Yareli Guadalupe Guzmán León | @KioscoInfo | 2 de marzo de 2019
Cuenta la leyenda que en la pequeña localidad de El Sauz del Cajigal, ubicada en el municipio de Arandas, Jalisco se encontraba una dama que, por su atractiva belleza, era muy distinguida en el pueblo.
Esta mujer fue muy pretendida por varios hombres, pero en especial había uno de ellos que luchaba con insistencia para poder conquistarla, ya que su padre siempre le decía que aquella mujer tan bella, era muy valiosa y no debía dejarles el camino libre a otros hombres.
Además de ser una mujer muy hermosa, a ella le reconocían su seriedad, puesto que siempre se daba a respetar por todos los varones; tal vez por eso era tan asediada por los caballeros de esa comunidad y rancherías de los alrededores, quienes deseaban realizar su sueño, haciéndola su novia.
Había un hombre muy encaprichado y de mal corazón que la pretendía, pero ella no le correspondía, debido a que su corazón ya tenía nombre de un verdadero caballero llamado Salvador, el cual era de buenos principios porque la respetaba y le daba el valor que como mujer se merecía.
Salvador empezó a conquistarla y a ganarse su corazón. Entonces el hombre malo y perverso que también la asediaba, la amenazaba con llevársela a la fuerza si ella no correspondía a su amor; sin embargo, ella siempre priorizaba el amor que le tenía a Salvador.
Habían comenzado las fiestas patronales, en las cuales cada año se realizaba un baile, al que tanto mujeres como los hombres, asistían para pasar un rato agradable. Salvador invitó a bailar a su amada, quien esa noche en especial lucía su excepcional belleza con un hermoso vestido de color rojo.
Ella sin dudarlo aceptó su invitación, se sentía dichosa al bailar con aquel hombre tan cortés, pero en ese momento llegó el otro pretendiente y empezó a hostigar y asediar bruscamente a la mujer frente a Salvador, a quien le pide permiso de bailar una pieza con ella. Salvador lleno de ira por la falta de respeto, le expresó su molestia y eso suscitó un pleito a golpes entre ellos.
Al día siguiente todos acudieron a misa y al terminar la celebración, Salvador se encontró a aquel hombre acompañado de su padre, quienes después de la afrenta del día anterior en el baile, pistola en mano, lo incitaron y retaron nuevamente a pelear.
El papá de nombre José, le dijo a Francisco que tenía que ser hombre y defender a su bella amada. El hombre malvado estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por conseguirla. Salvador, cegado por los celos, se dejó llevar por su ira y sacando más pronto la pistola le disparó a Francisco. El padre al ver que habían matado a Francisco, molesto sacó y disparó su pistola en defensa de su hijo, pero lamentablemente otra bala alcanzó a don José.
Fue así que padre e hijo cayeron muertos y el otro sólo cayó herido, la gente del pueblo se acercó para quererlo auxiliar; le curaron la herida y sólo quedó el impacto de ese fatal enfrentamiento.
Al día siguiente, el yerno de José, buscó al asesino de su suegro y cuñado, para cobrar venganza y fue así que, carabina en mano decidió matarlo.
Esas tres cruces, empotradas en aquella pared de adobe, muy cerca de donde perdieron la vida, simbolizan la riña ocasionada por tratar de defender el amor de aquella bella y joven muchacha. Cuenta la historia que la mujer se fue hacia otra parte, pero durante el tiempo que duró con vida, iba cuando podía a llorar ante la tumba del hombre al que amaba; años más tarde, murió con la desdicha de no haber podido realizar su amor, marcándola para siempre esa profunda tristeza.
Se dice que por las noches, una sombra se aparece frente a una de esas tres cruces y se piensa que se trata del alma de aquella bella dama, quien toda su vida le lloró a de su amado.