque ahorita mismo le vamos a repartir todo lo que hay en la troje y en las bodegas de la casa grande, a la gente del campo””. ¡¡¡Si!!! (Gritaron los otros bandidos)”
—¡Eso mi Chucho, hombres como tú no hay dos! — gritó Meche. Nadie esperaba su reacción y se rieron. Siguieron escuchando la novela. En eso llegó doña Lola, se oyó gritarle a sus chiquillos ordenándoles que se fueran al establo de las vacas y no hicieran travesuras. Se acomodó apurada para oír mínimo en que se quedaba el capítulo de ese día, dejando su huella de lodo sin darse cuenta, ya una vez sentada no se movió, atenta para escuchar la trama, hasta que terminó la radionovela. Unos momentos después la voz del locutor entró nuevamente al aire.
“Ha llegado la hora del momento romántico del día, para que usted empiece a soñar con Juan García, el piano y su música inolvidable…”
Cuando empezó la música Concha bajó el volumen, luego junto con Amparo se dirigió a la cocina para traerles a las contertulias atole de arrocena caliente y galletas de animalitos.
—¿Gustan galletitas y un jarrito de arrocena para el frío?
Prosiguieron las mujeres dándose los tiempos para saborear y seguir con las puntadas de sus labores individuales.
— Qué bonita muestra, ¿dónde la conseguiste? — preguntó Meche a Amparo.
—De las monjas, tengo algunas y muy especiales, luego se las muestro y si alguna les gusta se las presto.
—Nos gustaría que nos enseñaras a bordar así…
—¿Vieron qué inocente es Matilde del Frizac? Cuando uno está empelotado no entiende consejos, ni aún de la gente que más nos quiere — acotó Enriqueta.
—Es cierto, la novela, si no fuera por estos momentos del día, sería muy aburrida nuestra vida en el rancho, porque nos deja todo un día esperando saber, que vaya a pasar en el próximo capítulo — comentó Lola.
—Por eso me apuré a llegar, antes del final, pero mis crías no caminaban rápido, se detenían a chapotear en los charcos de lodo.
—Pues a mí me encanta la voz de Chucho el Roto, ya quiero que se conozcan Matilde y él para que se olvide del interesado de Paquito, ese que me cae bien gordo — terció Concha.
—Ay m’hija, tú estás como Matilde, en la edad de las ilusiones y fantasías, todo es bello y hermoso a tus ojos — dijo Librada.
—Hay mamá, pues claro, yo creo en el amor, creo en que algún día voy a conocer un hombre de verdad, que me quiera, Dios me libre de uno como el tal Paquito.
—¿Ahora sí puedo contarles el chisme? — interrumpió Enriqueta.
—¿Cual chisme? — dijo Lola.
—De la hija de don Filomeno el de la tienda, que se la robaron el fin de la semana pasada ¿No se dieron cuenta?
—Se la llevó Nabor, el mediero de don Chuy, que dizque necesitaba quien le calentara las gordas, y como no tenía para el bodorrio, juntó a sus amigotes y se la robó cuando Rosa recogía y doblaba la ropa del tendedero cerca del riachuelo.
Se miraron, unas a otras, todas estaban en plena labor de bordado y oyendo lo que decía Enriqueta.
—Esas noticias se corren como pólvora y más en Las Cruces de Abajo, ya lo sabíamos — respondió Librada — pienso que debió hablar con el cura primero, para que los casara como Dios manda.
—¡Pa’ qué gastar dinero! Si a ella le gustaba mucho andar en el chincual y a él ni que se diga, su mismo abuelo dice que a Nabor le gusta mucho dar vuelo a la hilacha y como dicen por ahí, Dios los hace y ellos se juntan ¡Pues que se la averigüen, ya viven juntos!… de algo ha de servir, porque ese vaquetón ha de decir de aquí en adelante “esta noche cena Pancho”.
—Ay Quetita cómo es usted curriosa y mal pensada — rieron todas al tiempo de que le insinuaban con señas que tenía una lengua muy larga. Enriqueta entonces dio un giro a la conversación.
—A ver mujeres, ya hablando en serio, quería comentarles que Juanita ya va a caer en cama y pos ya ven cómo le ha batallado con los achaques casi todo su encargo y pos yo quería decirles si nos juntamos y le hacemos lo que vaya a ocupar la criatura pa’ cuando se alivie, podemos hacerle mantillas y unos fajeros y unas chambritas y también la ayudamos con ropita de los chiquillos de nosotros ¿Cómo ven?
—Yo me apunto para hacerle las mantillas, eso es muy fácil para mí, cuando vaya a Tepa voy a La Jalisciense o a la tienda de don Pedro Estrada, compro franela y se los hago en esta misma semana — apuntó Concha.
—Por mi parte, yo le hago una camisetita bordada — dijo otra.
—Yo no sé qué tenga en mi casa, busco algo y si no encuentro, le hago una cobijita de gancho o le compro un jueguito de los que hace mi vecina Lupe, se los lleva a doña Teófila, mujer de don Leandro, la que vive abajito del Santuario del Señor, que por cierto no es muy buena paga, ¡todo quiere fiado! Y según me dijeron la lleva a San Juan — comentó Lola.
—Pos yo no tengo dinero pero si puedo ofrecerme a ir a ayudarle cuando caiga en cuarentena, con el lavado de ropa en el río o mínimo hacerle sus mandados — motivada espetó Enriqueta.
Y así, motivadas todas siguieron platicando de la importancia de ayudar al prójimo aún si este fuera el cónyuge de alguna de ellas.
—Pues sí, aquí en el rancho hay que hacer uno de todo, también hasta ayudarlos cuando se les atora la carreta ¿Verdad Librada?— preguntó Lola.
—Sí, así es — contestaron a coro.
—Bueno, debo confesarles algo, yo le ayudo más días a mi viejo, pero es para que nos vaya mejor, también con eso saco para vestirme o darme mis gustos, aparte de todo mi viejo me tiene muy chiquiada, no hay día que no me llegue con un regalito — muy segura de sí les comentó Enriqueta.
—Pues no hay tanta variedad que veamos en ti Enriqueta, ¡claro, sin ofender! — mencionó Meche mientras todas soltaban una risa maliciosa.
—Hablando del rey de Roma y el Diablo que se asoma — acotó Librada mientras el asombro era general al ver la reacción de Queta que se levantó de la silla como impulsada por un resorte.
Todas se quedaron calladas cuando vieron entrar al hombre de aspecto descuidado, con sombrero de ala ancha hecho de sollate y el cual calzaba de lado, guaraches de cuero llenos de lodo, en su semblante duro, denotaba a leguas que venía rabioso y sumamente alcoholizado —¡Ya nos cayó el chahuistle! — dijo la tía Librada muy mortificada.
— Nos vemos después muchachas — les dijo Enriqueta que vio a su marido que se acercaba hacia ella en tal condición.
—¡Qué después ni qué chingada madre! ¡¿Qué fregados haces aquí hija de la chiltiada, vieja güevona?! ¡No te he dicho que tienes que estar en la casa, para darme de tragar! ¡Ve las horas que son y tú en el vil chincual! — gritó el hombre volteando la cara al cielo.
—¡Ay viejo! Te estuve esperando, pero no llegaste! Pensé…— no le dio tiempo a decir nada, le tomó por el pelo y la llevó a zancadas para irse a su jacal mientras todas las demás les seguían y se les unió el esposo y el hijo de una de ellas.
—¿Qué hace Pascual? — le increpaban y trataban de detener al hombre enfurecido mientras este daba más rigor al castigo para su esposa quien le suplicaba que la soltara.
—¡Yo hago lo que me de mi chingada gana, pa’ eso es mi mujer!
—¡Bájele de harta muina Pascual!, no tiene por qué tratar así a su vieja — lo conminaron mientras ayudaban a liberarse de él a Enriqueta que en cuanto se sintió libre corrió llorando a su casa dejando atrás plática, labores, vergüenza y demás.
—¡Yo nomás quería que fuera a darme de tragar, que caliente las gordas, que para eso es mi vieja!
—¡Pues no es el modo de hacerlo, eso es ser un zacatón!
—¡Hay muere! no necesita ofenderme, ¡ya me voy! La culpa es de ella por salirse del huacal, tiene que estar cuando yo llegue, porque soy su viejo, le guste o no, ¡ay nos vidrios!…— tambaleándose se dio la vuelta hacia donde había dejado el caballo, quiso montarlo pero por su estado de embriaguez sólo consiguió ir a dar al suelo, por lo que decidió salir caminando.
Después de incidente cada una de las mujeres se retiró a su casa quedando solamente en el corredor Antonia, Concha y Amparo quienes comentando lo sucedido quedaron de ofrecer el rezo del Santo Rosario de ese día por la intención de un milagro para la vida conyugal de Enriqueta y Pascual.
Antes de meterse a la casa, Conchita le comentó a Amparo, —¿tú qué piensas prima?
—Si no me equivoco, te apuesto lo que quieras, que Enriqueta seguirá aguantando sólo para dar el gatazo de un matrimonio feliz. Ya lo veremos después, lo que si te digo es que el cuchillito de palo que tiene en su casa, no corta, pero ahhh…cómo jode…
Glosario
Achaques Molestias propias del embarazo
Alivie Dé a luz, nazca su criatura
Arrocena Polvo de arroz para preparar atole
Batalla Inconveniente
Borrego Chisme
Caer en cama Guardar reposo por enfermedad o alumbramiento
Calla Boca Ni digan
Chambritas Suéter o camisa para bebé
Chapotear Brincar en el agua
Chincual Calle
Chiquiada Consentida
Costura Labor manual artesanal
Cotorra Solterona
Curriosa Exagerada al hablar
Emperifollada Llena de adornos
Encargo Embarazo
Fajeros Especie de cinta para sujetar el pañal
Gatazo Imagen
Malora Mal hombre
Mantillas Pañales
Muestrario Conjunto de muestras de labores artesanales
Muina Enojo
Punto de Cruz Manualidad artesanal
Salirse del huacal Comportamiento inadecuado
Soyote Tejido de origen vegetal
Tejabán Sombra techada por tejas o láminas
Vaquetón Vago, desobligado
Este texto pertenece al libro «El habla de los Altos de Jalisco» del Colectivo El Tintero