Por: María Elena Navarro Gallegos
(Con todo mi amor para don Primitivo, doña Cuca, don Everardo, doña Ramona, Irene y Miguel, mis abuelos y padres, gracias a ellos, yo soy políglota!)
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Soy hija y nieta de migrantes, mi abuelo materno emigró a los Estados Unidos a finales de los años 50, primero se fue él y en 1960 se llevó al resto de su familia a vivir a Santa Mónica, California, mi mamá tenía 13 años recién cumplidos. Mi abuelito nació en un rancho cercano a Pegueros, El Mezquite, y mi abuelita era oriunda de Gómez Palacio, Durango, la primera vez que mi abuelito emigró, fue lo más al Norte que llegó, ahí se conocieron y ahí nacieron casi todos sus hijos, salvo una de las niñas que nació en Jalisco, cerquita de Mezcala, en un rancho que se llama San Bartolo porque mi abuelito le hizo el intento de volver vivir en éstas tierras por un tiempo, no resultó y se regresaron a Gómez y de ahí mi abuelo decidió probar suerte en California donde al final encontró lo que tanto buscó.
En California, mi abuelo tuvo la oportunidad de trabajar en una tortillería que pertenecía a sus tíos paternos, fue una de las primeras tortillerías del estado de California y los dueños eran dos hermanos oriundos de ésta tierra, José María y Ezequiel Gallegos; mi familia llegó de manera legal a aquél país, si Trump lee esto, puede estar tranquilo, la familia de Primitivo Gallegos (así se llamaba mi abuelito) no violó ninguna ley al llegar a ese país, después de eso, ¿Quién sabe? pero esa es otra historia. Trabajó en la tortillería un tiempo y por algún motivo decidió que quería trabajar en los ranchos más al norte de California, le dijeron que pagaban más y habiendo nacido y trabajado en rancho la mayor parte de su joven vida, se fue a Watsonville, California, o como él llamaba a ese pueblo “Guasunvil”, yo pensaba que de verdad así se llamaba ese lugar y ya siendo una adolescente lo busqué en un mapa y no lo encontré, le pregunté a mi mamá que donde era Guasunvil y me sacó del error, Watsonville es el nombre del pueblito pero Guasunvil es como lo llaman los trabajadores del campo mexicanos que viven ahí, porque aún lo llaman así, ¡Con razón no lo encontré! Ahí inició mi relación con el Spanglish.
Estando en Watsonville, contaba mi abuelo que la mayoría de los trabajadores eran hombres indocumentados y que frecuentemente había redadas de la migración, que escuchaban aquel grito temido de “! Ahí viene la migraaaaa !” y todos corrían a esconderse, incluyéndolo a él, hasta que un día un compañero le preguntó — ¿qué tú no tienes papeles, por qué corres cuando llega la migra? — y decía que le contestó — yo veo que todos corren, pos yo corro junto con todos…
Mi abuelo nos confesó tiempo después que corría junto con los demás porque se cansaba tanto de trabajar tantas horas bajo el sol que sentía que esos momentos que para otros eran tan angustiantes, para él eran momentos para tomarse un break y hacerse tarugo (él así lo decía) un ratito.
Nunca he sabido cuanto tiempo estuvo mi abuelo en Watsonville, a pesar de haber nacido y vivido en el rancho hasta los 18 años de edad, no creo que le gustara tanto; se regresó a Santa Mónica y fue cuando se llevó a su mujer y siete hijos a vivir con él a California, 7 hijos de entre 15 y 2 años de edad, a buscar el sueño americano que tanto anhelan encontrar los emigrantes, el sueño que sus tíos ya habían realizado, la tortillería de los Gallegos, el negocio de los tíos, donde todos los parientes sabían que podían llegar a trabajar, ahí volvió, y no solo él, su mujer y una de sus hijas también, la mayorcita, a sus quince años ya estaba en edad de trabajar y ayudar a mantener la casa, la casa que los tíos ricos les ayudaron a comprar, una casa en Santa Mónica California, los tíos les prestaban el dinero a los sobrinos y parientes recién llegados de México y dejaban que les fueran pagando poco a poco, algo así como una renta, hasta completar el pago de aquél préstamo, los hermanos José María y Ezequiel Gallegos fueron filántropos y estoy segura que ni siquiera lo veían así, ellos ayudaban al sobrino, al primo, al tío necesitado y estaban al pendiente de que todas las familias a las que ayudaban estuvieran bien, pero eso sí, se aseguraban de que trabajaran, ya fuera con ellos o en otras empresas, ellos no buscaban provecho propio, ayudaron a quienes necesitaron sin pedir nada a cambio, sólo que les pagaran como fueran pudiendo.
Y comenzaron a llegar más niños a la familia, tres más para ser exactos, nacieron en Santa Mónica; ellos y un montón de primos ya fueron una nueva generación de Gallegos, los Gallegos que hablan inglés y medio hablan español, los Gallegos que nos enseñaron el Spanglish, ese idioma mezcla entre el español más malo que puedas escuchar, el español que hablaban sus padres, el español de rancho y el inglés que solo hablan los pochos, el inglés que es su segunda lengua. Mientras sus padres y hermanas trabajaban, a los hijos de Cuca Y Primitivo los cuidaban la abuela Soledad, la abuela que iba y venía de Gómez Palacio a Santa Mónica a visitar a su hija y nietos por temporadas largas, pero que en realidad no tenía mucha paciencia con los chiquillos, por lo tanto ella se ponía a hacer los quehaceres de la casa y cocinar mientras los nietos al llegar de la escuela, se salían a jugar con todo el montón de vecinos que estaban en la misma situación que ellos. Chiquillos hijos de vecinos oriundos de estas tierras alteñas, Jalos, Valle de Guadalupe, Capilla de Guadalupe y por supuesto, alguno que otro vecino Afro-Americano, un montón de chiquillos que no tenían quien les hablara, quien se sentara con ellos a platicar en español a contarles de dónde venían y porqué estaba ahí.
Mi mamá y mis tías se casaron muy jóvenes y las tres con muchachos mexicanos, las dos mayores, o sea mi mamá y su hermana mayor, nacidas en Gómez Palacio con muchachos de aquí de Tepa y Guadalajara y la tercera, que nació en San Bartolo, cerquita de Mezcala, con un muchacho de Durango, curioso, dicen que las piedras rodando se encuentran.
Mi mamá conoció a mi papá cuando él estaba recién llegado a los Estados Unidos. Mi padre nació en un rancho cerca de Tepatitlán Jalisco, El Pandillo, estudió hasta sexto año en el Colegio Morelos y trabajó en una tintorería hasta que emigró a los Estados Unidos. A diferencia de mi abuelito materno, mi papá se fue de su Tepa querido con el sueño de regresar. Mi abuelita paterna tenía la ilusión de criar gallinas y acabar de construir su casa, un pariente le prestó dinero para que mi tío, su hijo mayor pudiera “arreglar papeles” y se pudiera ir a trabajar para ayudarla, ya estando él trabajando tal vez pudiera ayudar a su hermano, o sea a mi papá, a emigrar también y así entre los dos pudieran ayudarla un poco más. Mi papá llegó también a Santa Mónica en octubre de 1962, unos días antes de cumplir 21 años, su primer trabajo fue en una fábrica de boilers.
Desde que yo recuerdo, escuché a mi papá hablar de su Tepa, de El Señor de la Misericordia y de su fiesta, de los ranchos de sus abuelitos y sus tíos, de su Colegio Morelos y del tiempo que estuvo en el coro y su maestro de canto don Sabino. Pocas veces nos trajo a Tepa antes de emigrar nosotros para acá, porque yo también soy emigrante, pocas veces, tres para ser exactos, y yo solo recuerdo dos, la primera vez fue el 1968, de esa vez no recuerdo nada, yo iba a cumplir un año de edad y venimos a la boda de uno de mis tíos, la segunda en 1973, también a la boda de uno de sus hermanos y 1976, esa vez estuvimos mi hermana y yo aquí casi 6 meses, hasta a la escuela nos metieron para que agarráramos (1) bien el español.
¡Qué difícil! … aunque el español no era un verdadero problema, a diferencia de los hermanos de mi madre y los hijos de sus hermanas, a nosotros, los hijos de Miguel Navarro, se nos prohibía terminantemente hablar inglés en casa, en la escuela y en casa de mis abuelos maternos, era otra historia; por supuesto en la escuela hablábamos inglés pero si teníamos algún compañero de padres mexicanos, en los años setentas, no habían tantos niños mexicanos como hay ahora en las escuelas californianas, podíamos hablar español con ellos aunque de repente nos encontrábamos con las miradas reprobatorias de algunas maestras que pensaban que hablar en un idioma que no todos comprendían era de mala educación, estábamos divididos en dos mundos ahora que lo pienso, como en una especie de limbo.
Mis abuelitos, los del Norte, ellos tuvieron que adaptarse a sus hijos más pequeños, a los que nacieron en California y a los que emigraron muy pequeños a aquella tierra, tuvieron que encontrar una forma de comunicarse con ellos, mis abuelos no hablaban inglés y sus hijos hablaban muy poco español. Yo, en cambio, hablaba el español perfecto, comparado con mis tíos y primos, pero ¿estando en Tepa? recuerdo esa temporada que estuvimos en Tepa, en casa de mis abuelos paternos, escuchaba palabras que yo no entendía, la primera vez que escuché el “friega la loza”, ¿friega?, para mi friega era descomponer ¿loza? ¿qué es eso? “alza tu pieza”, alza es levantar y pieza, pedazo ¡No les entendía!, o cuando yo le pedí a mi abuelita Ramona un sandwich (sandgüiche) de tuna, y con extrañeza y algo de enfado me miró y me dijo que la tuna iba a remojar el pan, que si quería me pelaba unas y les ponía sal y limón, ella pensó en las tunas del nopal y para mi tuna era atún.
Mis abuelos paternos también emigraron a los Estados Unidos pero nunca se adaptaron a la forma de vida de allá. Al igual que mi padre, su plan era trabajar, juntar dinero y regresarse a su tierra, mis abuelitos paternos ni mis tíos, hablaban o hablan Spanglish.
Crecí, porque aunque mi papá nos haya traído a vivir a Tepa cuando yo tenía apenas doce años de edad, él se quedó en Los Ángeles, ya no en Santa Mónica, vivir en esa ciudad a donde tanto alteño llegó a vivir en la década de los años cincuenta y sesenta, se volvió sumamente caro y por lo tanto, muchos vendieron sus casas, esas casas con yardas enormes, a veces muy descuidadas y terregosas porque regar el jardín hacía que el bill del agua llegara muy caro, y además California sufre de sequías prolongadas, y si te cachaban desperdiciando agua te multaban. Donde nuestros tíos, primos, mis hermanos y yo jugábamos sábados y domingos enteros porque nuestros papás no trabajaban y se iban a pasar el día era en el Club Tepa del Olympic Boulevard, donde mi abuelito vendía tamales, birria y menudo.
Llegaba mi abuelo muy cansado, los sábados y domingos eran días de mucha venta, era famoso mi abuelito ¡Tenía clientes que iban desde el Valle de San Fernando! Se sentaba en el porche a fumarse su cigarro, fumaba Camels, a veces se le olvidaban sus cerillos, y gritaba, a nadie en especial, — tráiganme las mechas que dejé en la cocina — a ver quién del montón de chiquillos le hacíamos caso primero, nunca faltaba el obediente, los domingos después de las ventas nos daba un dólar a cada uno, así que todos queríamos quedar bien con él, Y así, junto con él se sentaban mi abuelita, mi mamá y mis tías a platicar mientras esperábamos que llegaran a recogernos para irnos a casa. Santa Mónica es frío por las noches y no nos dejaban seguir jugando si no nos poníamos nuestra suera (sweater) y teníamos prohibido tachar las matas de chile de árbol que mi bisabuela había sembrado.
El Spanglish se convirtió en el idioma que todos entendemos, el idioma que usamos para comunicarnos, desde el “te llamo pa’trás” al “vamos a la marqueta a comprar leche.” Mi abuelita Cuca era la reina del Spanglish, dicen que si no puedes contra el enemigo te unas a él, y para ella el enemigo era no poder hacerse entender en español, así que el Spanglish fue su segundo idioma.
Una vez fuimos mi esposo (nacido y criado en Tepa) y yo, de visita a Santa Mónica, íbamos a comer hot dogs, él no hablaba ni una palabra en inglés y mi abuelita le preguntó — Chicho ¿no quieres winnies? — y mi marido le contestó que sí, yo lo miré con sorpresa y le pregunté que si sabía lo que era eso, a lo que él muy serio me respondió que no, pero que quería saber para poder aprender mi tercer idioma; o cuando íbamos a ir al mol y no teníamos quien nos diera raite y mi abuelita nos dijo que agarráramos (2) el bas y nos dejaba en la pura puerta. Mi esposo me preguntaba que si de verdad le entendía todo lo que decía, y con mucho orgullo le respondía que sí.
Mi papá ahorró y trabajó por más de cuarenta años. Allá nacimos sus seis hijos, mi mamá la ayudaba como ella podía, se hacía cargo de la casa y sus chiquillos y cuando tenía chance tejía vestidos para una viejita húngara que le decían “La Contessa” y bikinis para una gringa medio hippie que tenía una boutique en Malibu, con eso le ayudaba a comprarnos lujitos que él solo no nos podía dar. Fincó su casa en Tepa y nos mandó a vivir acá; el plan era que nosotros estuviéramos un año acá y luego él se venía después. Los planes no siempre salen como esperamos. Después de vivir más de cuarenta años en los Estados Unidos, pudo por fin regresar a su terruño, no contaba con lo caro que es mantener a seis hijos, para colegios, universidad.
Mis abuelos paternos, murieron en su tierra, en Tepatitlán y aquí están enterrados. Mis abuelos maternos nunca pensaron en regresar a México, ellos compraron su terrenito en el cementerio católico de West Los Ángeles donde vivieron los últimos años de sus vidas y donde están enterrados uno de sus hijos, muchos parientes, paisanos y vecinos, y ahí están sepultados.
Yo soy la hija y nieta de emigrantes, que emigró a Tepatitlán, Jalisco en 1980. Me casé con un alteño, del meritito Tepatitlán y tuve tres hijos, y ahora tengo una nieta, alteños todos de nacimiento y de corazón. Soy la pochita que vive en Tepatitlán y a veces escucha palabras en Spanglish que no todos entienden. Tengo un negocio junto con mis hijos, una ferretería que mi esposo nos heredó; hace unos días llegó un señor, de esos norteños que regresan a vivir o de vacaciones a su tierra, éste venía de Capilla de Guadalupe, parecía de unos setenta años de edad, le preguntó a uno de los muchachos que trabaja con nosotros que si no sabía dónde arreglaban tanque de calentador solar porque el de él estaba liqueando, el muchacho volteó a verme y me preguntó que si yo sabía lo que era eso, muy orgullosa de mi misma le contesté que sí, que el tanque del calentador estaba goteando, yo entiendo porque soy poliglota, ¡yo hablo español, English y Spanglish!
Glosario
Agarráramos (1) Aprendiéramos (We gare)
Agarráramos (2) Tomáramos (We gare)
Alza tu pieza Limpia tu recámara
Arreglar papeles Obtener una visa
Bas Camión, autobús (bus)
Boilers Calentadores de agua, calderas
Boutique Tienda de ropa
Breik Descanso (break)
Chance Oportunidad (chance)
Fincó Construyó
Friega la loza Lava los trastes (platos, vasos, etc)
Hippie Movimiento contracultural de los años sesenta
Liqueando Goteando (leaking)
Lujitos Elementos extra a las necesidades básicas
Marqueta Supermercado (supermarket)
Mechas Cerillos (matches)
Mol Centro comercial (mall)
Pochita Hija de mexicanos nacida en estados Unidos
Pochos Hijos de mexicanos que nacieron en Estados Unidos
Porche Corredor al frente de las casas (porch)
Raite Aventón, modo de trasladarse (ride)
Sandgüiche Emparedado (sandwich)
Spanglish Idioma híbrido mezcla de español e inglés
Suera Suéter (sweater)
Tachar Tocar (touch)
Te llamo pa’tras Te hablo después (I call you back)
Winnies Salchichas para hot dogs (weiners)
Yardas Jardines (yards)
Este texto pertenece al libro «El habla de los Altos de Jalisco» del Colectivo El Tintero.