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El sacristán de la capilla del Refugio | Leyendas de los Altos de Jalisco

* Noemí Guadalupe Quiroz García | @KioscoInfo | 27 de agosto de 2019

Cuenta la leyenda que por el año de 1926, cuando la Guerra Cristera había surgido y tomaba más fuerza, los federales cada vez más lograban oprimir a quienes defendían la religión católica; cerraban las iglesias y prohibían cualquier modo de expresión religiosa.

En el rancho del Refugio, las personas eran muy devotas y se negaban a dejar de expresar su religiosidad, sobre todo a renunciar a su fe, porque siguieron acudiendo a misa, hasta que un día los federales llegaron al rancho y mataron a muchas personas que intentaron defender la entrada a la capilla de la localidad, este suceso ocurrió por la noche.

El sacristán que estaba dentro de las instalaciones de la capilla, fue sorprendido por los federales mientras rezaba, así que con fuerza lo tomaron, golpearon y lo sacaron de la capilla; le pusieron una soga al cuello y lo colgaron del fresno que estaba ubicado enfrente de la capilla.

Cuentan las personas que lo dejaron colgado varios minutos y no se murió; el sacristán dijo que Dios lo estaba protegiendo, estas palabras hicieron enojar más al jefe de los federales, quien hizo que lo volvieran atar del cuello y esta vez lo colgaron del campanario y allí lo dejaron todo el tiempo; prohibieron a los habitantes del rancho que lo bajaran, pues así querían demostrar que su Dios lo abandonó.

Allí permaneció el cuerpo del sacristán varias semanas, hasta que su cuerpo desapareció, se dice que su espíritu se aparece todas la noches en la capilla y hace lo mismo que hacía cuando estaba vivo, por eso en las noches, al pasar por la capilla se pueden ver las luces encendidas, o escuchar ruidos; hay veces que las campanas suenan sin motivo alguno. Según las personas de mayor edad, se trata del espíritu del sacristán quien, como lo hacía anteriormente, está llamando a celebrar misa.

Cuatro años después de la muerte del sacristán, colocaron una foto de él con un mensaje a manera de epitafio que decía “aquí descansan los restos de Antonio López, fiel devoto y hombre noble que sirvió con entera devoción a su fe, que Dios lo tenga en su Santa Gloria”, pero con el paso del tiempo, esa placa desapareció dejándolo en el olvido.

Sin embargo, se dice que su alma todavía está en pena, vagando por los alrededores de la capilla, muchos aseguran que el sacristán sólo está esperando que le den una cristiana sepultura a su cuerpo, para así poder descansar en paz; otros consideran que está esperando que algún familiar de aquel federal, que lo mandó colgar, llegue a la capilla del Refugio para el poder vengarse de la cruel muerte que le dieron y poder trascender a la luz eterna.

En algunas versiones de esta leyenda que suelen contar aún las personas mayores, se afirma que aquel fresno donde lo colgaron por primera vez, todavía tiene las marcas de la soga con la que colgaron al sacristán y las manchas de sangre que derramó a causa de los golpes que le dieron, todavía se pueden ver en los pisos de la sacristía.

Hay otra versión en la que dicen que Dios, al no poder ayudar al sacristán, intentó compensarlo y lo resucitó dentro del fresno donde al principio lo colgaron y por eso cada vez que intentan cortar una rama de ese árbol o talarlo, el árbol sangra, curiosamente aún ese árbol es el único que, a lo largo del tiempo, se ha mantenido en pie.

Varias versiones de esta leyenda que, lamentablemente fueron desapareciendo con el tiempo, porque los ancianos dejaron de contarlas a las nuevas generaciones. Además porque la mayoría de los habitantes de ese rancho, se fueron poco a poco
hacia otras poblaciones en busca de una mejor vida.

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